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Las elecciones de 2004 han condicionado la vida política española casi hasta el final de la legislatura. El Ejecutivo socialista ha utilizado estos cuatro años para intentar legitimar moralmente los resultados de aquel sufragio, precedido por el mayor atentado terrorista llevado acabo en España. Desde entonces, el criterio utilizado para tomar la mayoría de sus decisiones ha sido el de la conveniencia política, sin tener en cuenta la deconstrucción, involuntaria en unos casos y calculada en otros, que se ha hecho del Estado. La España que nos queda lleva a pensar que el principal reto del Gobierno que salga elegido el 9 de marzo será necesariamente la armonización de España, la recuperación de los principios que habían afianzado la convivencia en nuestro país durante más de veinticinco años.

Otro de los asuntos que han aflorado en estos últimos meses, al margen del protagonismo de la economía, ha sido la idea de la familia como núcleo articulador de la sociedad, hasta convertirse en prioridad política de algunos candidatos conscientes de la plataforma de valores que representa y de la importancia que supone el defenderla frente a otros tipos de convivencia.

En la campaña electoral se debatirán estas y otras cosas sin duda también importantes. Todas ellas se incluyen en los índices de contenidos propuestos para los debates que se celebrarán en televisión en las próximas fechas. Los candidatos podrán debatir para ganar el favor del electorado, por que se habla siempre de esos ciudadanos indecisos de los que parece depender la inclinación de la balanza hacia uno u otro lado. Por último, una mirada a las encuestas nos señala una vez más la incidencia de la participación en los resultados finales.