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A primera vista, puede sorprender que un corso, al principio nacionalista, nacido en una familia con estrecheces económicas, apestada para unos políticos locales de una isla comprada por un nuevo país, se convierta con el paso de los años en uno de los hombres más poderosos de la historia. Es curioso cómo el transcurso natural de los acontecimientos, en ocasiones, se ve alterado por individuos que cambian el rumbo de una sociedad.

Se han escrito muchas biografías de Napoleón y probablemente se sigan escribiendo desde diferentes perspectivas porque su vida muestra cómo ascender socialmente y gestionar lo público. La biografía escrita por el historiador británico y miembro de la International Napoleonic Society, Andrew Roberts, está enriquecida por 33.000 cartas, inéditas hasta ahora, firmadas por el propio Bonaparte, pertenecientes a la Fondation Napoleon de París que ilustran de forma directa el carácter del francés con profusión de anécdotas y declaraciones.

Además, Roberts, para cumplir con su máxima de que «un historiador que no ha visitado el campo de batalla se parece a un detective que no se molesta en visitar el lugar del crimen», ha inspeccionado 53 de los 60 campos de batalla napoleónicos, realizado en barco el viaje hasta Santa Elena e investigado en 69 archivos, bibliotecas, museos e institutos de investigación de quince países diferentes durante más de seis años para escribir un relato de 748 páginas acompañadas por otras 144 páginas de notas, bibliografía, listas de artículos inéditos, ilustraciones, mapas y nombres.

La trayectoria de Napoleón sería inexplicable sin su fulgurante carrera militar. Roberts detalla cómo Bonaparte pasó cinco años y medio como subteniente, un año como teniente, dieciséis meses como capitán, solo tres meses como mayor, nada de tiempo como coronel y tras haber permanecido de permiso cincuenta y ocho de sus noventa y nueve meses de servicio, con menos de cuatro años de servicio activo, el francés fue ascendido a los veinticuatro años a general. El historiador británico muestra cómo trasladó al campo de batalla lo que otros habían ideado, como el bataillon carré, propuesto por Guibert y Bourcet, o el sistema de cuerpos militares, que permitía a los batallones hacer un movimiento de 90º en el frente.

Napoleón participó en sesenta batallas y asedios y perdió siete enfrentamientos. En opinión del autor, «su sentido para el combate y su capacidad para tomar decisiones mientras, fueron extraordinarios», y afirma que le sorprendió en sus viajes a los campos de batalla «su instinto para la topografía, su precisión a la hora de calcular distancias y elegir escenarios y su planificación». Los diferentes movimientos de las batallas están minuciosamente descritos y explicados en el libro. Es de agradecer los 29 mapas con los que cuenta el libro para entender mejor los enfrentamientos, el movimiento de los ejércitos y los cambios en las fronteras políticas ya que, en algunos casos, la profusión de datos puede hacer confusa la lectura.

Napoleón muestra cómo el buen resultado de muchas de sus campañas, en las que eran habituales la falta de suministros y la propagación de enfermedades, se debe a su instinto para las relaciones públicas. El libro estudia la importancia que Napoleón daba al uso de aniversarios y distinciones para fomentar la adhesión al emperador y al régimen. El autor muestra cómo Bonaparte, durante sus años en el poder, nombró 3.263 nobles, de los cuales el 59% fueron militares, el 22% fueron funcionarios y un 17% personalidades destacadas, con el objetivo de lograr una meritocracia.

En una de sus cartas, el francés consideraba que «la opinión pública es un poder invisible, misterioso e irresistible» y que «nada es más volátil, más vago, nada más fuerte. Siendo así de caprichosa, no obstante es más sincera, razonable y acertada de lo que se podría pensar». Su conocimiento de este poder le llevo a constituir una férrea censura en los medios, un poderoso servicio de inteligencia y la publicación de boletines para sus tropas con los que fomentar el esprit des corps.

Un interés por la opinión pública que desvela el carácter de misión que tenía su régimen ilustrado, tanto dentro  como fuera de sus fronteras. El autor señala que Napoleón era «un intelectual en sentido pleno, y no solo un intelectual entre los generales. Había leído y anotado la mayoría de los libros más profundos del canon occidental. Era un entendido, crítico, incluso teórico amateur en tragedia dramática y música, abogaba por la ciencia y se relacionaba con astrónomos; disfrutaba de prolongadas discusiones teológicas con obispos y cardenales, y no se desplazaba a ningún lugar sin la compañía de su extensa y bien provista biblioteca».

Roberts muestra cómo tras cada conquista buscaba modernizar las leyes del país, contactaba con intelectuales y trataba de llevar a París sus obras de arte, siendo la campaña en Egipto el ejemplo paradigmático. En opinión del autor, Napoleón supo distinguir los mejores aspectos de la Revolución francesa —la igualdad ante la ley, el gobierno racional, la meritocracia— de los negativos, por lo que Napoleón «no fue un dictador totalitario, y no mostró ningún interés en controlar todos los aspectos de la vida de sus súbditos. A pesar de ejercer el poder en un grado excepcional, no lo hizo con crueldad o ánimo vengativo». El historiador considera que la crítica más frecuente contra Napoleón es la invasión de Rusia, a la que responde que el objetivo del francés era cumplir los acuerdos de Tilsit para continuar con el bloqueo comercial a Inglaterra y no conquistar territorialmente el país eslavo.

Andrew Roberts ha logrado con esta obra darnos a conocer a la persona que hay detrás de la propaganda con sus miedos, intereses y cálculos para lograr sus fines. Y lo ha hecho manteniendo el ritmo narrativo durante todo el relato, especialmente durante el golpe de estado en el parlamento y la campaña rusa. Merecidamente ha logrado el Grand Prix Fondation Napoleon 2014 y Los Angeles Times Biography Prize 2015 por cómo este libro hace amena, con un gran rigor documental, la vida del pequeño corso.

Historiador y periodista