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El autor, Max F. Perutz, nacido en Viena, doctorado en Cambridge, ha dedicado su vida a la investigación científica en los campos de la biología molecular y de la medicina, Pero también ha reflexionado en una serie de campos, que no son susceptibles de una comprobación experimental en el laboratorio. Y, fruto de esas reflexiones, ha surgido este libro. Se trata de una serie de ensayos, agrupados en cuatro grandes epígrafes: «¿Es necesaria la ciencia?», que da título al libro; «La ciencia en la guerra», «Grandes científicos» y «Sobre la ciencia». En «Grandes científicos» se hacen unos retratos humanos de cuatro importantes científicos: Fleming, Rutherford, Planck y Weizmann.

Particularmente sugerente es el ensayo «La Influencia humanizadora de la ciencia». Se trata de explorar hasta qué punto nuestra sociedad podría prescindir de los conocimientos científicos. Evidentemente, éstos conllevan una contrapartida, que puede resultar, en ocasiones, espantosamente cara. Pero la respuesta es clara y tajante. Sin la ciencia, nuestra sociedad no podría mantener un nivel de vida aceptable. Y el autor cita el caso de la Revolución Cultural en China. «Los científicos eran enganchados al arado; los institutos de investigación eran cerrados o se paralizaba su trabajo por interminables discusiones sobre sus objetivos políticos». El resultado no fue, en modo alguno, la vuelta, como predicó Rousseau, a una sociedad primitiva pero feliz. Este roussonianismo de café o de pub, al que tan aficionados son ahora muchos ecologistas, se mostró imposible y llevó al país al borde del colapso económico, «porque los problemas que plantea tener a la gente alimentada, vestida y con una salud razonable, y de proteger a) país de una invasión extranjera, no pueden resolverse sin la ciencia». Evidentemente, nos encontramos muy lejos de aquellos ingenuos progresistas del siglo XIX, que pensaban que la ciencia era capaz de traer la felicidad a la humanidad. Esta postura carece por completo de sentido. La felicidad constituye un problema personal. Jamás puede ser consecuencia de una teoría científica. La ciencia solamente puede aportar un nivel de vida razonablemente confortable. Y esto no es poco. Es cierto que la ciencia encierra también muchos peligros y no pocas tragedias. Como ejemplo, basta citar Chernobil. Posiblemente, uno de los temas cruciales de nuestro tiempo sea el de saber hacer un uso ético y razonable de los conocimientos científicos.

Muy interesantes son los párrafos que el autor dedica a la creatividad. Nos encontramos aquí ante un fenómeno tan difícil que nadie es capaz de describir con alguna precisión. En esta línea Popper ha escrito «que no existe, en absoluto, un método lógico de tener nuevas ideas, ni una reconstrucción lógica de este proceso. Puede expresarse mi parecer diciendo que todo descubrimiento contiene «un elemento irracional» o «una intuición creadora» en el sentido de Bergson». Pero el trabajo parece estar siempre presente en el acto de la creación y, además, la imaginación, que ocupa el primer lugar tanto en la creación artística como en la científica.

En el ensayo «ciencia y política». Perutz se pregunta sobre si la ciencia puede hacer algo para disminuir las tensiones, nacionales o internacionales. En líneas generales, y después de relatar una serie de hechos, algunos espeluznantes, como las matanzas planeadas y organizadas durante la época nazi, por unas trescientas personas en el Instituto de Neurología del Hospital Charite en Berlín, el autor concluye, siguiendo a Popper, que la ciencia puede hacer, por lo menos, una modesta contribución, en el sentido de disminuir las tensiones políticas, si sabe orientar a la gente hacia una aptitud científica en los problemas políticos.

En definitiva, un libro lleno de experiencias vitales, de conocimientos personales, de vida, escrito por un hombre que se define como un biólogo molecular, «que ha pasado su vida buscando qué aspecto tienen y cómo funcionan las grandes moléculas, que son los caballos de carga de la célula viva».

Alberto Miguel Arruti (1932-2011) licenciado en Ciencias Físicas, periodista y escritor; trabajó muchos años en RTVE, donde llegó a ser Director de los Servicios Informativos de TVE y RNE. También fue miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Comunicación Científica. Impartió docencia en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, así como en las Universidades Europea de Madrid, CEU San Pablo y Universidad Internacional de Andalucía.