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Aristóteles no escribió en su Poética, o si lo hizo no nos ha llegado, sobre el canon de la comedia; a todo lo más conocemos algunos rasgos que apuntó: imitación de hombres de calidad moral inferior, para abordar la realidad cotidiana y censurar los vicios de la sociedad. Con este fin, Aristófanes encuentra en la sátira de las costumbres de su tiempo el camino para denunciar cuanto encontraba desordenado, y mediante este procedimiento, verdadero eje de su dramaturgia, construye sus comedias que, al ridiculizar la realidad mediante la deformación, provoca en el espectador o en el lector la risa. En Las nubes (421 a.C.) caricaturiza a Sócrates y a la escuela socrática, pues no está conforme con otorgar la razón a aquel que mejor razone, independientemente de quien posea la verdad; en Las aves (414 a.C.) pone en la diana de su crítica a Atenas, la complejidad para habitar en una gran urbe, Pistetero y Evélpides la resuelven marchando a una ciudad construida en el cielo; en Las ranas (405 a.C.), las eternas disputas literarias sobre quien sea el mejor autor dramático, centran el tema de esta comedia: Eurípides y Esquilo se disputan el laurel del Olimpo y tras una larga y acerada discusión, Aristófanes se decanta por el segundo.

Estas y las otras ocho comedias conservadas, entre las más de cuarenta que escribió, ofrecen abundante información sobre la vida y costumbres de la sociedad ateniense, y sientan las bases de la comedia, pero a cambio exigen del lector atención, para observar los temas abordados, los ya enunciados y otros que de modo colateral se introducen, y amplios conocimientos del mundo helénico, pues solo desde esta perspectiva se disfrutan sus comedias (las ediciones que se publican contienen abundante aparato crítico, eficaz para desentrañar referencias o situaciones planteadas por el dramaturgo).

La lectura de Las nubes, Las aves y Las ranas ha inspirado a comediógrafos posteriores. Junto a la sátira y la parodia, Aristófanes emplea otros recursos para suscitar la risa, entretener y divertir: servirse de la expectativa (personajes y espectadores conocen poco de cuanto ocurre en la trama), permitiendo así que las nuevas situaciones provocadas por la acción dramática les sorprenda y aumente la extrañeza y la deformación de los hechos; acompañar al espectador a reírse de un personaje junto a otro personaje, pero deteniéndose en las burlas, antes de ridiculizarlos; y provocar situaciones absurdas, donde la lógica salta por los aires, o equívocos, siempre eficaces en el género cómico. Abundan en estas tres comedias los ingeniosos juegos de palabras, los dobles sentidos, las frases ambiguas y las expresiones escatológicas, fuente todas ellas de comicidad; asimismo, se leen o el lector descubre en los parlamentos efectos cómicos visuales, capaces de suscitar una sonrisa. Para un director de escena contemporáneo, en su tarea de convertir el texto en espectáculo, las comedias de Aristófanes constituyen un reto, porque junto a las herramientas suministradas por el comediógrafo debe elaborar una partitura dramatúrgica que acerque los contenidos a la actualidad, sin traicionar al autor o desequilibrar las comedias.

Profesor de Dramaturgia y Ciencias Teatrales, crítico de teatro y dramaturgo.