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La Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI), en inglés el Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP), abre una «nueva generación» en la historia de los acuerdos comerciales, que «toca soberanía». Por eso es tan difícil de negociar y encuentra un considerable rechazo.

Esas dos realidades, el hecho de que abra una «nueva generación» y las causas del rechazo, centraron la conferencia de Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano. Disertó ayer en la delegación de UNIR en Madrid sobre La negociación del TTIP y CETA: perspectivas para el comercio internacional. El acto se enmarcó dentro de las jornadas organizadas por el Foro de Nueva Revista sobre «Globalización: desafíos y oportunidades», dirigidas por Manuel de la Rocha.

El profesor Steinberg recordó que quienes apoyan el TTIP sostienen que aumentará el crecimiento y el empleo y devolverá el liderazgo político global al eje transatlántico. En consecuencia, quienes «quieran vender a nuestros mercados tendrán un interés en aproximarse a cualquier norma que podamos concertar» (Karel de Gucht, ex comisario de Comercio).

Sus detractores afirman con igual rotundidad que destruirá empleo, aumentará el poder de las multinacionales y socavará el Estado del Bienestar y la democracia. Con palabras de Lori Wallach, directora de Global Trade Watch (una ONG estadounidense): el TTIP está siendo negociado para «darles a las empresas todo lo que quieren: el desmantelamiento de todas las protecciones al consumidor, sociales y medioambientales, y compensación por cualquier violación de sus supuestos derechos».

El ponente no se apuntó ni a un extremo ni a otro, aunque defiende el TTIP y en concreto piensa que es muy favorable para España.

Los tres pilares del TTIP son: 1) el acceso a mercados, que además de incluir la supresión de aranceles intenta eliminar otras medidas proteccionistas; 2) la cooperación entre reguladores para que las normas técnicas sobre fabricación o comercialización de ciertos bienes sean parecidas; 3) reglas comerciales para facilitar el despacho aduanero, promover las exportaciones de las pymes y proteger a los inversores frente a medidas públicas discriminatorias mediante tribunales de arbitraje independientes.  El TTIP tiene más que ver con la convergencia normativa y la protección de los inversores que con las reducciones arancelarias.

Steinberg pidió cautela ante ciertos estudios y predicciones, como que el PIB de la UE aumentaría en 119 millardos de euros. Y advirtió que habría perdedores de aprobarse. Esto último algo improbable: «Posiblemente entrará en hibernación por Trump», dijo. Era prioritario, en cualquier caso, compensar a los «perdedores de la globalización» subiendo impuestos. El TTIP era como una especie de nueva UE pero sin los fondos de cohesión de la UE, y esto había que remediarlo

Sintetizó bien los temas controvertidos: 1) el supuesto secretismo en la negociación; 2) las disputas entre los inversores y los Estados; 3) los servicios públicos en Europa y 4) la seguridad alimentaria. También resumió el contenido de las filtraciones.

En el turno de debate destacó la intervención de Manuel Conthe, economista, árbitro internacional. Comparó la situación actual con la del americano que ante la llegada de inmigrantes comentaba: «Hay pocos búfalos para todos». Rebatió lo de la falta de transparencia e invitó a que se lea todo lo que hay (muchísimo) sobre el TTIP en las páginas web de la UE. Véase: Trade. Recordó que en Economía siempre hay «perdedores» («¿qué ha sido de los fabricantes de sombreros»?), que los tribunales de arbitraje eran una buena solución y calificó de «viscerales» las acusaciones de los medioambientalisas, como si en EE.UU. se comiera mal. Rocío Martínez-Sampere, directora de la Fundación Felipe González, añadió otro aspecto significativo al debate: el coste de oportunidad, el perder una ocasión de avance.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.