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LAS CLAVES DE LA VICTORIA

Una de las esencias de la democracia es la alternancia pacífica del poder, y Chile, el pasado domingo 17 de enero, dio al mundo un testimonio ejemplar del valor de su institucionalidad y de la madurez cívica de los distintos actores, en especial de su sociedad civil. Todo ello es motivo de legítimo orgullo tanto para la propia democracia como para los propios chilenos.

Después de cincuenta y dos años, y en unas elecciones plenamente democráticas, el centro-derecha chileno obtiene un triunfo incuestionable. Con él se reafirma la gran tradición republicana del país. La ciudadanía optó por dejar atrás paradigmas y divisiones del pasado, miró hacia el futuro y configuró nuevos símbolos, visiones y sueños que encarna la Coalición por el Cambio. Un proyecto en el que se ha depositado la confianza para dar respuesta a las prioridades de progreso y desarrollo que anhelan todos los chilenos.

Parafraseando al propio Frei, quien sugería a la ciudadanía chilena «No virar a la derecha», podemos decir que Chile prefirió no aceptar su desplazamiento a la izquierda. Se rechazaba la continuidad de una Concertación desgastada y vacía de nuevas ideas para encarar los retos y desafíos que tiene ante sí el Chile del siglo XXI.

Las claves de este triunfo fueron: a) la capacidad del centro-derecha chileno para competir internamente por la definición de su liderazgo, dejando atrás los falsos espejismos de «liderazgos naturales» sin auténtico fundamento;b) la ampliación de sus fronteras político-electorales, tendiendo y construyendo puentes con generosidad, altura y amplitud de horizontes; c) la capacidad de trabajo en equipo, eliminando los improductivos egoísmos partidistas que tradicionalmente dividían aguas, para llevarlas al propio molino, y d) la cercanía con la gente de Piñera, que reveló un gran potencial empático.

LA COALICIÓN POR EL CAMBIO O LA CONSTRUCCIÓN DE UNA MAYORÍA

Ahora bien, se ofrecería una visión parcial de la realidad si la base del triunfo se circunscribiera exclusivamente a los últimos meses de campaña. Hace cinco años, en el Consejo de Renovación Nacional, planteé que el partido debía poner en valor la candidatura de Sebastián Piñera. Mi proyecto era expandir nuestras fronteras en el ideario de la gente y de nuestro propio conglomerado. Algunos lo vieron como una temeridad, pero lo cierto es que el objetivo se consiguió ampliamente. No en vano, para sorpresa de muchos, el ganador de la primera vuelta en aquellas elecciones, y quien tomó el liderazgo del centro-derecha chileno, fue Sebastián Piñera.

Otro factor importante para explicar la victoria alcanzada ha estado en la creación de la Coalición por el Cambio, una iniciativa que surge de los senadores Fernando Flores y Carlos Cantero. Su pretensión era y es ampliar las fronteras tradicionales de la Alianza conformada por la Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional. Había que acoger ideas y proyectos para superar las graves desigualdades sociales del país y corregir las disparidades regionales, causadas en buena medida por la vigencia de un negativo centralismo. Había que atraer a todos aquellos que migraron de la Concertación (trasbordo político), buscando un proyecto más integrador que encarnase los deseos de armonía, desarrollo social, económico y cultural de una sociedad que mira de frente a su futuro.

Fueron muchos los que recibieron el proyecto de la Coalición por el Cambio con grandeza y generosidad. Sin embargo, la figura más emblemática de este proceso fue Fernando Flores, ex ministro del presidente Allende y prisionero político durante tres años en el Gobierno Militar. Pese a diversas circunstancias adversas, buscó con patriotismo construir una nueva mayoría para Chile. No está de más recordar que esta misma estrategia había fracasado en la elección presidencial del año 1999, con Arturo Frei Bolívar. En aquella ocasión, Lavín, el candidato de la Alianza, perdió frente a Ricardo Lagos, el candidato de la Concertación, por alrededor de treinta mil votos en la primera vuelta.

EQUIPOS COMPETENTES PARA AFRONTAR LAS GRANDES TAREAS PENDIENTES

Ahora surge un desafío ineludible: urge institucionalizar, dar estructura y consolidar la Coalición por el Cambio como una fuerza política que dé sustento y amplíe aún más las fronteras político-partidistas y electorales. Para ello su caminar cotidiano tiene que estar marcado por un carácter plenamente pluralista, un intenso sentido democrático y la atracción que imprime la ilusión. Sería muy negativo (política y electoralmente) si se impusiera una actitud regresiva, una actitud que sólo ubicara como columna vertebral del gobierno a la Alianza. Si esto fuera así, se retornaría a la imagen de una derecha tradicional que ya tocó techo, como se reveló en anteriores comicios presidenciales. Hay mucho que aprender de los buenos años de la Concertación, de su mística y convocatoria.

Por tanto, hay que mantener la esencia del planteamiento programático expuesto por el presidente electo. Ello implica tanto institucionalizar la Coalición por el Cambio, como abrir espacios para Chile Primero, el Movimiento Magallánico del senador Carlos Bianchi, el Movimiento Humanista Cristiano que lidera Roberto Mayorga, Norte Grande que sustenta el suscrito, el Partido Regionalista de los Independientes y otras fuerzas que decidan sumarse para consolidar la nueva mayoría. Perseverar en la vocación de un Gobierno de Unidad Nacional permitirá construir escenarios de consensos y acuerdos, tanto políticos como de administración en el Parlamento.

Sebastián Piñera busca dar participación a nuevos profesionales innovadores, competentes y de una alta calificación.

Todos ellos tienen que encarnar las diversas tendencias políticas, para implementar una agenda político-social llena de reformas. Su hoja de ruta debe tener un guión: abordar las necesidades de la dinámica ciudadanía chilena, que se adentra con ilusión en el siglo XXI. La vocación de la Coalición por el Cambio es recuperar para la política el prestigio perdido, realizar un trabajo de alta calidad y de probidad a toda prueba, ofrecer una democracia moderna, tanto en rostros que inyecten ideas y reflejen a la ciudadanía como en la constante búsqueda de innovación, donde se congregue un proyecto de país con ambición de futuro.
El primer semestre de gobierno será clave para cristalizar la imagen de cambio. Por ello, resulta imprescindible constituir equipos competentes, con exigentes criterios de selección, más allá de las adhesiones políticas, intereses partidistas o proyectos personales. En diciembre próximo se debe hacer una evaluación de resultados. Habrá que mantener a los que cumplen y eliminar a los que no satisfacen el ritmo que Chile y la sociedad chilena en su conjunto nos reclaman.

Nuestro país tiene grandes tareas pendientes que se arrastran desde años: a) romper las graves desigualdades sociales que originan la pobreza; b) mejorar la distribución y elevar el ingreso per cápita; c) promover la equidad social; d) trabajar incansablemente en el incremento de la productividad; e) impulsar un desarrollo sostenible; f) elevar el nivel de la salud; g) proteger el medio ambiente; h) brindar una educación de calidad y modernizar el Estado; i) mejorar la seguridad ciudadana… Algunos objetivos tienen que lograrse a corto plazo, otros demandan una mayor amplitud temporal. Por este motivo, la necesidad de priorizar adecuadamente se convierte en una exigencia de primer orden. No se trata sólo de jugar con los tiempos, sino de tener una jerarquía muy clara de los objetivos.

Para hacer realidad lo que hasta ahora ha sido un proyecto, Chile eligió a uno de sus mejores talentos: Sebastián Piñera. Debemos integrarnos liberales, conservadores, sectores de la democracia cristiana, los independientes, humanistas cristianos, laicos progresistas y regionalistas, conformando un gran conglomerado, en el que, sin perder nuestras singularidades, nuestro horizonte sea el crecimiento y el desarrollo: un cambio real para Chile.

Senador de la República de Chile