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Pese a la alharaca progresista que trata de disimularlo, vivimos tiempos de censura. Una censura posmoderna, basada no en la prohibición sino en la dictadura de lo políticamente correcto, que es método sibilino y cuya probada eficacia reside en convencer al censurado de lo conveniente de la reprobación.

No por casualidad, el Marqués de Tamarón vive hoy el momento de mayor lucidez e independencia intelectual de su dilatada –aunque aún no suficientemente larga— carrera. Acaba de publicar su opus magnum: Entre líneas y a contracorriente, y a la vista de la báscula y de la factura no es de extrañar que el editor más inclinado a patrocinárselo haya sido él mismo.

Los tres tomos que recogen años de bitácora del autor saben proclamar con profundidad –pero también con humor entretenido— el blasón de la república de las letras tamaroniana: “Sin cesura ni censura, no hay literatura”. En el actual marco de represión moral, los artículos de Tamarón, tan llenos de ideas como exentos de ideología, se leen con la satisfacción de constatar que hay sabios de nuestro tiempo que aún se atreven a afear lo peor que existe en él.

 

 

Marqués de Tamarón: Entre líneas y a contracorriente. Bitácora 2008-2018Amazon Publishing, 2018.

 

Es Entre líneas y a contracorriente obra compilatoria y enciclopédica al tiempo. En ella encontramos la mejor versión del liberal-reaccionarismo, aquella que propugna las mayores cotas de libertad individual sin renunciar a la reacción contra la cursilería. También la del conservadurismo, siguiendo la máxima de Pascal según la cual “tout ce qui se perfectionne par progrès périt aussi par progrès”.

Escribe Tamarón que la soberbia conduce al aburrimiento, y viceversa. Las páginas que acaba de presentar carecen de ambos pecados. Hay, por el contrario, ironía administrada en varios grados de crueldad, ira en favor de la naturaleza, provocación deliberada y gozosa incorrección política. Su división permite al lector inclinarse por la lingüística o el ensayo social, los temas políticos, culturales o costumbristas y, llegado el momento, entretener su pensamiento con la lectura de una exquisita novela, también publicada individualmente bajo el título de El rompimiento de gloria.

Una de las virtudes de este compendio, que lo es del conjunto de la obra tamaroniana, es combatir la corrupción del lenguaje sin caer en la pedantería, que no es sino otra cara de la misma moneda. También lo es un claro componente de crítica social que evita, milagrosamente, el esnobismo. Baste recordar el título de uno de los ensayos que componen su Guirigay nacional: “De reala de catetos a colectivo de cursis”.

El humor que encierran estas páginas es mucho, y se despliega entre británico, amontillado y orteguiano. Como botón de muestra, que la Insobornable Contemporaneidad considere que nada de lo humano le es ajeno podría haber llevado a Tamarón a declamar, con el joven Coleridge:

O curas hominum!
O quantum est in rebus inane!

Sin embargo, Tamarón se conforma con seguir el dictado de Ortega afirmando que “habrá menos liberalismo y más democracia”.

“Acaece que liberalismo y democracia son dos cosas que empiezan por no tener nada que ver entre sí, y acaban por ser, en cuanto tendencias, de sentido antagónico”, nos advierte El Espectador.

“Sería, pues, el más inocente error creer que a fuerza de democracia esquivamos el absolutismo. Todo lo contrario. No hay autocracia más feroz que la difusa e irresponsable del demos”.

Proféticas ideas escritas en 1926, que un Embajador de España trae al siglo XXI ventilándolas en tres tomos escritos con cesura y sin censura, pero cargados de mesura.


 

(Imagen de portada modificada tomada de https://www.flickr.com/photos/casamerica/24114447568)