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La melodía ocupa un lugar particular en el corazón de Debussy. Sus primeros  pasos en la composición, siendo todavía estudiante, fueron canciones sobre poemas de escritores de su tiempo como Verlaine y Baudelaire. Estos poetas ejercieron sobre el músico, sin duda, una mayor influencia estética y expresiva que los propios compositores de aquel tiempo. En su afán por recrear la atmósfera de los poemas y seguir su estructura, Debussy fue ideando un lenguaje personal hasta crear un estilo único que se apartaba a pasos agigantados de la forma de hacer música del siglo XIX.

Fue alrededor de 1880 cuando Debussy escribió las canciones que se recogen en este nuevo disco, tituladas aquí Canciones Olvidadas, y ciertamente poco frecuentes en los repertorios habituales. El Recueil Vasnier es un grupo de canciones compuestas entre 1882 y 1884, escritas especialmente  para Mme. Vasnier, una soprano coloratura que había conocido en las clases del conservatorio. Marie Vasnier era mayor que el joven Debussy y además estaba casada, pero reunía todos los requisitos para convertirse en el amor platónico del músico. Junto a los Vasnier, Debussy encontró su segundo hogar en aquellos años de estudiante. Antes de marchar hacia Roma para disfrutar de la beca de estudios que había obtenido gracias al codiciado Premio de Roma en 1884, Debussy le regaló estas melodías con una fervorosa dedicatoria: "A Mme. Vasnier, estas canciones que solamente han vivido por ella y que per­ derán su gracia encantadora si no pasan por su boca de hada melodiosa".

Las Ariettes Oubliées, con textos de Paul Verlaine y compuestas durante su estancia en Roma (1885-87), estaban igualmente concebidas para Mme. Vasnier, pero no solo presentan una mayor distancia emocional, sino también un alejamiento de las líneas vocales melodiosas de las canciones anteriores, e iban adoptando poco a poco un estilo más cercano al recitativo.

Los Cinco Poemas de Charles Baude/aire (1887-89), extraídos de Las flores del mal, constituyen el giro definitivo hacia una expresión más filosófica y en consonancia con los textos de los poetas simbolistas con los que Debussy siente una gran afinidad. La idea de Baudelaire de que "los perfumes, los colores y los sonidos se responden" encuentra en Debussy un eco inmediato y se conviene en uno de los ejes de su inspiración. Fascinado igualmente por la música de Wagner, Debussy busca la obtención al piano de sonoridades más grandiosas, mientras la voz es tratada como un  instrumento más. Así, estas canciones suponen la definitiva adopción de un lenguaje propio y se apartan definitivamente de las compuestas con anterioridad. Como ocurre con la música de Wagner, los leitmotiv o ideas recurrentes constituyen el procedimiento que utiliza Debussy para dar unidad al ciclo de canciones y a cada una en particular. Igualmente se apunta esa idea de la unendliche me/odie, o melodía in­ finita wagneriana, que en Debussy se transforma en un proceso de variación continua que modifica sutilmente los motivos, y que constituye una de sus señas de identidad.

No solo es precioso el repertorio de voz y piano del primer Debussy, sino también este nuevo disco que rescata del olvido melodías exquisitas. La versión es muy buena, gracias a la magnífica voz de la soprano norteamericana Dawn Upshaw, de amplia tesitura y gran agilidad en los agudos, y al gran músico que es James Levine, que en esta ocasión ha dejado el podio por el teclado, para desenvolverse en él con gran soltura y musicalidad. Nos encontramos ante un disco con el que disfrutar del suave intimismo de Debussy. Ambos intérpretes consiguen crear esa atmósfera plenamente sugerente en la que poesía y música se funden para alcanzar lo sublime.

Profesora de música y periodista