Tiempo de lectura: 10 min.

Acaban de celebrarse las elecciones municipales y autonómicas y, como siempre, los resultados están abiertos a distintas lecturas. Tantas como partidos, a tenor de las primeras reacciones que se han conocido. Pero son interpretaciones cuya escenificación forma parte de la estrategia de comunicación electoral: ante los propios y ante los rivales hay que mostrarse vencedores. Sólo así se mantendrá la moral.

Ahora bien, ¿qué lectura interna estarán haciendo los partidos? Es de imaginar que la de más largo plazo; o al menos, ésa sería la más estratégica e inteligente. Pues, tras alcanzar el poder o perderlo, los partidos políticos, que comunicaron en campaña para lograr el voto, tienen ahora que plantearse cómo abordar la gestión de lo que prometieron y su comunicación. Se pone a prueba, entonces, la capacidad de estar en verdadera conexión con sus votantes. Y de construir, entre éstos, una buena imagen, lo que en la comunicación empresarial se denomina la marca.

De ahí que un partido que de verdad vela por su supervivencia (esto es, no sólo por los votos de hoy, sino también por los de mañana) ha de plantearse hoy preguntas como las siguientes: mis votantes han depositado su confianza en mí ¿para hacer qué? O, por el contrario, me han retirado la confianza ¿por haber hecho qué?, ¿o por haber dejado de hacer qué?

Desde este planteamiento, desde la construcción de la marca o imagen de largo plazo de los partidos, abordamos el análisis electoral.

PUNTO DE PARTIDA: PARA INTERPRETAR ADECUADAMENTE LAS URNAS

Partimos de una descripción básica de los resultados, hoy ya suficientemente conocida. El Partido Popular ha obtenido 155.991 votos más que el Partido Socialista, un 35,60% de los votos emitidos frente al 34,90%. Obtiene también más alcaldes, aunque menos concejales, que el partido del Gobierno. Es la lista más votada en más municipios y comunidades autónomas. Mantiene, sobradamente, las comunidades autónomas de Castilla y León, Valencia y Murcia, y es el claro triunfador de Madrid. Sin embargo, la ausencia de la mayoría absoluta en varios municipios (como, por ejemplo, Palma, Orense, Vitoria, Jaén o Zamora) y en Navarra le hará perder poder territorial.

El Partido Socialista, por su parte, pasa a ser la lista más votada en Canarias, aunque no con la mayoría suficiente para formar gobierno. Seguirá gobernando en Aragón, Asturias, Extremadura y Castilla La Mancha. Los resultados de estas dos últimas comunidades muestran que, si bien hay allí un cierto avance del PP el PSOE ha realizado con éxito la transición de dos importantes liderazgos. En el saldo negativo del PSOE hay que situar la otra cara del triunfo popular de Madrid: se abre aquí un grave problema de liderazgo. Por último, el poder local que gana gracias a los pactos con otras fuerzas es un resultado cuyo carácter positivo o negativo valoramos más abajo.

Estos resultados son buenos o malos, dependiendo del efecto de largo plazo. Y, a nuestro juicio, tres son las cuestiones que hay que tomar como objeto de análisis. En primer lugar, las motivaciones del voto. En segundo, el hecho de que en un importante número de municipios y en alguna comunidad autónoma no podrá formar gobierno la fuerza más votada. Y por último, las consecuencias que pueda tener la vuelta de ETA a las instituciones a través de las listas de ANV, cuya impugnación no fue solicitada por el fiscal general del Estado. Son las cuestiones que analizamos a continuación.

LAS MOTIVACIONES DEL ELECTOR: ¿POR QUÉ ME HAN VOTADO?

La marca de una organización (somos conscientes de que no estamos utilizando los términos con absoluto rigor) no es el nombre, símbolo o logo que le representa. Es algo más amplio e intangible: son los valores que la hacen diferente y que sea preferida al resto de las organizaciones del sector. Aplicado al caso, los partidos en liza se juegan su marca en su carácter liberal, social, eficaz, dinamizador, reformista… Pero lo importante no es tanto la marca como la imagen de marca, es decir, la percepción que los públicos tienen de la misma. Por eso, uno de los análisis que ha de hacer todo partido político estos días es el de las motivaciones que han activado los votos a favor o en contra.

La campaña ha hecho evidente a los ojos de los electores que tanto el PP como el PSOE tenían en su horizonte los siguientes comicios electorales nacionales. Rajoy y Zapatero se han empleado a fondo dando prioridad a temas nacionales sobre los autonómicos o locales: el terrorismo y la presencia de ETA en las instituciones, el futuro de Navarra, la corrupción, etc.

¿Han respondido los votantes en clave nacional? ¿O hay otros factores que han pesado en la decisión de voto, como puedan ser el candidato, el equipo de gobierno, la gestión realizada o los programas electorales? ¿Cuánto ha preocupado la inmigración, la vivienda, los parques y plazas, las carreteras, la educación o la sanidad?

Los datos con que se cuentan son los resultados electorales. Y de ellos se podría decir, por ejemplo, que en Madrid, además de gestión y liderazgo, ha funcionado la clave nacional; que, en lugares como Canarias, el candidato ha constituido un reclamo importante; que, en Castilla-La Mancha o Extremadura, el partido tiene bien asentado su atractivo como partido; que en capitales como Oviedo, Valencia, Granada, Cádiz, Murcia, etc., puede haber operado una mezcla de distintos factores como la gestión y el liderazgo del equipo y del alcalde. O que en capitales como La Coruña o Sevilla hay importantes advertencias sobre la gestión realizada.

Pero no dejan de ser estas afirmaciones hechas con cierta inseguridad. Contestar con acierto a la pregunta planteada requeriría de una investigación más elaborada que, utilizando técnicas de sondeos y grupos de discusión, permitiera llegar a las motivaciones más profundas de los votantes. Una información ciertamente rica para que cada partido pueda interpretar correctamente a sus seguidores, establecer de manera estrecha la relación con ellos y construir así su marca de forma más sólida.

PACTAR O NO PACTAR. CONSECUENCIAS A LARGO PLAZO

Son muchas las ciudades en las que puede no gobernar la lista más votada. Tal es el caso de La Coruña, Vigo, Pontevedra, Santiago, Pamplona, Palma de Mallorca, Zamora o Logroño. En seis comunidades autónomas y más de veinte capitales de provincia la fuerza gobernante será la que resulte ganadora de las negociaciones que durante estos días están llevando a cabo los partidos.

El pacto o coalición entre distintas fuerzas políticas es resultado de que el sistema busca que los gobiernos estén apoyados por grandes mayorías. Desde una perspectiva «integradora» y «plural», se esgrime la bondad del pacto: quien pacta es abierto, dialogante, capaz de ceder, etc. Lo contrario de quien no pacta.

Pero la cultura de pacto no es, a nuestro juicio, ni buena ni mala. Todo depende de lo que se pacte y para qué. Pues puede suceder también que, al pactar, el partido, en aras de situarse en el poder, esté sacrificando lo más propio, devaluando su identidad y perjudicando su marca en el largo plazo.

Un sistema político habituado al pacto es Alemania, que tiene coaliciones de gobierno en una buena parte de sus lander. Incluso en varias ocasiones —el momento actual es uno de ellos— sus dirigentes se han implicado en una gran coalición, con la inclusión de los dos grandes partidos (la derecha y la izquierda). De los resultados que han cosechado tales coaliciones —no han sido gobiernos precisamente inestables, y de ellos se han derivado importantes avances— se puede concluir que sus líderes han tenido una cultura de pacto llena de visión política y de Estado, gracias a la cual han aunado fuerzas para resolver los también grandes problemas de Estado.

Italia es también un país acostumbrado al pacto. Pero de sus resultados —una gran inestabilidad: Italia es de los países con más baja duración media de gobiernos— se puede concluir que la cultura del pacto significa aquí una gran habilidad estratégica y astucia para ocupar el poder. Que esta inestabilidad no haya ido acompañada de un desastre económico es un misterio cuya explicación sólo encuentran los analistas políticos en la propia idiosincrasia italiana.

¿Cuál es la situación al respecto en España? De las negociaciones que se están llevando a cabo pueden resultar distintos acuerdos: una coalición de gobierno propiamente (se reparten los puestos de gobierno); un pacto explícito (se apoya al gobierno en su investidura, a cambio de determinados compromisos); o un acuerdo por el cual no se apoya al gobierno en la sesión de investidura, pero la abstención que se manifiesta no impide que gobierne en mayoría simple. Pero, en todo caso, los pactos van a «desvirtuar» la voluntad expresada en las urnas, y a perjudicar la relación del partido con sus votantes: éstos les dieron el voto para hacer algo. Y puede resultar que lo que hagan no sea aquello para lo que se lo dieron. Ahora bien, la situación varía mucho por municipios y comunidades autónomas.

Se podría decir que la posibilidad que tiene el PSOE, con mayoría simple, de gobernar en coalición con IU en muchos municipios, o con partidos nacionalistas (Coalición Canaria, BNG, PNV y ERC) es, dentro de todo, de las menos difíciles. Al fin y al cabo, es la mayoría más votada. Y lógico es que busque acuerdos para gobernar. Lo que ha de valorar este partido es el perjuicio que le pueda causar entre sus votantes la cesión de puestos de gobierno a partidos con quienes no comparten planteamientos, o el perjuicio que, a la larga, se deriva de gobernar con un equipo que rema en direcciones distintas, cuando no contradictorias.

Algo así es lo que sucede en Barcelona. A nuestro juicio, sería un error que el PSOE interpretara que el electorado ha querido revalidar su tripartito. La coalición del PSC con Iniciativa per Catalunya y Esquerra ha impedido al más votado de los tres, el primero, desarrollar su programa tal y como lo planteó en campaña (eso, por no hablar de los extravagantes episodios que el tripartito catalán protagonizó en la legislatura anterior). El gobierno que preside ahora José Montilla debe demostrar que el pacto no afectará a su gestión. Pues los datos muestran, más bien, que el electorado ha querido castigar al tripartito, aunque el sistema no se lo ha permitido del todo. Y si es cierto el rumor de que ERC no quiere repetir, se pondría de manifiesto que las coaliciones, cuando no salen bien, además de perder electores, aumentan la distancia entre las fuerzas que coaligaron.

Los casos en que gobernará el PSOE, aun no siendo la fuerza más votada, gracias a distintos apoyos (como es el caso, por ejemplo, de Orense o Zamora), además de tener el problema anteriormente señalado (el de estar condicionado por la izquierda radical y los nacionalistas), tiene también el de contar con una mayoría que no optó por él. La comunicación permanente que ahora se inicia con un electorado de estas características es verdaderamente complicada.

Por último, para el Partido Popular queda hacer la reflexión sobre lo que significa tener dificultades de gobierno en tantos municipios. Una reflexión que han hecho también Sarkozy o Cameron. Una reflexión que incluye calcular bien dónde está el equilibrio entre no devaluar la marca y hacerla más inclusiva.

EL ESCENARIO DE NAVARRA: UN PROBLEMA PARA LA MARCA PSOE

Pero el escenario del pacto más complicado es el de Navarra. Como es sabido, UPN, aun siendo la fuerza más votada, no podrá formar gobierno, y Nafarroa Bai, que agrupa a fuerzas nacionalistas, se establece por primera vez con doce diputados.

Pero no se puede concluir de este resultado que el electorado haya castigado a un PP drástico por su constante aviso de que Navarra corre peligro: aun con el descenso de participación, UPN ha obtenido más votos que en las elecciones anteriores. Y si no puede formar gobierno es por el descenso de su socio, CDN. Tampoco se puede concluir que los navarros sean más nacionalistas: si se suman los votos del PSOE y del PP, es evidente que tal cosa no ocurre.

La verdadera conclusión es que Navarra deja al PSOE en una compleja situación. Para formar gobierno foral tendría que pactar con Nafarroa Bai, además de con IU. Todavía más difícil es el caso de la alcaldía: tendría que hacer coalición con ANV. A los pocos minutos de ponerse de manifiesto tal complejidad, el PSOE se apresuró a decir que nunca contaría con los votos de ANV, por motivos evidentes. Motivos que no debieron ser tan evidentes cuando el fiscal general del Estado decidió no incluir esta lista entre aquellas que consideraba que había que impugnar. Todo hace pensar que las consecuencias lesivas que pueda tener para el PSOE un apoyo de ANV hará que este partido deje gobernar a UPN con mayoría simple.

Lo que el PSOE decida para el gobierno foral puede tener consecuencias importantes. Miguel Sanz, el presidente del gobierno de UPN saliente, se ofreció de inmediato para un pacto UPN-PSOE. Los socialistas tienen entonces el siguiente dilema. Pueden optar por UPN, algo que verían como una auténtica actuación de Estado (del estilo de la gran coalición alemana) no sólo los votantes del PP, sino muchos votantes socialistas y no pocos diputados socialistas. Las grandes diferencias que hay entre los navarros del norte y los de la Ribera permiten imaginar los problemas que en estos momentos estará teniendo el candidato del PSOE, Fernando Puras, para aunar la posición. Optar por Nafarroa Bai haría evidente que el PSOE no tiene inconveniente en coaligarse con un partido que tiene la clara intención de anexionar Navarra al País Vasco. De manera que el PSOE está expuesto a una decisión que tendrá importante efecto en su imagen de marca, no sólo entre los socialistas navarros, sino los de todo el país.

Por último, precisamente por una preocupación de marca, y de cara a las elecciones nacionales, una opción posible sería que los socialistas dejaran gobernar a UPN en minoría, tanto en el gobierno autonómico como en el municipal, dejando para después de los comicios nacionales la modificación del escenario mediante la técnica de la moción de censura.

ANV: EL ERROR DE ZAPATERO

La decisión de permitir participar a ANV en las elecciones es una apuesta del Gobierno difícil de comprender, incluso para sus más afines. El PSOE afronta con aire de jugada de ruleta los próximos meses que quedan hasta las elecciones generales. Es un todo o nada que, con la constitución definitiva de los gobiernos municipales, puede dejar en una situación delicada al Gobierno. Como es sabido, a través de la Fiscalía General del Estado, el Gobierno impugnó 133 candidaturas de ANV y afirmó que no encontraba elementos suficientes para proceder contra las otras 120 listas, que han sido las que finalmente se han presentado a los comicios locales. Días después y ya transcurrido el plazo, Batasuna pedía a sus militantes que votaran a ANV. ETA, a través de su brazo político, volvería a las instituciones si la voluntad popular no le daba la espalda. Vanas ilusiones.

Tras una tregua en la que, un día sí y otro también, se comentaba en los mentideros oficiosos que el mundo abertzale vivía al borde de la ruptura, sus bases se han pronunciado sobre la marcha de la negociación. ANV ha conseguido 337 concejales en el País Vasco y 100 en Navarra. O, visto de otro modo, ha logrado vencer en 19 de los 22 municipios vascos en los que gobernaba Euskal Herritarrok hasta las municipales de 2003 y en los que ANV ha podido presentarse, algunos tan simbólicos para ellos como Oiarzun, Hernani, Pasajes o Arrasate.

Ya nadie defiende que estas listas no estaban «contaminadas», tal y como dijo el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido. Y hasta Patxi López, se ha atrevido a decir que su formación está abierta a cualquier pacto «salvo con ANV, por razones obvias». ¿Obvias? La ruleta ya ha empezado a girar.

CONCLUYENDO… DECIDIR CON MIRADA A LARGO PLAZO

La práctica política muestra que hay decisiones que alcanzan a ser sólo «pan para hoy y hambre para mañana». Pactar podrá permitir a un partido alcanzar o mantenerse en el poder, pero a costa de diluir su identidad y perder progresivamente el apoyo de su electorado. De ahí que para los partidos sea tan importante discernir bien el mensaje de las urnas, comprender si los electores con sus votos han hecho una llamada al entendimiento con otros o, por el contrario, una apelación a mantener íntegro el proyecto con el que se concurrió a las urnas.

De eso nos hablan estas últimas elecciones. Por eso el PSOE y el PP se juegan mucho y deben atinar a la hora de realizar su respectiva lectura.

Profesora de la facultad de Ciencias de la Información en la UCM