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Manuel Carmona Rodríguez, profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos, nos ofrece un libro revelador y necesario que parte de una premisa que no es nueva en su pensamiento: la pertinencia de las respuestas que aporta la filosofía de José Ortega y Gasset y Julián Marías a las complejas circunstancias de nuestro tiempo.

Ortega y Marías, la filosofía del siglo XXI
Manuel Carmona Rodríguez
Dykinson, Madrid, 2020,
128 págs., 14,25 euros

Carmona parte del ejemplo de Marías en su actitud de “vivir y convivir con la verdad y desde la verdad” (p. 14), y recuerda en este sentido la función iluminadora y clarificadora de la universidad (pública o privada es lo mismo) en un momento en el que la institución parece haber renunciado a su esencia. Puesto que de aportar luz se trata, de la mano de Marías, que valora la herencia de los ilustrados, añade con buen criterio el nombre de José María Blanco White a la nómina seleccionada en varias de sus obras (Jovellanos, Feijoo, Cadalso o Moratín), y siguiendo la estela marcada por el compromiso de los principales representantes del Siglo de las Luces, nos recuerda cómo reivindicaba el maestro la influencia de los intelectuales comprometidos en la construcción de una brecha eficaz en la censura franquista.

A la luz del rechazo a los nacionalismos que suscribían Ortega y Marías, observa Carmona que el acendramiento de los nacionalismos, tan perniciosos para las relaciones oficiales entre estados, fue un elemento determinante en las disensiones que condujeron a la Segunda Guerra Mundial, que culminó con expectativas de influencia y poder muy diversas por parte de las potencias vencedoras. Carmona relaciona todas estas tensiones y su evolución con el problema del yihadismo y la necesidad de construir lo que él denomina un “ecumenismo cívico y espiritual” (p. 33) y analiza los acontecimientos históricos transcurridos desde 1960 hasta nuestros días para entender las claves que alumbran el nuevo milenio, incidiendo con perspicacia en el necesario equilibrio (y consiguiente dialéctica) entre los conceptos de seguridad y libertad y en la necesidad de romper las inercias sustrayéndose al axioma del “esto es lo que hay”.

Carmona recuerda las dificultades superadas por Marías y Ortega durante el franquismo, desde su prestigio y su imagen ante el poder establecido hasta su supervivencia

En un sentido próximo a Ortega, partidario de vivir personalmente la libertad,  interpretarla, realizarla, compartirla y sentirla con autenticidad, optando a veces por la soledad que propicia el autoconocimiento y asumiendo la necesidad de completar la vida que nos es otorgada, Marías se centrará en la trayectoria personal de cada individuo. Carmona nos expone de forma muy pertinente cómo se sustancia esta trayectoria en su vocación personal, y nombra con afecto a sus maestros universitarios, tan importantes en la construcción de su perfil académico (y en este punto debo reconocer cuánto me honra su amable mención). La reflexión de Marías y Ortega se completa con la necesidad de “proyectar y prever lo cotidiano” (55) que apunta Harold Raley, estudioso aventajado de la filosofía de los autores de referencia, y salpimenta constantemente su análisis con la conversación entre Ikeda y Marinoff en El filósofo interior (editado en español en 2014), relacionándola con la propuesta de Marías en el sentido de superar el rencor con el poder del perdón.

En esta misma línea de ahondamiento en las peripecias del individuo, no se le escapan al autor la dificultades que se desprenden de las complejas situaciones de ruptura vital, tanto en el seno de la pareja como en el de la familia (para las que encuentra ilustradoras respuestas en el cine de nuestro tiempo), ni la condición magistral de la mujer como guía de la paz y de la vida de cada día, siempre a la luz de la fecunda experiencia de Ortega y Marías en su colaboración con mujeres de extraordinario prestigio intelectual.

Ortega y Gasset pone el foco en la necesidad del equilibrio de poderes como una de las bases fundamentales de Occidente en La rebelión de las masas (1929)

Carmona nos recuerda las dificultades superadas por Marías y Ortega durante el franquismo, desde su prestigio y su imagen ante el poder establecido hasta su supervivencia. La razón parece clara: “resurgió entre los españoles el rencor y la envidia hacia toda aquella persona que intentara hacer una vida digna y que mereciera la pena vivirla, que pretendiera hacer algo excelente” (p. 75). En todo momento, el autor proyecta estos hechos en su biografía y en el ejemplo edificante de su familia, y en ese diálogo con sus mayores se puede intuir fácilmente la necesidad de la amistad intergeneracional, que ejemplificaron Ortega y Marías en grado de excelencia tanto con sus maestros como con sus discípulos, necesidad que Carmona reclama y hace suya desde su crecimiento personal, aprovechando para repasar la nómina de algunos de sus amigos más próximos e influyentes. Partiendo de estas premisas, el autor valora la amistad intersexuada y la convivencia intergeneracional, y dedica un epígrafe de extraordinario interés al análisis de la situación del amplio porcentaje de la población adulta mundial que no mantiene una relación de pareja.

Siguiendo el hilo de la España invertebrada (1921) de Ortega, Carmona se pregunta las causas que explican la falta de vertebración de Europa y el mundo, cuestión que le permite enlazar con el último capítulo de su revelador estudio. Es evidente que la desvertebración de nuestra sociedad se aprecia en el espacio difuso que comparten áreas aisladas de la población (compartimentos estancos, en fin) incapaces de sustraerse a sus intereses y a sus zonas de confort, y esta carencia se refuerza, por elevación, por la posible falta de un concepto sólido de sociedad occidental, toda vez que los intereses de determinadas minorías priman sobre el interés común. A ello contribuyen seriamente la vieja bipolaridad que motivó los principales conflictos bélicos de la primera mitad del siglo XX, la escasa participación de la ciudadanía en las elecciones europeas y el auge de los populismos. No podemos olvidar las urgencias de la sanidad y las pensiones, las amenazas que los abusos de Internet suponen para la seguridad internacional, la desinformación y las falsas noticias propagadas por lo que Carmona denomina con acierto “redes insociales”, elementos todos que merman la confianza en el proyecto comunitario.

Marías propone con meridiana claridad que la identidad del individuo trasciende lo inmediato, objeto preferente de interés de las políticas locales, autonómicas o nacionalistas

Una vez más, el autor encuentra la respuesta a estas inquietudes en la filosofía de Marías y de Ortega. En su ensayo Persona (1966), el primero propone con meridiana claridad que la identidad del individuo trasciende lo inmediato, objeto preferente de interés de las políticas locales, autonómicas y, en su caso, indisimuladamente nacionalistas, y el segundo pone el foco en la necesidad del equilibrio de poderes como una de las bases fundamentales de Occidente en La rebelión de las masas (1929).

En la reflexión final de su ensayo, y con una actitud edificante que conviene reconocer con admiración, Carmona encuentra el lugar para la esperanza, el compromiso, y la resistencia al desaliento que necesita el mundo de nuestros días. Un ejemplo más, en fin, de la impregnación de la actitud estimulante y magistral de Ortega y Marías en nuestro autor, que demuestra con autoridad y entusiasmo su vocación de discípulo aventajado más allá de las barreras del tiempo.

Vicedecano de Investigación de la Facultad de Educación de UNIR