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¿Crónica de sucesos? ¿Novela policíaca? ¿Periodismo de investigación? Una vez más, Antonio Tabucchi (Vecchiano, 1943) recuerda a los lectores sus magníficas dotes de narrador. Y lo hace con una pequeña novela que, como Sostiene Pereira, destila carácter político. Eso no impide que La cabeza perdida de Damasceno Monteiro sea, ante todo, buena literatura.

La cabeza perdida de Damasceno Monteiro (Anagrama), 192 págs.

El comienzo es fabuloso. Manolo el Rey (uno de esos personajes breves, pero memorables, de toda gran obra literaria) descubre un cuerpo decapitado en un descampado de las afueras de Oporto. El diario lisboeta Acontecimiento envía a Firmino, un joven periodista, a investigar el suceso. A partir de ese momento, empieza a entretejerse una historia que pone en acción a alguien indispensable en el relato, el inolvidable abogado Fernando Diogo Maria de Jesus de Mello Sequeira, un personaje esencialmente tabucchiano sin el cual la narración no podría prosperar. Excéntrico, cultivado, marginal a su manera y de origen aristócrata, Fernando de Mello es la voz de la conciencia que recorre La cabeza perdida…

El tema: la tortura («la tortura puede venir de cualquier parte, ése es el verdadero problema»), la razón de Estado, la Grundnorm o Norma Base, el concepto jurídico de Hans Kelsen que aparece hacia la mitad de la novela e ilumina el resto de la lectura. La grundnorm, «si usted quiere, una hipótesis metafísica» situada en el vértice de la pirámide que representa el Derecho, la Justicia. La «grundnorm», el concepto que permite a los individuos abdicar de su responsabilidad individual y ampararse en la Norma Absoluta, con mayúsculas.

Lo que la última entrega de Antonio Tabucchi relata bien podría haber sucedido en cualquier país de Europa Occidental

Son unos cuantos los elementos de La cabeza perdida de Damasceno Monteiro que remiten a Sostiene Pereira. De nuevo, el protagonismo descansa sobre la figura de un periodista (aunque bien es verdad que la presencia de Fernando de Mello es insustituible). De nuevo, la acción transcurre en Portugal; ésta vez no se trata de la bella Lisboa, sino del viejo Oporto. Con todo, es preciso recordar que no estamos ante una novela «portuguesa». Lo que la última entrega de Antonio Tabucchi relata bien podría haber sucedido en cualquier país de Europa Occidental. De nuevo, el valor de la dignidad humana preside cada una de las frases del relato. Todo ello sin contar los guiños del autor a sus lectores habituales, que recordarán cómo la víctima de su anterior novela (galardonada con unos cuantos premios de prestigio internacional) se llamaba también, como la de ésta, Monteiro, Monteiro Rossi.

La narración discurre con una agilidad sorprendente y con un sentido del ritmo que mantiene la tensión dramática de forma perfecta. La sobriedad, el arte de utilizar las palabras justas —ni más, ni menos— para contar lo que ocurre es una de las grandes virtudes de este escritor.

No es del todo típico recomendar lecturas en estos meses del año. Pese a todo, hay que indicar a los lectores de NUEVA REVISTA que La cabeza perdida de Damasceno Monteiro no les defraudará. Si les gustó Sostiene Pereira, no dejen de leerla.

Profesora de la facultad de Ciencias de la Información en la UCM