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Andreas Bohmler: «El ideal cultural del liberalismo», Unión editorial, 1998

En 1992, el norteamericano Francis Fukuyama publicaba The End of History and the Last Man, un libro que alcanzó gran notoriedad. Desde una perspectiva hegeliana, Fukuyama defendía la tesis de que, a estas alturas de la historia, ya no caben dialécticas ideológicas, pues resulta evidente que en las sociedades occidentales se han instalado definitivamente los principios de la economía de mercado y la democracia liberal.

Andreas Bohmler, doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra y diplomado en Economía por la Ludwig-Maximiliam-Universitat de Munich, además de Máster por la European School of Management (EAP) por París, Oxford y Berlín, se ha planteado en El ideal cultural del liberalismo encontrar las claves interpretativas de esa dialéctica entre las ideologías liberales y las socialistas. En ese contexto es donde adquieren especial importancia el llamado ordoliberalismo alemán (sólo conocido por unos pocos en nuestro país) y la obra de Wilhelm Röpke, principal exponente de esta escuela doctrinal y económica (que, por cierto, según Böhmler, no hubiera estado de acuerdo con la tesis de Fukuyama).

La teoría y la política económica y societaria de intelectuales como Alexander Rüstov y Franz Böhm, y economistas como Wilhelm Röpke (que agudamente analizó «la crisis social de nuestro tiempo»), Walter Eucken, Alfred Müller-Armack y Ludwig Erhard fue decisiva para que, tras la Segunda Guerra Mundial, tuviera lugar lo que se ha bautizado con el nombre de «milagro alemán». El ordoliberalismo se fraguó entre los años treinta y cincuenta y tuvo a la mítica revista Ordo como excelente vehículo de ideas.

Según Bóhmler, el punto de convergencia entre los políticos, intelectuales y economistas vinculados al ordoliberalismo fue una situación histórica concreta: la crisis del capitalismo en su dimensión política y económica, una crisis cuyo contexto los ordoliberales supieron ampliar al contexto cultural y social general. Por ese motivo, resulta obligado estudiar en la órbita filosófica del ordoliberalismo asuntos como el porqué de la preeminencia de los factores culturales sobre los meramente políticos y económicos, las causas por las que la vida humana y la vida social son, en definitiva, tan complejas que no pueden resolverse con el mero recurso al saber técnico.

El autor ha querido exponer «un juicio comprensivo no tanto sobre la operatividad inmediata cuanto sobre la validez de fondo de las ideas político-societarias que están en la base de la Economía Social de Mercado (un concepto acuñado por Müller-Armack y aceptado por Erhard para denominar el sistema económico alemán a partir de 1950, que en la actualidad suele ser fuente de grandes equívocos) en tanto que experimento de ordenación societaria». Ahí radica buena parte del interés de este libro, en el hecho de que el autor trata de descubrir los grandes interrogantes de la filosofía política que están detrás del proyecto intelectual de la Economía Social de Mercado, proyecto cuya aplicación, es cierto, no estuvo habitualmente encargada a los ordoliberales.

Por todo ello resulta imprescindible el análisis de la obra de Röpke, cuyo pensamiento (y, en concreto, su noción de orden, que significa en su obra el equilibrio y justo medio entre dos extremos) es para el autor del libro el más completo desde el punto de vista filosófico-político. Röpke otorga una especial importancia a las instituciones. Considera que éstas son entes concretos que encarnan una determinada cultura y un determinado ethos, un mundo vital de actitudes y valoraciones que constituyen las fuentes de un determinado comportamiento político o económico, que no es reducible, como pretende Fukuyama, al aprendizaje de unas técnicas económicas (mercado) y políticas (parlamentarismo). Por eso el estatuto de lo político (que no es sinónimo de estatal) frente a lo económico, el alcance del Estado respecto a la sociedad civil, es uno de los temas centrales del ordoliberalismo. Böhmler insiste en que las ideas económicas que expone en su libro deben ser situadas en el contexto de la filosofía político-societaria. Como dice la cita de Georg Christoph Lichtenberg, una de las cuatro con las que se abre El ideal cultural del liberalismo, «Quien entienda la economía solamente, no entiende ni siquiera la economía».

El ordoliberalismo intenta iluminar las condiciones de posibilidad del régimen económico liberal y define la economía como una economía política, donde la presencia de la mano invisible del mercado no implica que pueda prescindirse de la mano visible del Estado, como bien explica Bóhmler. Tal y como el autor señala, eso no significa que los ordoliberales se vean obligados a hacer concesiones al socialismo, sino que, más bien al contrario, no es descabellado apuntar una concordancia nada despreciable entre la doctrina ordoliberal y algunos aspectos de la crítica que la Doctrina Social de la Iglesia ha hecho de la ideología socialista.

La filosofía ordoliberal pretende, sin renunciar al postulado de un Estado fuerte, arrebatar al Estado el control de la esfera cultural, que se entiende como una función que corresponde a los grupos sociales, anteriores al momento histórico en el que aparece el Estado. De ahí que el ordoliberalismo conceda un especial interés a lo que hoy entendemos por sociedad civil y al principio de subsidiariedad, entendida por Rópke como principio de integración social vertical que descansa en el concepto de formación y educación.

La lectura de este libro resulta de especial actualidad por dos (y más) motivos. En primer lugar, porque, como apunta con acierto Bómler, existe cierto paralelismo entre lo que sucedió en Alemania occidental a partir de 1945 y la situación a la que se enfrentan los países excomunistas en este fin de milenio. En segundo lugar, porque, en estos tiempos de terceras vías y experimentos políticos, conviene acercarse a un estudio como éste sobre el ordoliberalismo, una doctrina que precisamente dice nacer de la necesidad de buscar una «tercera vía» que reconcilie —en palabras del autor— «el carácter dinámico de lo económico con la necesidad humana de integración afectiva y estabilidad societaria»; una tercera vía, en definitiva, capaz de ir más allá del capitalismo y el socialismo. La idea de Rópke de que la armonización entre política y economía no puede provenir de una división del trabajo entre mercado y Estado resulta, en ese sentido, iluminadora.

El ideal cultural del liberalismo se divide en dos partes. La primera (de carácter histórico-descriptivo) se centra en la crisis del capitalismo y en la reflexión intelectual que esta doctrina realiza, y se ocupa del ordoliberalismo como tercera vía, del neoliberalismo como recuperación de una economía «política» y de la relación entre la teoría ordoliberal y la praxis de la sociedad de mercado. En la segunda parte (de carácter conceptual-analítico), el autor estudia el ordoliberalismo como filosofía política; en concreto, como una filosofía de sentido común. La doctrina ordoliberal queda retratada como una filosofía política de sentido común que incorpora elementos del británico common sense, pero no se agota en él. El ordoliberalismo originariamente no fue concebido como un sistema filosófico-político completo, pero el examen de sus supuestos crisis del capitalismo ofrece, como ha señalado Bohmler, luces sobre el valor paradigmático de la filosofía política clásica.

Bohmler ha realizado un pormenorizado trabajo en el que quedan claros los antecedentes liberales y muy bien delimitada la diferencia entre los ordoliberales y pensadores liberales coetáneos relevantes como von Mises y Hayek, que el autor considera neoliberales. Y ello sin olvidar, claro está, a los oponentes intelectuales del modelo socioeconómico del neoliberalismo en la versión ordoliberal alemana. El empleo exhaustivo de fuentes da la garantía de un trabajo intelectual sólido que ofrece una singular aportación al debate filosófico-político actual.

Asesora en el Parlamento Europeo