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A la luz de lo acontecido en el período de entreguerras -la aparición de los regímenes totalitarios en Europa y el período general de expansión económica seguido por la Gran Depresión que comenzó en 1929- los economistas  comenzaron  a  investigar de manera sistemática las causas del ciclo económico. En particular, se preguntaron si era una característica innata del sistema de libre empresa; y, dada la eficacia aparente de las economías planificadas que hacían que los trenes fuesen puntuales, si aquel sistema sobreviviría. Friedrich A. Hayek, un joven economista austríaco que trataba de establecerse en el mundo académico británico, y John Maynard Keynes, el economista más famoso e influyente  de su época, estuvieron  en el meollo de este debate intelectual desde 193l hasta la muerte de este último en 1946.

El debate comenzó oficialmente cuando Economica publicó una crítica de Hayek al libro de Keynes Treatise on M oney. En su reseña, Hayek criticó a Keynes por no incorporar en su teoría del ciclo la estructura teórica del capital de Wicksell y de la primera generación de economistas austríacos. Keynes, en vez de defender sus propias teorías, que ya había  cambiado  cuando la segunda parte de la reseña apareció, respondió atacando el libro de Ha yek  sobre teoría monetaria,  Preciosy producción.

En lo esencial de esa polémica, observamos dos enfoques de la teoría y la política económica radicalmente opuestos. La defensa teórica por parte de Keynes de la política de estabilización -es decir,  el empleo de la política monetaria para contrarrestar los efectos del ciclo- refleja su actitud intervencionista. No obstante, como la mayoría de los intervencionistas, no se dio cuenta de que la política de estabilización que proponía era procíclica, al exacerbar los efectos de la depresión o de la expansion económica.

Hayek, por su parte, adoptó un enfoque «apriorista» que le permitió reconocer el carácter procíclico de las llamadas medidas de estabilización. En consecuencia, propuso una política no intervencionista de restricción, para  que el ciclo pudiera seguir así su curso normal. Para él, el ciclo económico no era una característica innata de la economía de libre mercado, sino una consecuencia inevitable de cualquier tipo de economía crediticia. La Escuela Austríaca atribuye este hecho a la diferencia entre la tasa de interés natural y la tasa de interés del mer cado que aparece en ese tipo de economía.

La realidad es que, en épocas de crisis -y el sistema capitalista experimentó una grave crisis durante los años de entreguerras- los llamamientos en favor de la intervención, incluso cuando ésta es la causa de la crisis, tienen mayor atractivo que los llamamientos en favor de la restricción. Consecuentemente, tanto los políticos como los académicos aceptaron de manera contundente las opiniones de Keynes. De hecho, la victoria del credo keynesiano fue tan apabullante que Hayek fue desacreditado totalmente como economista teórico. Al comenzar los años cuarenta, el austríaco concentró sus esfuerzos en los campos de la filosofía política, de la jurisprudencia, de la historia de las ideas e incluso de la psicología cognitiva.

No obstante, en los años setenta la historia comenzó a dar la razón a Hayek, el pensador económico. La mayoría de los países de Occidente, cuyos gobiernos habían adoptado las medidas intervencionistas de Keynes en el período de la postguerra, comenzaron a experimentar una subida general de precios acompañada por una disminución en el nivel de producción ( stagflation ), tal como había predicho Hayek. El austríaco también tuvo la fortuna de sobrevivir a la revolución comunista de la Unión Soviética, que había llevado a los pueblos de la Europa del Este al borde de la servidumbre. Después de todo, resultó que la planificación socialista no podía resolver los problemas del cálculo económico.

Desafortunadamente, hubo u n aspecto del debate en el que las ideas de Keynes han prevalecido hasta nuestros días. Nos estamos refiriendo, por supuesto, a los fundamentos metodológicos que dominan hoy en día las corrientes principales del pensamiento económico. Los principios keynesianos de política económica -la creencia que la política fiscal sirve para armonizar la economía y eliminar el ciclo- le obligaron a desarrollar teorías económicas que hacen  mayor uso de los agregados económicos. Esto, por su parte, propició la aparición de la econometría como disciplina hermana de las ciencias económicas, así como la formulación de modelos disparatados que no pueden suplantar a la teoría general de la acción humana, la Praxeología, que está basada en selecciones individuales.

La prominencia que han adquirido los aspectos cuantitativos dentro de la teoría económica se puede considerar como el legado más duradero de la revolución keynesiana. Hayek se percató del nuevo enfoque hacia la macroeconomía que  surgió tras la publicación de la Teoría ge­neral de Keynes. Sin embargo, el austríaco, cansado de disentir  sobre la política monetaria con el inglés y con sus discípulos, con quien a pesar de todo mantuvo una buena relación personal, se negó a criticar la obra maestra de Keynes. Es cierto también que la tentación totalitaria, en la que tantos intelectuales de Occidente cayeron, representó  a partir de los años treinta la mayor amenaza para el sistema de libre empresa, que Keynes también quería preservar.

Este volumen, editado por el profesor Cald well, recoge obras académicas, ensayos retrospectivos, algunos de ellos inéditos hasta ahora, y la correspondencia pertinente entre las partes involucradas: una combinación con un gran atractivo, tanto para el lector especializado como para el lector en general, ya que nos permite entrever al Hayek pensador económico, así como el papel que desempeñó en defensa del orden liberal y de la libertad indivi dual en el siglo XX. Luis Jacobo Rodríguez.