Tiempo de lectura: 3 min.

Efecto, tal vez del milenarismo asociado al cambio de siglo, comienza a ser un lugar común considerar Internet como el ejemplo más representativo de un cambio de Era.

Ello se debe, entre otros factores, a los aspectos asociados al uso de la Red, que acentúan la ruptura de algunas de las barreras que hasta ahora delimitaban el entorno natural del ser humano. Por conocidas, no molestaremos al lector con un tedioso catálogo.

Otros fenómenos tecnológicos, cuando no aparecidos si al menos desarrollados al máximo a lo largo del siglo XX, han tenido también alcance planetario y efectos radicales en la configuración de nuestra sociedad. Así, los medios de comunicación gráficos, la radio y, especialmente, la televisión, han contribuido a hacer nuestro mundo más pequeño y cercano para todos, convirtiendo en hechos casi familiares los sucesos producidos a cientos o a miles de kilómetros e incrementando de manera exponencial la importancia de la información en las relaciones sociales.

Los medios de comunicación, gracias al aprovechamiento de los avances tecnológicos, han contribuido de manera definitiva a modelar la forma en que los seres humanos percibimos la realidad y nuestra posición en el mundo, y han servido, con todos sus defectos, de cauce para proveer de buena parte de los elementos culturales que subyacen en la generalización y extensión de las dos características fundamentales de las sociedades modernas de final de siglo: la democracia y el mercado.

La radio y la televisión abrieron la posibilidad de transmitir información de manera casi instantánea a cualquier lugar del mundo. Finalmente, las condiciones económicas y políticas consolidaron la creación de importantes grupos empresariales o, en su caso, el establecimiento de instituciones públicas, que han modulado en mayor o menor grado la manera de servir esta información a los ciudadanos. De alguna manera, ésta ha sido siempre suministrada tras una cierta «edición» (otros dirían manipulación). En definitiva, el modelo así consolidado hace que la información fluya de manera permanente desde un «transmisor» a múltiples «receptores». Llamaremos a éste modelo de información otorgada, que no permite al usuario sino elegir entre las diferentes opciones disponibles dentro de un elenco que el mercado o los poderes públicos siempre mantienen en un ámbito restringido.

Internet avanza un peldaño más. En primer lugar, es barato, no limita el número de «transmisores» y es, además, un medio interactivo. Permite que lleguen a confundirse los conceptos de «transmisor» y «receptor», y anticipa que, en el futuro cercano, aún se confundirán más.

La interactividad, sumada a la inmediatez y a la posibilidad de alcanzar cualquier rincón, por remoto que sea, permite contemplar un escenario muy diferente al de los medios de comunicación convencionales. Resulta importante que los analistas políticos presten atención a este fenómeno, que contribuirá a cambiar de manera gradual, pero sin duda acelerada, los hábitos sociales.

Esto exigirá a los Gobiernos respuestas globales, pero sólidamente construidas sobre reflexiones previas. Todos los países avanzados están asumiendo el reto de convertir las ventajas tecnológicas de Internet en puntos de apoyo que permitan desarrollar de manera creciente y armónica los dos aspectos que antes señalábamos como identificativos de las sociedades avanzadas de nuestro tiempo, la democracia y el mercado.

Resulta muy satisfactorio y estimulante percibir que dos instituciones tan importantes en nuestro país como la Presidencia del Gobierno y el Senado han prestado especial atención a Internet y la Sociedad de la Información como factores estratégicos para el nuevo siglo.

La Comisión de Redes Informáticas del Senado español ha realizado una espléndida labor a lo largo de dos años, analizando sistemáticamente los aspectos tecnológicos, económicos, sociales, jurídicos y regulatorios subyacentes. Desde la legitimidad democrática de esta institución deben contemplarse las conclusiones alcanzadas1. Estas deben ser consideradas no como un punto de llegada sino de partida, que en el futuro deberán evolucionar para adaptarse a las nuevas condiciones. Especialmente significativa es la declaración de derechos elaborada a modo de conclusión y que se acompaña de una serie de recomendaciones dirigidas a los poderes públicos para hacerlas posibles.

Por su parte, el Presidente del Gobierno, en una serie de discursos pronunciados recientemente en actos relacionados con Internet y las nuevas tecnologías, ha asumido el compromiso de liderar e impulsar la entrada de España en la Sociedad de la Información2.

El Presidente del Gobierno plantea una original ecuación de partida para el desarrollo de la Red: a más tecnología, más humanidad. En definitiva, acentuar la importancia de los aspectos democráticos inherentes al desarrollo tecnológico, minimizando aquéllos que actúan como inhibidores de las libertades de los ciudadanos. Esto debe permitir la articulación de un proyecto político de desarrollo económico sobre la Red que cumpla, además, los compromisos de partida de un gobierno democrático.

Centra acertadamente el Presidente Aznar los términos de su modelo: la tecnología, la regulación, el mercado, etc. son los elementos imprescindibles para construir una sociedad más abierta, justa y próspera. En este sentido, anticipa los ejes principales de su acción política en este campo para la próxima legislatura.

Resulta muy satisfactorio comprobar que, en esta ocasión, dos instituciones españolas del máximo nivel, como son el Senado y la Presidencia del Gobierno, aciertan con oportunidad y buen criterio en el planteamiento estratégico que debe guiar a España para su entrada en tiempo y en forma en esta nueva era de información y acceso al conocimiento.

 

NOTAS

1 http://www.Senado.es/boletines/10812.html
2 http://www.La-Moncloa.es. Discurso de clausura de la Iniciativa Estratégica 1NFO-XXI. Discurso de apertura de la Cumbre Europea sobre Internet.