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En septiembre de 1999 tenía que formalizar mi matrícula de tercer curso de Periodismo, licenciatura que estaba realizando en aquel momento. Ese año, todos sabíamos que debíamos enfrentarnos a una de las asignaturas clave de la carrera: Redacción Periodística. Aunque en los cursos precedentes ya nos habían hablado de los Géneros Periodísticos, la formación que habíamos recibido había sido bastante más teórica (las Historias del Periodismo Español y Mundial, las Teorías de la Comunicación y de la Información o las nociones básicas de Economía, Lengua Española, Derecho, Sociología o Literatura que se presupone que todo buen periodista debe tener). Sin embargo, en tercero la licenciatura daba un giro radical y se convertía en lo que todos estábamos deseando: una carrera más práctica en la que, por fin, podríamos escribir nuestros primeros reportajes, nos estrenaríamos como entrevistadores y descubriríamos los estudios de radio y televisión.

Ilusionada por todo ello, rellenaba los papeles junto a mis compañeros y, cuando seleccionamos el grupo en el que queríamos entrar, decidimos hacerlo en uno en el que las clases de Redacción Periodística las impartía el profesor Martínez Albertos. Aunque tenía fama de ser muy duro, a esas alturas de nuestra vida universitaria a todos nos habían hablado de sus teorías y la mayoría de profesores nos remitían a su manual, el Curso General de Redacción Periodística. Por tanto, lo mejor era que gozáramos del privilegio de que fuera él quien nos las transmitiera y no otra persona.

La experiencia resultó muy gratificante. Yo estudiaba Periodismo, pero ya entonces tenía muy claro que, en algún momento, completaría mi formación con otra carrera: Filología Clásica, pues ésta era mi otra vocación. Por eso, hubo un aspecto de la asignatura que llamó especialmente mi atención cuando el profesor Martínez Albertos nos habló de la Teoría de los Géneros Periodísticos, a la que se refería como “una construcción teórica que surge por extrapolación de la teoría clásica de los géneros literarios”, desde un punto de vista filológico. Estaba íntimamente relacionada con los estudios de Poética. La idea más extendida era que el primer estudioso que había utilizado el concepto de Género Periodístico fue Jacques Kayser, en los últimos años de la década de los 50 del siglo XX. Sin embargo, el profesor Martínez Albertos insistía en hacer un inciso, recogido en su manual y que reproduzco a continuación (1):

“La aclaración precisa, a mi juicio, es que en el panorama internacional de los estudios sobre Periodismo la teoría clasificatoria de los géneros periodísticos no se hizo inicialmente con una preocupación filológica o literaria, sino descaradamente sociológica. El criterio clasificatorio de los géneros periodísticos es uno de los procedimientos descriptivos que utiliza Kayser para proceder a una valoración cuantitativa de los mensajes que aparecen en los diarios. El  planteamiento de la teoría de los géneros como una cuestión básicamente filológica o relacionada con la creación literaria no hay que buscarlo, por tanto, ni en Kayser ni en trabajos similares patrocinados por la UNESCO, -como por ejemplo Une semaine dans le monde, del mismo J. Kayser, o One Day in the World’s Press, de Wilbur Schramm (2). De acuerdo con todos los datos que he podido reunir, fue la Universidad de Navarra uno de los primeros centros de investigación en el mundo occidental –y puede que, tal vez, el primero- donde se empezó a trabajar sistemáticamente con la teoría de los géneros periodísticos a partir de un enfoque filológico. Desde comienzos del curso 1959-60, en el Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra se explicó en el plan de estudios de la asignatura Redacción Periodística con el enunciado añadido de “Los géneros periodísticos” y yo fui el encargado de esta materia en aquellos primeros años. Pero debo confesar que la decisión sobre este enfoque y el diseño primitivo del esquema clasificatorio de los géneros y sus funciones fueron idea inicial del profesor Antonio Fontán, director entonces de dicho centro universitario. Llegamos pues a la conclusión final siguiente: la teoría de los géneros periodísticos se formula en un primer momento como una técnica de trabajo para el análisis sociológico de inspiración rigurosamente cuantitativa; posteriormente, sin embargo, ha quedado perfilada como una doctrina filológica propia de la Sociolingüística, que sirve como eficaz instrumento no sólo para el análisis cualitativo y cuantitativo en el campo de las Ciencias Sociales, sino también para valoraciones críticas de carácter literario y lingüístico”.

Esta aclaración la realizaba el profesor después de exponernos su clasificación de los Géneros Periodísticos. Según él, “toda la técnica del trabajo periodístico persigue un objetivo: informar y captar al lector por el camino de la comunicación de unas noticias y la hábil exposición de unas ideas. Esta meta se consigue por diferentes caminos que a su vez dan origen a las tres modalidades del estilo periodístico: el estilo informativo, el estilo de solicitación de opinión y el estilo ameno”. Así, la clasificación final que propone el profesor Martínez Albertos se estructura en cuatro columnas: Estilo, Actitud, Géneros periodísticos y Modos de escritura. En este último apartado, nos remite a las enseñanzas transmitidas hasta nosotros por la Retórica clásica y, siguiendo las aportaciones de Roland Barthes, Martínez Albertos explica que “dentro del antiguo árbol retórico, la dispositio es la rama en la que coinciden la narración, la descripción, la exposición y la argumentación. Me parece de gran utilidad que los periodistas de nuestra época conozcan los precedentes clásicos de los modos de escritura usados hoy para los sofisticados mass-media de nuestro siglo” (3).

Cuento todo esto porque ahora, trece años más tarde, estoy ocupada por completo en  la elaboración de mi tesis doctoral. En ella aúno mis dos facetas, la de periodista y la de helenista, y uno de los puntos de partida de mi trabajo es la clasificación de los géneros periodísticos (4) que a mí me transmitió Martínez Albertos y que a él le inspiró Antonio Fontán. Recientemente, he podido comprobar que la base de esta clasificación se encuentra en la Poética y en algunos  aspectos de la Retórica aristotélica. El profesor Ángel Sierra de Cózar me hizo llegar el número 3 de la revista Estudios sobre el mensaje periodístico, de 1996. Se trata de un interesantísimo ejemplar monográfico dedicado a la primera tesis doctoral sobre Periodismo, realizada por Tobías Peucer (Leipzig, 1690) en el que se publica el texto facsímil en latín según edición del siglo XVIII de la Universidad de Leipzig y la traducción realizada por el propio Ángel Sierra. El título de la tesis de Peucer es De relationibus novellis. Las define así: “el contenido de las relationes novellae es la noticia de hechos diversos ocurridos recientemente en uno y otro lugar del mundo. Éstas, en efecto, aparte de respetar la secuencia estricta de las acciones conexas y sus causas, limitándose a la desnuda exposición de los hechos, o bien registran solamente informaciones sumarias, o mezclan asuntos de distinta índole, conforme ocurren cada día en la vida o los trae la fama, para que esta agradable variedad atraiga y retenga al lector”. En las páginas que componen esta tesis encontramos numerosos paralelismos con los textos informativos de nuestros días y, además, es muy curioso el hecho de que Peucer utiliza continuamente citas de autores clásicos como Cicerón, Luciano, Quintiliano y Plinio.

En este monográfico, encontré también un artículo titulado Periodismo, periódicos y relatos periodísticos, en el que el profesor Martínez Albertos ofrecía su reflexión personal sobre la tesis de Peucer y destacaba lo siguiente: “Llama la atención que Peucer, tan amigo y devoto de los clásicos, no utilizara en este tema particular al maestro por excelencia – Aristóteles- y al libro de los libros, la Biblia laica para todo tipo de cuestiones sobre lenguaje y estilos: la Poética” (5). Continúa ofreciendo un pasaje del estagirita que destaca en otros artículos: “Dice Aristóteles allí y lo que dice bien podía haberlo incluido Tobías Peucer en su repertorio de consejos para escribir relationes novellae:

‘La excelencia de la elocución consiste en que sea clara sin ser baja. Ahora bien, la que consta de vocablos usuales es muy clara, pero baja. Es noble, en cambio, y alejada de lo vulgar, la que usa voces peregrinas y entiendo por voz peregrina la palabra extraña, la metáfora, el alargamiento y todo lo que aparta de lo usual (…). Por consiguiente hay que hacer, por así decirlo, una mezcla de estas cosas; pues la palabra extraña, la metáfora, el adorno y las demás especies mencionadas evitarán la vulgaridad y la bajeza y el vocablo usual producirá la claridad’ (6).

Termina diciendo Martínez Albertos: “La excelencia de la elocución consiste en que sea clara sin ser baja. Tenemos a mano un consejo sobre pautas estilísticas para el relato periodístico – relationes novellae, diría Peucer- que llega hasta nosotros por una vía segura y sin fisuras desde cerca de cuatrocientos años de Cristo. La lectura de textos como el De relationibus novellis, de Tobías Peucer nos trae a la conciencia el recuerdo de que también el Periodismo depende científicamente de un patrimonio común de conocimientos compartidos y universales y que este patrimonio común está en la base de la cultura occidental”.

Cuando acabé de leer este artículo, encontré una nota que me había dejado el profesor Ángel Sierra y que me remitía al número 89, publicado en 2003, de Nueva Revista de Política, Cultura y Arte. Lo busqué y me llevé una gratísima sorpresa: era un número extraordinario en homenaje a Antonio Fontán y, cómo no, había en él un artículo escrito por José Luis Martínez Albertos. Se titula Génesis de la periodística: una invención magistral (7) y, en él, nos cuenta Martínez Albertos que sus primeros contactos con Antonio Fontán se remontan a 1955, en la redacción de la revista de información gráfica  La Actualidad Española, situada en la calle Gaztambide de Madrid. Un año antes, Fontán se había sumergido también en la aventura cultural de Nuestro Tiempo, donde Martínez Albertos publicó por sugerencia de Fontán en 1956 su primer trabajo en esta publicación de la que después fue redactor, secretario de redacción, redactor jefe y, finalmente, director. Como cuenta el propio profesor, el cargo de director lo desempeñó en Pamplona entre el mes de abril de 1962 y el de marzo de 1963 y, precisamente, fue Fontán quien le entregó el testigo en la dirección de la revista. Después, Martínez Albertos nos relata que “el patrón incuestionable del barco, el jefe máximo, era un catedrático de Latín, a quien teníamos como maestro permanente y tutor efectivo para todas las estaciones del año, Antonio Fontán”.

Lo encontré muy emotivo y, aún más, lo que venía a continuación: “La huella más profunda y eficaz del magisterio de Antonio Fontán yo debo situarla en Pamplona, en el entonces naciente Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra, germen inicial de la actual Facultad de Comunicación. El propósito de esta colaboración mía es explicar la influencia que sus enseñanzas han tenido en un campo científico en el que habitualmente él no se desenvuelve. Una influencia, si se quiere, por vía indirecta e interpuesta, pero que está produciendo ya unos resultados muy prometedores en el terreno de lo que se entiende actualmente por Periodística o Teoría del Periodismo”.

Seguidamente, reproducía el texto que yo leí hace tantos años (entonces, Antonio Fontán me resultaba desconocido), en mi manual de Redacción Periodística cuando estudiaba la Teoría de los Géneros Periodísticos y que he incluido al principio de este trabajo. Pero lo que me hizo esbozar una sonrisa fue lo que leí después: “Y añado aquí que, como resultado inmediato de aquellas directrices académicas del maestro Fontán, año y medio después, curso 1961-62, los alumnos contaron ya con unos Guiones de clase de Redacción Periodística (Los géneros periodísticos), en una edición ciclostilada que improvisé y que conoció varias reimpresiones a cargo de una librería universitaria de Pamplona. Estos apuntes tuvieron una asombrosa difusión en varios centros americanos dedicados a la enseñanza del periodismo. No ha sido ésta la única vez en que he manifestado por escrito a quién debe atribuirse la autoría inicial de esta teoría filológica acerca de los géneros periodísticos. Oralmente, y tanto en clase como en debates de congresos y seminarios, he tenido oportunidad de hacerlo repetidas veces”. Cuando acudía cada mañana a la Facultad de Ciencias de la Información no le di demasiada importancia. Sin embargo, ahora que he vuelto a abrir mi Curso General de Redacción Periodística y he visto subrayadas aquellas páginas en las que se nos habla del enfoque filológico de la teoría de los géneros periodísticos que me va a acompañar mientras trabaje en mi tesis doctoral, no puedo evitar sentir una enorme satisfacción por haber sido una de esas alumnas que estaban presentes en aquellos momentos en los que el profesor Martínez Albertos daba las gracias públicamente a su gran maestro: Antonio Fontán.

1 Martínez Albertos, J. L. Curso General de Redacción Periodística. Internacional Thompson Editores (Spain Paraninfo S.A.), Madrid, 1991, pág. 393.

2 Sobre este aspecto: Martínez Albertos, J. L. Guiones de clase de Redacción Periodística, Pamplona, 1992, págs. 68-69.

3 Roland Barthes, Investigaciones Retóricas I. La antigua Retórica, Barcelona, 1982, págs. 65-71.

4 Ha pasado mucho tiempo y han surgido nuevos intentos de clasificar los géneros, sobre todo debido al gran avance tecnológico que se ha producido. Hay quienes piensan que algunos géneros, como los reportajes amplios, han quedado obsoletos y que han surgido otros como el análisis o el informe. Sin embargo, yo no estoy de acuerdo: los grandes reportajes siguen muy presentes (sobre todo en prensa escrita, donde los vemos cada fin de semana, aunque también en los demás medios) y sí, las nuevas tecnologías han supuesto un gran avance, pero la base sigue siendo la misma.

5 Martínez Albertos, J. L. Periodismo, periódicos y relatos periodísticos, en Estudios sobre el mensaje periodístico, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense, número 3, 1996, págs. 71-72.

6 Martínez Albertos lo toma de: Aristóteles, Poética, Gredos, Madrid, 1974, pág. 208.

7 En Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, nº 89, septiembre-octubre de 2003. Número extraordinario homenaje a Antonio Fontán, págs. 94-98.

Licenciada en Periodismo por la UCM y en Filología Clásica por la UAM, Máster en Filología Clásica.