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En las Elecciones Municipales y Autonómicas de 1995 se han superpuesto dos planos políticos muy diferentes: la propia elección de alcaldes y diputados autonómicos y la consideración de que estas elecciones debían servir para resolver o enfocar la crisis política que vive el país mediante el ejercicio legítimo y democrático de una moción de censura colectiva dirigida al partido gobernante causante de la situación. El Partido Socialista y sus coaligados CIU y PNV han sido defensores de la primera tesis, y el PP e IU de la segunda. Al final, el Partido Popular ha impuesto su postura política capitalizándola en las grandes ciudades y en determinados sectores de núcleos urbanos y/o industriales importantes, y el Partido Socialista ha extendido su criterio en localidades medianas y muy especialmente en los pequeños núcleos rurales. Estos son los dos prismas que han combatido duramente durante toda la campaña. El Partido Socialista ha realizado una campaña muy selectiva reforzando sus puntos fuertes: núcleos rurales donde la perspectiva de la gestión del alcalde referencia el voto, y determinados centros de poder con fuerte contenido simbólico (p.ej.: Barcelona, La Coruña, Gijón, Comunidad Autónoma de Extremadura, Castilla-La Mancha y Asturias), o en los que se ha hecho una buena gestión (p.ej.: el cinturón industrial de Barcelona). La campaña del Partido Popular ha sido más general, con un mensaje más unitario y homogéneo, sin fisuras, dirigido a todos los españoles.

Conviene recordar que el PSOE empezó la campaña intentando crear una contraposición «demócratas franquistas»; luego otra «ricos-pobres»; vulneró el pacto de las pensiones utilizándolo en campaña, decidió que el Partido Popular iba a bajar los impuestos a los ricos y asimismo denunció que ese Partido se disponía a implantar el despido libre. En la recta final de campaña, sin embargo, Felipe González pidió el voto de la izquierda real para agruparlo en torno al PSOE, y remarcó que se elegía el alcalde de la ciudad y no otra cosa.

La polémica generada el día después de las elecciones, al hilo de las consideraciones voto urbano (PP) /voto rural (PSOE) no es del todo cierta, ya que en muchos núcleos rurales la gente mayoritariamente ha votado la gestión del alcalde que ya era en muchos casos del PSOE. Por contra, permanecen alcaldes como Francisco Vázquez en La Coruña y Cuerda en Vitoria, y no hay demasiadas dudas de que en unas elecciones generales -o incluso autonómicas- ganarían el Partido Popular en La Coruña y la suma del Partido Popular y de Unidad Alavesa en Vitoria, tal y como ya se ha producido en las últimas consultas.

La campaña de IU, por último, no debe tomarse en consideración: se desconoce si ha existido realmente o si ha sido una contracampaña dedicada a relatarnos las excelencias de la Revolución del 17.

El Partido Popular puede gobernar en 39 capitales de provincia y en 9 Comunidades Autónomas, ya que en Asturias es muy improbable.

En 1979, el Partido Socialista, a través de los denominados «Pactos Municipales de la Izquierda», logró el gobierno de las grandes ciudades y empezó a conformar sólidamente su alternativa, que cristalizaría en la apabullante victoria electoral de 1982. En estos 3 años, además, se produjo la concentración política de toda la izquierda en torno a la opción socialista, desapareciendo prácticamente el PCE. El impulso político que dio el PSOE a la gestión de los ayuntamientos, desarrollando una determinada política, ha sido durante muchos años una de las bases firmes de ese partido. La clara y nítida victoria del Partido Popular le permite afrontar un proyecto político sobre una base más sólida que la que tenía hace sólo unos días.

El PSOE puede gobernar en 6 capitales de provincia y en 3 Comunidades Autónomas. Es un partido, por 10 tanto, al que ya no se puede considerar como esencialmente municipalista: la conformación de su base electoral prima sobre su implantación municipal. Cuando se constituyan en Julio los ayuntamientos y las Comunidades Autónomas se notar la magnitud de la derrota.

IU debe gobernar en Córdoba y Málaga y en Extremadura y Asturias: su importancia parece decisiva. Su presencia electoral se fortalece allí donde actúa con una estrategia política de confrontación o de diferenciación neta con el PSOE: Andalucía, Cataluña, Valencia y Extremadura. En el País Vasco va configurándose como una fuerza política sólida. En Asturias, Murcia y Madrid es una fuerza mediocre, y en el resto deja mucho que desear. Los votantes de IU tienen una posición política muy crítica respecto al PSOE; si se producen pactos post-electorales con el Partido Socialista, entendidos como meros repartos de poder, la posición de IU en el futuro quedará muy comprometida.

CIU baja una media de 3,3% en el conjunto de Cataluña. Conserva Tarragona, y pierde muchas posiciones en el cinturón industrial de Barcelona. Se encuentra con una posible pinza sociológica -no política-, por parte de la vertiente nacionalista de ERC, y con el Partido Popular en la componente no socialista. Por lo tanto, se ha quedado atrapado en medio y puede tener una posición política muy arriesgada si mantiene su apoyo al PSOE.

El PNV es la quinta fuerza de San Sebastián, con la mitad de los votos que tiene el Partido Popular. Mantiene Vitoria por el prestigio de Cuerda, pendiente de las coaliciones. En Bilbao hay muchas dificultades para formar gobierno. Garaicoechea y su EA están siendo triturados por el tripartito, quedándose fuera de los ayuntamientos de Vitoria y Bilbao.

Periodista