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La cultura centroeuropea del siglo XX se podría definir, en términos generales, como la huida de la racionalidad y del orden impuesto por un Estado todopoderoso, para conquistar un espacio humano más íntimo. Si a lo largo del siglo XIX y durante casi dos décadas del XX, Europa Central experimentó el fortalecimiento del aparato del Estado y del centralismo, a costa de la uniformización de diversas culturas, etnias, religiones y lenguas, y del control burocrático del individuo, esa tendencia se ha convertido paulatinamente en la dirección esencial de la historia contemporánea en todo Europa. Así lo entendieron los autores checos —en este breve recorrido nos limitaremos a los escritores en prosa— que analizaron a fondo la monstruosa dimensión de esa tendencia, y de los que se puede afirmar que fueron casi proféticos.

Monica Zgustova: La bella extranjera. Praga y el desarraigo. Báltica editorial

Kafka y Hasek: los padres de la literatura de Praga

Franz Kafka y Jaroslav Hasek son los dos de Praga, aunque el primero escribió el alemán y el segundo en checo—uno y otro traducidos al castellano, aunque Hasek no a partir del original checo sino del alemán—. La obra de ambos retrata la rebelión del hombre contra el aparato estatal draconiano que más tarde, durante las dos guerras mundiales y la dictadura comunista, se convirtió en un verdadero monstruo bélico y represivo. El tratamiento de la realidad, tanto en la novela El proceso de Kafka como en la de Hasek, Las aventuras del buen soldado Schweik (que debería escribirse Svejk, según la grafía original checa y no la alemana), tiene muchos puntos en común. Si los funcionarios de Kafka llevan hasta el absurdo sus obligaciones y el cumplimiento de la ley como si eso fuera lo único que pudiera hacerlos humanos, el Svejk de Hasek cumple las sugerencias y las órdenes que recibe tan al pie de la letra, y el efecto es hasta tal punto cómico y grotesco que despierta una hilaridad incontenible y demuestra lo absurdo de la orden. Tanto Kafka como Hasek—y tras ellos Capek, Hrabal, Kundera y Havel— son conscientes de que la maquinaria estatal a la que están sometidos no tiene en absoluto sentido. Sus protagonistas demuestran que es mucho más efectivo hablar de historias humanas en vez de la Historia con mayúscula. Las aventuras y los destinos de esos protagonistas son, pues, la búsqueda de sentido en un mundo que carece de él.

Kundera o el racionalismo

Las novelas de Milan Kundera se sitúan en medio de la crisis del racionalismo, un proceso esencial en la civilización contemporánea, que empuja al individuo hacia el vacío, olvidando la voz de la conciencia y la compasión. Kundera se propone curar esta enfermedad empleando su propio virus, ya que su tratamiento es también racional y analítico. Los protagonistas de Kundera crean su pequeño paraíso fuera de la civilización: en la naturaleza, en una aldea, o incluso en la cárcel. Es cuando regresan a la civilización cuando perecen: abandonando la isla (Tamina en El Libro de la risa y el olvido) o de viaje a la ciudad (Agnes en La inmortalidad, Tomas y Tereza en La insoportable levedad del ser).

Hrabal o el poder mágico del arte y del amor

Toda la obra de Hrabal está escrita bajo el espíritu de la literatura de Praga, el espíritu de Hasek y de Kafka. Sus protagonistas son personas que se sienten expulsadas de la comunidad humana e intentan en vano encontrar su lugar. Muchos de los personajes de Hrabal son parecidos a los de Hasek: individuos que no creen en ninguna clase de ley y a los que tan sólo les salva de la soledad sin amor y de unas circunstancias sociales crueles la máscara de la risa y el interminable parloteo alegre, de modo parecido a la forma de actuar del buen soldado Svejk de Hasek. Sin embargo Hanta, protagonista de Una soledad demasiado ruidosa, el prensador de papel viejo, es una figura más bien kafkiana: el mundo que le rodea, indiferente pero inexorable, logra conducirlo a un paso del abismo y de la destrucción, hasta la muerte mental. La tragedia kafkiana de la nada y del vacío, en la visión esencialmente vitalista de Hrabal, es atenuada por la fe en el poder mágico del arte y del amor, que le confiere, hasta a la última perdición, una dimensión salvadora de la belleza.

Havel: el individuo en rebelión

Vaclav Havel, autor de una docena de obras de teatro, empezó a escribir con el espíritu del teatro del absurdo, según el modelo de Ionesco y Beckett. Su temática siempre gira en torno a la rebelión del individuo, al disidente en una sociedad conformista. Como Ulises se vio obligado a desplegar en el Mediterráneo una resistencia mucho más moral que física, el disidente de las obras de Havel lleva a cabo un viaje lleno de dudas y preguntas de cariz ético. El protagonista del siglo XX tiene más cosas en común con Hamlet que con los héroes legendarios. En su odisea moderna, el filósofo disidente de Havel, sobre todo el de su última obra, Largo Desolato, queda deshecho física y moralmente.

Traducciones al español

En prosa, España descubre la valía de Milan Kundera (con su novela La vida está en otra parte), autor ya conocido entonces en otros países europeos. A mediados de la década de los ochenta, Kundera escribió la novela que se convertiría en un verdadero éxito de ventas: La insoportable levedad del ser. Tras él, se publican otras novelas anteriores de Kundera, entre ellas La broma, El libro de la risa y El olvido (en las editoriales Seix Barrai y Tusquets), y todas las posteriores, como La inmortalidad, La lentitud y La ignorancia. Kundera, transformado en autor de reconocido prestigio en España y residente en París desde los setenta, adoptará el francés como lengua original de sus novelas a partir de los noventa.

A través de Kundera el lector español descubre la cultura y literatura checa, su éxito incita a la traducción de otros autores del país. Nacen así las traducciones de los escritores checos Josef Skvorecky (Ingeniero de almas, El milagro), Karel Capek (Viaje a España, La guerra de las salamandras) y el mencionado Bohumil Hrabal.

De este último se han traducido una decena de obras, la mayoría en la editorial Destino, y no ha tardado en convertirse para muchos lectores en un autor de culto. La aparición de cada uno de sus libros, ya sea una novela o recopilación de cuentos, ha sido todo un acontecimento: Yo que he servido al rey de Inglaterra, Una soledad demasiado ruidosa, Anuncio una casa donde no quiero vivir, Trenes rigurosamente vigilados, La pequeña ciudad donde el tiempo se detuvo, Personajes en un paisaje de infancia, Quién soy yo para citar unos pocos.

La crítica literaria española, atenta a la aparición de cualquier novedad relacionada con el autor checo, tratará a Hrabal como a un clásico contemporáneo europeo y un valor literario incontestable. Se ha publicado, incluso, su primera biografía en español: Los frutos amargos del jardín de las delicias (también en Destino).

Tras la caída del comunismo

A raíz del año revolucionario de 1989 y de la caída del muro, el lector español comienza a interesarse por los protagonistas de aquellas revueltas que acabaron con la guerra fría. En Checoslovaquia, en 1990, Vaclav Havel es elegido primer presidente democrático tras medio siglo de guerras y totalitarismos. Durante los veinticinco años anteriores, Vaclav Havel había sido un conocido disidente del régimen comunista, lo que le costó varios años de cárcel. Dichos aconteceres darán lugar a la publicación (casi todos en Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg) de varios libros de ensayos de Vaclav Havel (Cartas a Olga, Meditaciones estivales, Palabra sobre la palabra) y una antología de sus obras de teatro, Grave Cantabile entre otras.

Los años noventa servirán para que los editores españoles publiquen traducciones de otros autores checos más diversos y pertenecientes a distintas épocas: Jamek, Durych, Kratochvil, Klima, Chudozilov, Putik, Vieweg. Se traducen libros de pensadores checos; además de Vaclav Havel, se pondrá especial atención en Tomas Masaryk, el primer presidente de Checoslovaquia, Jan Patocka, el filósofo husserliano, y Tomas Halik, pensador influenciado por la religión católica.

En definitiva, pues, podemos concluir que la literatura checa ha tenido en España una difusión continuada y una recepción atenta, tanto por lo que respecta a los editores como a los medios de comunicación y al público lector. En este abanico bastante completo de autores checos en este país se echa de menos, sin embargo, un autor contemporáneo de inestimable valía: Ludvik Vaculik, olvidado por las editoriales españolas, es uno de los escritores centroeuropeos de mayor prestigio, sobre todo por su novela La clave de los sueños, escrita en forma de diario íntimo, que trata el ambiente de los disidentes en los años setenta y ochenta. Faltan, además, otros nombres como Vancura o el poeta Siktanc. Una injusticia literaria que debiera, quizá, corregirse.

Karel Capek y su «Viaje a España»
Hijo de un médico rural y nacido en la localidad de Svatnnovice (Checoslovaquia), Karel Capek (1890-1938) dejó pronto su región natal para estudiar filosofía en Praga, Berlín y París. Su afición a los viajes le llevó en 1930 a pasar una larga estancia en España, de la que procede un bello libro lleno de comentarios y bocetos que él mismo hizo para plasmar su imagen del país: Viaje a España (1930). La edición española no surgió hasta 1989, de la mano de la editorial Hiperión.«Después de los manzanos checos vendrán los pinos de Brandenburgo, en los blancos arenales, el molino de viento agita las olas […] Eso es Alemania. Luego las rocas cubiertas de hiedra, los montes perforados por las extracciones de los hombres, fábricas siderúrgicas, una mescolanza de naturaleza bucólica e industria pesada, todo el Flandes del viejo poeta. […] Bueno, y ahora otra vez espacios más abiertos: eso es Francia, la tierra de alisos y chopos, de chopos y plátanos, de plátanos y viñas. El verdor plateado.Y por fin, España. Las tierras hispanas están para mí veladas por un misterio impenetrable. […] Por el mapa y la hora debíamos de estar en algún punto de las montañas, pero bajo la roja franja del alba sólo vi la superficie marrón, desnuda, grávida […] estaba en otra tierra, y aquella tierra era África. No sé cómo decirlo, en ella hay verdor, pero es distinto al nuestro, tan oscuro y gris. Esas piedras no surgen del suelo, parecen haber caído en él como lluvia. Esos montes se llaman Sierra de Guadarrama. El Dios que los creó debía de ser muy fuerte».