Consuelo Correcher y Gil

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El jardin, donde la naturaleza se convierte en arte

Los jardines no son producto ni parte de la naturaleza, porque en ella no existen jardines: el jardín es un logro humano. El mal tratado concepto de jardín y su esquivada consideración artística están consiguiendo que el error y la confusión se adueñen de muchos que hacen jardines y de casi todos los usufructuarios. La remota existencia del jardín no puede achacarse a una necesidad del hombre primitivo de rodearse de verde, ni de naturaleza, en la que estaba ya inmerso. Actualmente naturaleza es un término abusivamente utilizado, como si sólo la vegetación lo fuera. Lo primordial para la existencia del jardín fue la existencia del hombre. Antes del hombre no había jardines, y sin él no los hubiese habido. Los jardines no son producto ni parte de la naturaleza. No existen jardines en la naturaleza. El jardín es un logro humano. Lo que el hombre realizó no fue un sucedáneo o una repetición de su entorno, ni una continuidad, sino una diferenciación y hasta una sublimación. Por la voluntad creadora a la consecución de la obra, no como un fin sino como un medio de enaltecer, de reverenciar, de alcanzar un más alto destino, el contentamiento de su espíritu. El hombre, ser pensante, fue manifestando en el jardín sus deseos tanto como sus temores y transformó un lugar elegido que protegió como un bien mayor que el circundante. Esta catarsis tuvo lugar en el huerto neolítico, productor de alimentos, fijador de hombres y propulsor de la civilización: el sedentarismo y el conservadurismo, la domesticidad y la utillería provocaron el nacimiento de las tradiciones. El sentimiento religioso y el sentimiento estético, el huerto sacralizado fue el antecesor del jardín. La utilidad del huerto fue aventajada por un valor superior, más allá de lo atendido por los cinco sentidos, la conexión con el intelecto. El jardín donde lo invisible trata de hacerse visible, aún parcialmente, y donde incluso lo no visible puede transformarse de la manera más absoluta. El jardín, paisaje creado por la mente humana, es expresión de la infinitud del espíritu y de su libertad. De la búsqueda de aquello que enaltece, de lo bello y lo sublime. El jardín no fue nunca un instrumento para, dónde o con qué. Es una plasmación de lo mental que volverá a ser interiorizado en cada nueva persona y en cada momento nuevo. La materialidad del jardín es el medio de su idealidad, que viene de la razón y del sentimiento. En el transcurso de la historia los hombres han realizado jardines, y los que han subsistido, o sus referencias, son el mejor documento del pensamiento humano. El triunfo de Asurbanipal se celebró en un jardín y no en una sala aúlica. Música, vino, sombra, perfume, carecían de sentido sin la cabeza del enemigo colgada frente a los ojos del rey tendido bajo un emparrado, efímera arquitectura creada por el hombre. Dosel formado de pámpanos, hojas de vid y racimos de uva. Espacio de privilegio destinado al vencedor. El Bosque Sagrado de Bomarzo, con sus restos escultóricos y arquitectónicos,...