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En marzo de 1990, durante la noche electoral que llevó al poder al Foro Democrático de la oposición, su líder, József Antall, dijo en su primera conferencia de prensa que él se consideraba representante de catorce millones de húngaros.

Aquella declaración trajo cola, puesto que Hungría tiene sólo 10.2 millones de habitantes. Con su declaración, Antall se refería evidentemente a los húngaros que, después de la Primera Guerra Mundial, quedaron al otro lado de las fronteras del país, en Rumania, Eslovaquia, Ucrania, Croacia, Serbia y Austria. Antall no volvió a repetir aquella frase.

Después de varios años y de sucesivos cambios en los respectivos Gobiernos, las tensiones con los vecinos (especialmente con Eslovaquia y con Rumania) han ida reduciéndose. El pasado mes de junio, finalmente, el Parlamento aprobó en Budapest una extraña ley (Ley sobre el Status) que, a partir del año próximo, dará a los ciudadanos extranjeros de nacionalidad húngara derecho a trabajar en Hungría, y a percibir ayuda social, sanitaria y educativa.

Esta ley ha causado nerviosismo en los países vecinos, especialmente en aquellos donde la mayoría húngara es mayor. Rumania, que tiene una importante minoría húngara en Transilvania, ha declarado que la ley es discriminadora e incompatible con el estándar europeo para las minorías. Pero la Oficina para los Húngaros en el Extranjero, en Budapest, opina que las «dos afiliaciones» (al Estado anfitrión y a la nación cultural) no son incompatibles. El Tratado de Trianon de 1920, en virtud del cual el Reino de Hungría perdió dos terceras partes de su territorio y un 60 % de su población, continúa siendo un trauma para los húngaros. Los que viven en el extranjero tendrán ahora derecho incluso a una especie de documento de identidad húngaro. Y en Eslovaquía la minoría húngara es el fiel de la balanza que garantiza allí la estabilidad del Gobierno, hasta el punto de que cualquier radicalización nacionalista puede destruir el frágil equilibrio en ese país. La Unión Europea, por su parte, emitió un juicio salomónico.

LA DESCOMPOSICIÓN DE LA COALICIÓN GUBERNAMENTAL

La razón de esta situación hay que buscarla en la necesidad del partido de centro-derecha del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, de ganarse el favor popular con vistas a las próximas elecciones parlamentarias. El espectro de los partidos políticos en el Parlamento húngaro está sufriendo un proceso de reducción. En el campo gubernamental, el Partido Liberal de la Derecha del primer ministro Orbán (FIDESZ-MPP) ha perdido su más importante aliado, el Partido de los Pequeños Campesinos (FKGP), debido a una sucesión de escándalos financieros. Y el Gobierno no está seguro de poder mantener la alianza con el único socio que le queda, el Foro Democrático Húngaro (MDF).

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Los sondeos no atribuyen al resto de los pequeños partidos ninguna posibilidad de entrar en el Parlamento con las elecciones parlamentarias de la próxima primavera. Mejor dicho, hay una excepción: el Partido de los Radicales de la Derecha (MIEP) de István Csurka. El apoyo popular de este partido y los sondeos le atribuyen entre un 6 y un 10 % de los votos. Este partido podría convertirse en el fiel de la balanza en el momento de formar Gobierno. En el tal caso, la nueva situación en Hungría podría tener consecuencias políticas negativas en el momento de la integración. Todo el mundo recuerda las sanciones políticas impuestas a Austria el año pasado por los demás catorce países de la Unión cuando el Partido Popular austríaco decidió formar una coalición con un partido radical de la derecha (liderado por Jörg Haider).

El que fue partido mayoritario durante el período de entreguerras, el Partido de los Pequeños Campesinos de József Torgyán, está actualmente en fase de descomposición. Torgyán tuvo que salir del Gobierno después de que se descubrieran varios escándalos en su cartera ministerial (de Agricultura). Torgyán niega las acusaciones de cohecho y corrupción y asegura que se trata de una «campaña sistemática» contra él. La descomposición de FKGP está siendo espectacular. Torgyán, por una parte, y sus críticos dentro del partido, por otra, se expulsaron mutuamente. Hoy existen en el partido tres grupos rivales que usan el nombre del FKGP, que en las últimas elecciones parlamentarias habían conseguido un 12 % de los votos. Los sondeos aseguran que ahora no llegarían al mínimo de un 5 % para poder entrar en el Parlamento.

Como era lógico, la principal fuerza política del Gobierno está recogiendo las ruinas del Partido de los Pequeños Campesinos para presentarse como el gran partido colectivo de la derecha húngara. El resultado es una nueva imagen con fuertes elementos nacionalistas, que en el pasado habían faltado en este partido. También el partido de la primera oposición anticomunista, el Foro Democrático Húngaro (MDF, un partido que tuvo en Hungría una función semejante a la de la UCD al principio del posfranquismo español), tiene serias dificultades. Su líder es la ministra de Justicia Ibola Dávid. Con el fin de asegurarse la entrada en el Parlamento ha hecho ya un pacto de coalición con el bancos de la oposición, los socialistas (MSZP) hacen todo lo posible para asegurar la permanencia de este grupo en el Parlamento.

Al frente de la izquierda húngara están los poscomunistas del Partido Socialista. Después de haber perdido las elecciones en 1998, el MSZP se ha reorganizado y, tras serios debates internos de varios meses de duración, se acordó que el ex ministro de Hacienda, Peter Medgyessy, de 59 años, fuera cabeza de lista el año que viene. Tiene fama de reformista y, de hecho, desde entonces los sondeos son más favorables a los socialistas. Estos cuentan con que los Demócratas Libres serán sus aliados en una futura coalición, después de las elecciones de 2002. Ambos partidos han concluido una especie de «pacto de cooperación».

Todo parece indicar que Hungría se encamina a un sistema de dos partidos populares, uno alineado a la izquierda y otro en el centro-derecha. Muy pocos consideran viable una gran coalición entre socialistas y liberales de derecha, pues las diferencias ideológicas y personales son todavía demasiado profundas.

Si el FIDESZ gana la mayoría en las elecciones, pero continúa necesitando del apoyo del MIEP para formar Gobierno, el conflicto estará servido, porque la Unión Europea no negociará el ingreso de un país en cuyo Gobierno figure una persona como Csurka. En Budapest se supone que las próximas elecciones serán muy ajustadas y que habrá una reñida regata final entre socialistas y liberales de la derecha. Los sondeos de diversos institutos —cuyos pronósticos divergen considerablemente— suelen dar cifras muy semejantes para ambos partidos. De todas formas, puede observarse una tendencia: el Gobierno —que en la primera mitad de la legislatura perdió mucho apoyo popular— está recuperándose. Ya ahora es posible predecir que la campaña electoral será dura. Recientemente, Medgyessy fue acusado por la prensa de haber comprado la anuencia de políticos locales socialistas para satisfacer los deseos de una empresa. Los socialistas lo desmienten. Un disidente de los Pequeños Campesinos ha acusado a los Demócratas Libres de haber utilizado métodos ilegales para cambiar una sede del partido.

A pesar de la seguridad que emana de Medgyessy, no está muy claro si los socialistas estarían preparados para gobernar un país en un entorno europeo. No hace mucho, el Gobierno consiguió que el Parlamento aprobara con una mayoría confortable el balance del año fiscal, a pesar de que antes de la votación el mismo Gobierno no estaba seguro de conseguir la mayoría de votos. La victoria fue posible solamente porque faltaban muchos diputados del grupo parlamentario socialista. Varios comentaristas han atribuido el evidente desinterés de los diputados socialistas por el trabajo parlamentario al hábito de épocas pasadas, cuando el único partido existente no tenía necesidad siquiera de contar los votos.

Los Liberales de la Derecha pierden apoyo popular con su política agraria dirigida contra las grandes empresas agropecuarias, con la escandalosa situación de la sanidad pública, las bajas jubilaciones y también con su estilo de gobierno, que tiende a dominar todas las ramificaciones de la sociedad civil.

CRECIMIENTO ECONÓMICO

El primer ministro polaco, Leszek Miller, dijo a principios de diciembre que consideraba innecesaria una competición entre los llamados «Estados de Visegrad» (Chequia, Hungría, Polonia y Eslovaquia) para ingresar en la UE. Anteriormente Orbán había dicho que, si bien Hungría no deseaba presionar a nadie, «tampoco queremos esperar a todos». Miller contestó diciendo que «nadie tiene motivos para envanecerse. En el Grupo de Visegrad esta cuestión no puede considerarse como una competición, sino como una cooperación amistosa y una coordinación de las actividades mutuas». Hungría tiene fama de ser uno de los países que ha realizado con más eficiencia la transformación hacia una economía de mercado. El resultado de la rápida metamorfosis del país se manifiesta muy visiblemente.

En el curso de los últimos años, el coeficiente de expansión real del producto nacional bruto se ha situado por encima de un 4 %. Para el año 2001, los especialistas pronostican una ligera debilitación del crecimiento, pero no detectan ningún síntoma de recesión. Hoy día Hungría dispone de instituciones democráticas que funcionan sin problema. La economía crece y el Gobierno espera que el país forme parte del primer grupo de los nuevos miembros de Europa Central y Oriental que probablemente serán admitidos el año 2004. En las negociaciones con la Comisión, Hungría ha terminado 22 de los 31 capítulos. La armonización de las leyes al estándar de la UE está muy adelantada. Uno de los problemas abiertos es el de las jubilaciones. El último Gobierno socialista había iniciado una reforma de las jubilaciones basada en tres pilares (el Estado, la empresa y el seguro privado) que ha sido echada atrás.

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SOLVENCIA DE LA ADMINISTRACIÓN

La corrupción no ha sido erradicada, sin embargo, aunque no se ha descubierto ningún macroescándalo, el soborno es todavía un hecho patente a nivel medio y bajo (para determinados documentos, permisos de construcción, multas, etc.). Un punto negro es el hecho de que, desde junio, Hungría junto con otros cinco países fueron incluidos en la lista de «países no cooperativos» en la lucha contra el blanqueo de dinero (Israel, El Líbano, Filipinas y Rusia, entre otros). Cabe todavía disponer de cuentas corrientes anónimas en bancos húngaros. De todas formas, se ha puesto ya un límite: a partir de ingresos por encima de dos millones de florines (707 euros) es necesario identificarse. Y dentro de un año desaparecerán del todo estas cuentas anónimas. De todas formas, el actual Gobierno de centro-derecha, que tiene que pasar el examen de las elecciones parlamentarias a principios del año próximo, tiende cada vez con más frecuencia a medidas populistas.

EL PROBLEMA DE LAS EXPORTACIONES

El problema no es solo endógeno. Las tendencias recesivas que existen actualmente en la UE repercuten negativamente sobre el motor de la economía húngara, que es la exportación. Después de un ritmo de crecimiento de las exportaciones, que en los últimos años ha oscilado entre un 15 y un 20 %, los pronósticos prevén para él año 2001 un crecimiento de solo un 9%. Un 70 % de las exportaciones de Hungría van a la UE, un 80 % de ellas son productos industriales y, a su vez, un 70 % de ellos son producidos por empresas con capital extranjero. Hay que tener en cuenta que las empresas creadas o saneadas con estas inversiones están en su mayoría en zonas francas, un privilegio que desaparecerá en el momento de ingresar en la UE. Pero continuará el incentivo de los bajos salarios, pues son mucho más bajos que en la Unión. El salario medio húngaro es un 10 % del salario medio alemán y el salario medio en empresas húngaras con capital extranjero quizás sea el 20 % del salario medio alemán.

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Una gran parte de las exportaciones corren a cargo de los holdings internacionales establecidos en Hungría y son ellos los que acusan un mayor descenso de sus ventas en el extranjero. Los productos de exportación húngara son de gran calidad y contienen componentes de alta tecnología importados. Esto hace a su vez que la disminución de la exportación repercuta en la importación. Si las importaciones aumentan un 11%, como prevén los especialistas, lógicamente el déficit de la balanza comercial ascenderá a 5,3 millares de euros, lo cual equivale a un 9,3 % del producto nacional bruto (el año pasado fueron 4,3 millardos y 8,5 % respectivamente). Si a ello se añade el hecho de que el superávit tradicional de la balanza del turismo no crecerá y que las empresas extranjeras sacan ahora más réditos del país que antes, el déficit de la balanza de pagos aumentara a 2,5 millardos de euros, que equivalen a un 3,2 % del PNB (1,6 millardos y un 3,2 % respectivamente para el año pasado). Mientras en años anteriores este déficit se cubría con inversiones directas del extranjero, no sucederá así este año (los sondeos indican que sólo llegará a un 0,9 % del PNB, comparado con el 2,3 % del año.

BALANZA COMERCIAL

Los problemas del comercio exterior repercuten muy duramente sobre una economía tan pequeña como la húngara. Para compensar de alguna forma esta situación, el Gobierno intenta estimular el mercado interior. Este año el Ejecutivo ha gastado 250 millares de florines (que equivalen a un 2 % del PNB) no previstos. Estos fondos han sido empleados para el llamado Plan Széchenyi (nombre tomado del ministro de Hacienda) para el año en curso y el próximo, que incluye la construcción de viviendas, el fomento del turismo y la investigación y desarrollo. El Gobierno ha recurrido al Banco de Desarrollo Húngaro (MFBRT, creado en 1998) que se dedica a la financiación de proyectos de infraestructura y al fomento de las Pymes. Los fondos proceden de empréstitos que suscribe el Estado, un método que no gusta ni al Fondo Monetario Internacional ni a la Comisión de la UE. El Ejecutivo ha sacado al MFBRT del presupuesto para disimular de esta forma que los creditos concedidos por el banco pesan en definitiva sobre el presupuesto nacional. Algo semejante sucede con los pagos hechos a la compañía de privatización. Si se utilizan los criterios de Maastricht, Hungría tendrá este año un déficit presupuestario de un 5,2 % del PNB (el año pasado era sólo del 3,4 %). El Gobierno insiste en cambio en que este año el déficit será igual al del año pasado.

SISTEMA FISCAL

La política fiscal tiene ciertas taras. Por una parte no esta dirigida a curar las causas de la coyuntural depresión económica, es decir, a aumentar las exportaciones y a aumentar las inversiones. Al mismo tiempo, contradice la política monetaria del Banco Nacional. Con el fin de reducir de alguna forma el coeficiente de inflación anual, de un 10 %, el Banco Nacional liberalizó en parte el pasado mes de abril la cotización del florín húngaro, permitiendo así una oscilación mucho más amplia en relación con una cesta de euros. El margen de manipulación conseguido en la política de los intereses tiene que servir para mantener el encarecimiento a largo plazo del 2 % .

POLÍTICA MONETARIA

Los proyectos de Hungría son ambiciosos: en el año 2004 quiere ser admitida en la UE y más tarde quiere entrar a formar parte de la Unión Monetaria Europea. Para ello necesita una política de estabilidad. Pero este objetivo es todavía lejano: este año la inflación (9,3 % ) será muy semejante a la del año pasado (9,8 % ) y para el año 2002 se espera un coeficiente de un 6,5 %. Esto significa que el anuncio hecho por el Gobierno de que la cuota de encarecimiento será de un 4,5 % al terminar el año próximo no es demasiado realista. A este objetivo se oponen la política fiscal expansiva, el aumento de los salarios reales en el sector privado y público, los aumentos de las jubilaciones y la subida del salario mínimo. Todo ello son regalos preelectorales que constituyen una hipoteca para la estabilidad.

MINORÍAS ÉTNICAS

A parte de los gitanos ( unos 700.000 en el país) las minorías nacionales son muy reducidas en Hungría. Los gitanos húngaros no están integrados, a pesar de que el Gobierno ha iniciado una serie de programas con este fin. Su segregación social es una realidad palpable: cualquier empresa que tenga que escoger entre dos personas de la misma calificación, una gitana y otra no, escogerá desde el principio a la persona no gitana. Sólo un 34 % de los niños gitanos acude a clase en la escuela primaria, número que desciende a entre un 4 y 5 % en la secundaria y a un 0,1 % en la enseñanza superior. Existe un cierto movimiento en la opinión pública sobre esta cuestión. Actualmente, por ejemplo, se está llevando a cabo un juicio contra quince policías acusados de haber maltratado a los gitanos.

Hungría no es el único país con problemas de este tipo. Los métodos poco ortodoxos utilizados por algunos países miembro de la Unión para enfrentarse con este problema hacen suponer al Gobierno húngaro que esta cuestión no será la manzana de discordia. En agosto, por ejemplo, el Gobierno británico envió funcionarios de inmigración al aeropuerto de Praga con el fin de seleccionar a los pasajeros registrados para los vuelos a Londres; en el plazo de pocas semanas estos funcionarios impidieron en el mismo aeropuerto que subieran al avión de Londres 130 personas que disponían de billete por considerarlas «solicitantes de asilo potenciales». Casi todas ellas eran gitanos y es de suponer que fueron seleccionadas con criterios raciales. Esta actuación provocó enérgicas protestas por parte de organizaciones humanitarias y políticas, hasta el punto de que las autoridades checas tuvieron que eliminar aquellos controles previos. Pero dos semanas más tarde los funcionarios británicos de emigración volvieron a aparecer en el aeropuerto de Ruzyne.

PARTIDARIOS DE LA INTEGRACIÓN

Para Hungría la integración es algo así como un retorno a la «familia europea», mejor dicho, el modo de recuperar la posición que el país ya había ocupado en Europa. La mayoría de los húngaros son partidarios del ingreso, pero los porcentajes de apoyo dependen de quién y cómo se lleven a cabo los sondeos. En diciembre del año pasado, por ejemplo, un consorcio de tres institutos (checo, húngaro y polaco) llamado SCIOP reveló que un 69% de los húngaros eran partidarios de la integración (mientras que el coeficiente de polacos era sólo de un 55 % y el de los checos de un 51 % ). A finales de julio otro instituto (GFK Hungaria) aseguraba en sus sondeos que el coeficiente de partidarios era de un 54 % (mientras que sólo un 15 % estaban en contra). De una forma más o menos consciente, los húngaros piensan que se han merecido la integración, después de haberse sacrificado durante siglos defendiendo Europa de los turcos, especialmente después de la fracasada revolución anticomunista de 1956, que intentó poner fin a la ocupación soviética decidida en el Tratado de Yalta. Los húngaros consideran que la adhesión abrirá el camino de Hungría a los fondos europeos para el desarrollo. Casi todos los partidos son europeístas: sólo el MIEP se opone, asegurando que el ingreso de Hungría en la Unión convertirá al país en «la trastienda de Europa» (aprovechándose de la mano de obra barata y condicionando los intereses nacionales). El partido de la oposición socialdemócrata defiende la integración, pero repite una y otra vez que es necesario que la población tome conciencia de que, con ella, el país perderá, al menos, parte de la soberanía que acaba de recuperar.

Corresponsal de la Vanguardia en los Balcanes