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Todos conocemos ya la trayectoria profesional de Juan Pablo de Villanueva. Se graduó en Periodismo en la Universidad de Navarra con premio extraordinario en 1963. Ha dirigido cuatro periódicos en nuestro país y ha fundado uno de los grupos de comunicación más importantes de España. Nadie puede discutir que ha sido un periodista de primer orden y un empresario periodístico que ha creado valor y empleo.

No voy hablar de Juan Pablo desde su faceta de periodista, sino desde su lado humano y como gestor. Le conocí en noviembre de 1997, hace ahora once años. En dicha fecha se hacía cargo del Grupo Negocios, editora de La Gaceta de los Negocios y de la revista Dinero. Me ofreció que me responsabilizara del área comercial y de marketing. La primera instrucción que me dio fue que analizara el equipo humano que había en dicho departamento y que contara con todos ellos y no despidiera a ninguno. Le preocupaban mucho las personas y consideraba el empleo como un medio para el desarrollo humano de las mismas.

Yo venía de un mundo completamente ajeno al de la comunicación, concretamente del sector financiero. Tengo que agradecerle la infinita paciencia que tuvo conmigo enseñándome todos los trucos de una compañía periodística. Era exigente, pero cariñosamente exigente, porque con el primero que era tremendamente exigente era consigo mismo, pero al mismo tiempo era muy compresivo. Era el primero en remangarse y en echar una mano para apoyar una gestión. Como decía él, «hay que pedalear». A pesar de su condición de director del periódico siempre estaba dispuesto a ayudarte, a acompañarte a una reunión o una comida de carácter comercial para reforzar la acción.

No sólo se preocupaba de ti desde el punto de vista profesional sino también desde el punto de vista humano. Continuamente te preguntaba por tu familia, por los chavales, como él los llamaba. De manera muy respetuosa hacía su labor de apostolado y se preocupaba por tu práctica de la fe. Recordaré siempre con mucho cariño las romerías que realizábamos todos los meses de mayo a una preciosa ermita en Colmenar Viejo. Siempre terminaban en una comida en un modesto bar con el menú del día.

Una vez me comentó que no tenía miedo a la muerte. Lo que sí temía era una enfermedad larga o que se quedara en una situación que no se valiera por sí mismo. Juan Pablo, Dios te ha premiado con la muerte que tú querías.

Director general de Intelige, S.L.