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Hace unos años, el formalismo desdeñaba los estudios biográficos, argumentando que la vida de un autor no aportaba nada a la comprensión de una obra. Hoy en día, casi nadie se atreve a formular una teoría semejante. La obra goza de autonomía, pero sus raíces se hunden en la peripecia vital de su creador. Después de leer la biografía de Joseph Frank Dostoievski. El escritor en su tiempo, resulta imposible afirmar lo contrario. Publicada inicialmente en cinco tomos, Frank ha realizado un ejercicio de síntesis para reunir su trabajo en un solo volumen. En el prefacio, nos aclara que Dostoievski poseía una «imaginación escatológica» (p. 19), es decir, la capacidad de dramatizar las ideas. Sus personajes podían enzarzarse en grandes disputas teóricas sin convertirse en figuras huecas o retóricas. Su talento para lograr ese efecto procedía de su tendencia innata a «sentir el pensamiento».

Joseph Frank nos revela aspectos esenciales de la niñez y la juventud de Dostoievski. Su padre, Mijaíl Andréievich, médico del hospital para pobres de Mariinski en Moscú, no era un hombre tan violento como se ha creído. Autoritario, melancólico y emocionalmente inestable, se mostraba muy exigente con sus hijos en los estudios y en cuestiones como la dignidad y el decoro, pero jamás empleó los castigos físicos. De hecho, hizo un esfuerzo económico para que estudiaran en colegios privados, donde no se golpeaba a los alumnos, algo que sí sucedía en los centros públicos. La madre, María Fiódorovna, era una mujer bondadosa y sensible que distribuía grano entre los campesinos pobres para que pudieran sembrarlo al inicio de la primavera. Todo indica que el escritor heredó de ella la simpatía hacia los parias y los desposeídos. Frank destaca que Dostoievski es el único escritor ruso de la primera parte del siglo XIX que no procedía de la alta aristocracia terrateniente, como sí era el caso de Puskhin, Tolstói, Gógol, Herzen o Turguénev.

De temperamento quijotesco, solía defender a los más débiles y a veces se mostraba desafiante con los maestros, si no estaba de acuerdo con sus ideas

Nacido en Moscú el 11 de noviembre de 1821, sus padres solo poseían una pequeña finca a unas diez verstas de la ciudad llamada Daravoe. El futuro escritor creció en un hogar caracterizado por el orden, la tranquilidad y la rutina, y no en un clima de caos y crispación, como han apuntado otros biógrafos. Durante sus estancias de Daravoe, el pequeño Fiódor mantuvo una estrecha relación con los campesinos. Su paso por la escuela fue menos apacible. De temperamento quijotesco, solía defender a los más débiles y a veces se mostraba desafiante con los maestros, si no estaba de acuerdo con sus ideas. La muerte temprana de la madre a causa de la tuberculosis fue un durísimo golpe para toda la familia. El padre se hundió en la tristeza y se volvió aún más sombrío y taciturno.

Frank subraya la importancia de la religión en la infancia del escritor. Moscú era la ciudad de las iglesias y las campanas. Parecía imposible vivir en el mundo, ignorando a Dios. Sin embargo, la fe no evitaba que imperaran la violencia y la brutalidad en las relaciones sociales. En una estación de correos, Dostoievski presenció cómo un mensajero del gobierno golpeaba en la nuca al conductor de su carruaje. El agredido no respondió, pero descargó su frustración en el caballo, azotándolo con todas sus fuerzas. «Esta imagen enfermiza permaneció en mi memoria toda la vida», escribiría años más tarde. En 1837, Fiódor ingresó con su hermano Mijaíl en la Academia Militar de Ingenieros de San Petersburgo. Ninguno de los dos poseía vocación castrense, pero su padre consideró que era el mejor camino para ascender socialmente. Los hermanos cumplieron con sus obligaciones académicas, pero los dos soñaban con la literatura. En 1839, el padre muere repentinamente. Corre el rumor de que los campesinos de Daravoe lo han asesinado. Frank cuestiona esa hipótesis, alegando que dos médicos examinan el cadáver y concluyen que la defunción se ha debido a una apoplejía. También desmiente que el joven Fiódor haya deseado la muerte de su progenitor.

La lectura de Balzac le convenció de que Europa había caído en el materialismo más grosero y corría el riesgo de ser destruida por la lucha de clases

Dostoievski odiaba la institución de la servidumbre, que mantenía a los campesinos en un estado de esclavitud, y eso le hizo acercarse a los círculos de intelectuales liberales que abogaban por la reforma y la modernización de Rusia. La lectura de Balzac le convenció de que Europa había caído en el materialismo más grosero y corría el riesgo de ser destruida por la lucha de clases. En 1844, tradujo Eugenia Grandet y un año después dejó el ejército. Influido por Gógol, debuta como novelista en 1845 con Pobres gentes, pero no se limita a copiar a su modelo. A diferencia del autor de El capote —según Frank— «un maestro titiritero»—, se interna en el alma de sus personajes, intentando acceder a los estratos más profundos de su conciencia. Nunca es explícito ni omnisciente, sino una voz más. En el interior de sus criaturas se atisba «la tensión entre lo tácito y lo hablado» (p. 116). Gógol contempla a sus personajes desde arriba, con una condescendencia que le distancia de ellos. En cambio, Dostoievski observa y recrea el mundo desde abajo, identificándose con el dolor de sus criaturas. «La risa es lo más importante para Gógol —observa Frank—, mientras que para Dostoievski son las lágrimas lo que predomina» (p. 122).

Pobres gentes es acogida por la crítica con entusiasmo. El prestigioso crítico Visarión Belinski celebra la obra y los círculos literarios y los salones aristocráticos acogen a Dostoievski, exaltando su talento, pero su timidez, inseguridad y petulancia le granjean muy pronto antipatías y burlas.

En esas fechas, comienza a sufrir cuadros de agitación y desmayos. Los médicos no tienen claro si se trata de pequeñas apoplejías o epilepsia. Dostoievski admite que su temperamento no es fácil. «Tengo un carácter tan horrible, tan repulsivo… —confiesa en una carta a su hermano Mijaíl—. Atribuyo esta falta de equilibrio a la enfermedad». Las siguientes novelas —El doble (1846), Noches blancas (1848) y Niétochka Nezvánova (1849)— no obtienen el éxito esperado. Belinski considera que su talento se ha agotado, pero se equivoca. Dostoievski aún no ha adquirido la madurez literaria que le permitiría escribir obras maestras, pero ya es un narrador de gran talento. Noches blancas es una novela poética, emotiva y con un humanísimo clima de ensoñación y ternura. En palabras de Frank, «se distingue del universo tragicómico y satírico de sus primeras creaciones por la hermosa ligereza y delicadeza de su tono, su atmósfera de emotividad primaveral adolescente y la gracia e ingenio de sus parodias bondadosas» (p. 153).

Frank aclara que Dostoievski nunca fue un revolucionario, pero la indignación que le producían los abusos contra los más débiles a veces le hacían hervir de cólera y hablar como un agitador

Descontento con la situación de los campesinos y los sectores más pobres de las grandes urbes, Dostoievski frecuenta los círculos de Betekov y Petrashevski, donde se habla de literatura y socialismo. Algunos de sus integrantes fantasean con la revolución, pero la mayoría se muestra partidario de las reformas. Al principio, el gobierno vigila las reuniones, pero sin tomar medidas. Dostoievski ya opina que la misión de Rusia es propagar una nueva cultura basada en Cristo como garantía de libertad moral y espiritual. Frente a los defensores del socialismo, reivindica las instituciones milenarias del pueblo ruso: la propiedad comunal, la responsabilidad mutua y la distribución solidaria de los bienes. Los falansterios de Fourier le parecen «más terribles y repugnantes que cualquier prisión». Frank aclara que Dostoievski nunca fue un revolucionario, pero la indignación que le producían los abusos contra los más débiles a veces le hacían hervir de cólera y hablar como un agitador. La tolerancia del zar desaparecerá a raíz de las revoluciones románticas que provocan la caída de tronos en toda Europa. Decidido a borrar cualquier manifestación de descontento o rebeldía, Nicolás I adoptó una serie de medidas contra el pensamiento libre que paralizaron a la cultura rusa. Se llegó a prohibir la enseñanza de la filosofía y el conde Buturlin llegó a comentar: «Si el Evangelio no estuviera tan extendido como lo estaba, sería necesario prohibirlo a causa del espíritu democrático que disemina».

Los contertulios del Círculo Petrashevski fueron detenidos y enviados a la fortaleza de San Pedro y San Pablo. Interrogado, Dostoievski se comporta con dignidad y no delata a nadie. El zar, que ha decidido dar un escarmiento ejemplar, ordena que los detenidos sufran un simulacro de fusilamiento y sean enviados a Siberia. Dostoievski será condenado a cuatro años de trabajos forzados y un tiempo indefinido en un batallón de castigo. El escritor, poco antes de enfrentarse al pelotón, susurra a Speshnev, uno de los conspiradores con ideas más radicales, unas palabras de El último día de un condenado de Victor Hugo: «Estaremos con Cristo». El aludido contesta despectivo: «Una mota de polvo». Un correo del zar interrumpe la ejecución, comunicando a los condenados que su pena ha sido conmutada por prisión en Siberia. Antes de partir, Dostoievski escribe a su hermano Mijaíl: «No te aflijas por mí. No he perdido la esperanza».

Cautiverio, años penosos y desalentadores

Los años de cautiverio serán penosos y desalentadores. No podrá escribir, no conocerá ni un momento de intimidad, será hostigado por los presos comunes, que lo considera un enemigo de clase. En una estación de tren, una niña de diez años se acerca a él y le entrega una limosna, conmovida por su aspecto de miseria. «Por amor de Cristo», le dice con timidez. Dostoievski afirmará más adelante que aquella experiencia cambió su corazón y su mirada. En la estepa helada, conocerá la fusión fraternal con el pueblo. Durante la Pascua, comprobará que los presos reciben la eucaristía con la misma piedad con que el buen ladrón se dirigió a Cristo. Se conmueve con su devoción, pero al mismo tiempo sabe que esos presos pueden ser brutales y despiadados. Su optimismo rousseauniano, apunta Frank, no puede sostenerse solo con la razón. De ahí que abrace una fe capaz de convivir con lo irracional y paradójico. «Si alguien me demostrase que Cristo está fuera de la verdad, y que, en realidad, la verdad está fuera de Cristo —admitirá en su correspondencia privada—, entonces preferiría quedarme con Cristo antes que con la verdad». Durante sus años en Siberia, los médicos le comunican que sus desmayos y convulsiones están causados por la epilepsia, una enfermedad que lo acompañará el resto de su vida.

Liberado en 1854, Dostoievski pasó cinco años en el séptimo batallón, acuartelado en la fortaleza de Semipalátinsk en Kazajistán. Allí conoció a María Dmítrievna Isáyeva, infelizmente casada con un hombre caótico y perezoso. En 1857, el esposo murió y el escritor pudo casarse con ella. Ese mismo año, el zar Alejandro II decretó una amnistía y Dostoievski recuperó la libertad y el permiso para volver a publicar, pero no pudo regresar a San Petersburgo hasta 1859. Las dos novelas que escribió en Siberia, El sueño del tío y Stepánchikovo y sus habitantes, despertaron escaso entusiasmo, pero —como sostiene Frank— en ellas se aprecia un giro hacia «un cristianismo más tradicional de culpabilidad moral universal y responsabilidad por el mal y el pecado» (p. 336). Al mismo tiempo, se enfatiza que solo el perdón y el amor al prójimo pueden salvar al hombre de su indigencia moral y ontológica.

Al poco de retornar a San Petersburgo, Dostoievski funda con su hermano Mijaíl la revista Vremya («Tiempo»), donde apareció Humillados y ofendidos. En las páginas de la revista, Dostoievski examina la obra de Poe, destacando «el vigor de la imaginación», que nace de su talento para «el detalle específico». Al mismo tiempo, exalta la obra E.T.A Hoffmann con su ideal de belleza y pureza de carácter trascendente. Frank subraya que las mejores creaciones de Dostoievski tras su regreso de Siberia combinan la «vivacidad y verosimilitud» de Poe con el sentido de «lo sobrenatural y trascendente» de Hoffmann. Esa fórmula se aplica sobre el supuesto de que la satisfacción total con el mundo implica la muerte del espíritu y la decadencia moral.

«Humillados y ofendidos» no es su mejor novela, pero introduce una importante novedad en su interpretación de la sociedad y la historia: el egoísmo y el orgullo, y no las formas políticas, son la principal causa de que la compasión y el amor no regulen las relaciones humanas

La estética de la trascendencia de Dostoievski no excluye el anhelo de mayor justicia para el campesino ruso. Humillados y ofendidos (1861) no es su mejor novela, pero introduce una importante novedad en su interpretación de la sociedad y la historia: el egoísmo y el orgullo, y no las formas políticas, son la principal causa de que la compasión y el amor no regulen las relaciones humanas. Es la misma tesis que impera en Memorias de la casa muerta (1862), que recrea las penalidades sufridas por el escritor en Kátorga, el sistema penal de la Rusia imperial.

Durante los dos años siguientes, Dostoievski viaja por Europa, visitando Berlín, París, Londres, Ginebra, Turín, Viena y Florencia. Se embarca en una aventura extraconyugal con Apolinaria Suslova, una estudiante que juega con sus sentimientos y acaba abandonándolo. También desarrolla una afición desmedida a la ruleta. Pierde mucho dinero y no le queda otra alternativa que volver a Moscú. Allí descubre que Tiempo ha sido prohibida por publicar un artículo sobre el levantamiento de enero, una protesta espontánea de los jóvenes polacos contra el reclutamiento forzoso para el Ejército Imperial Ruso. Dostoievski no se resiste a interrumpir su actividad periodística. En 1864, logra los permisos para editar Epoja («Época»), una nueva revista que dirige con su hermano Mijaíl. En ella, publicará por entregas Apuntes del subsuelo, una refutación del egoísmo racional del filósofo y socialista utópico Nikolái Chernyshevski. El monólogo interior de su protagonista, un funcionario inestable y frustrado, evidencia que el hombre es igualmente propenso al bien que al mal. De hecho, sufre una poderosa atracción hacia lo irracional, caprichoso y destructivo. Esa «inquietante verdad», señala Frank, explica que la novela haya influido notablemente en autores como Kafka, Joyce, Proust o Sartre. Nietzsche leyó la obra con entusiasmo, anotando que constituía un genial alarde de penetración psicológica, quizás sin advertir que la intención de Dostoievski era combatir —como dice Joseph Frank- «las ideologías occidentales, librescas, extranjeras y artificiales, y volver al “suelo ruso”», con su ideal cristiano de amor, humildad y sencillez (p. 525).

«Crimen y castigo»: prodigio de construcción y sofisticación artística

Las muertes de su esposa María y su hermano, que acontecen con poco tiempo de diferencia, quebrantan el ánimo de Dostoievski, que asume las cuantiosas deudas de Mijaíl y el cuidado de su viuda y sus cuatro hijos. Tras cerrar Época por problemas financieros, se marcha al extranjero. De nuevo pierde dinero en los casinos y se reencuentra con Apolinaria Suslova, que rechaza su propuesta de matrimonio. En 1865 regresa a San Petersburgo y empieza a trabajar en Crimen y castigo, que publica por entregas en la revista El Mensajero Ruso. Joseph Frank nos cuenta que Dostoievski preparó con enorme cuidado la novela, lo cual desmiente su fama de escritor desordenado y negligente. Crimen y castigo es un prodigio de «construcción y sofisticación artística». Desde el punto de vista técnico, el mayor mérito de la obra el estrecho vínculo entre el narrador omnisciente y el punto de vista del protagonista. De este modo, escribe Frank, «conserva la libertad de omnisciencia para dramatizar el proceso de autodescubrimiento de Raskólnikov, para revelar al personaje gradualmente, para comentarlo desde fuera cuando esto se hace necesario, y para abandonarlo por completo cuando la trama se amplía» (p. 572). Crimen y castigo redunda en la perspectiva que caracteriza a las grandes novelas de Dostoievski: Europa occidental ha propagado una especie de peste que consiste en la autodeificación del hombre y el desprecio de Dios. Rusia debe oponerse a esa epidemia, ofreciendo como alternativa sus tradiciones culturales y su profunda religiosidad. Dostoievski no habla en términos raciales, sino espirituales. Su nacionalismo no posee ningún componente étnico.

«El jugador»: una comedia social satírica

Agobiado por las deudas, Fiódor firmó un contrato con el editor Stellosvki, comprometiéndose a entregar una novela al año a cambio de tres mil rublos. El contrato establecía que si incumplía los plazos los derechos de todas sus obras pasarían a manos del editor. Aunque la opción de dictar no le atraía, Dostoievski contrató a la joven taquígrafa Anna Grigórievna Snítkina y finalizó en veintiséis días su novela El jugador, lo cual le permitió cumplir con los plazos fijados. Anna Grigórievna, una mujer generosa, equilibrada y sensata, se convertiría en su segunda esposa, proporcionándole estabilidad y equilibrio. En El jugador, «una pequeña obra brillante» que funciona como «una comedia social satírica» (p. 626), se pone de manifiesto la característica esencial del ludópata: cree que puede alcanzar un autocontrol total, pero en realidad solo es esclavo de una compulsión.

A pesar de que Anna impone sensatez y prudencia en la administración del dinero, las deudas continúan creciendo y el matrimonio decide abandonar Rusia para escapar de los acreedores. El 12 de agosto de 1867 visitan el museo de Basilea. Al contemplar el Cristo muerto de Holbein, pintado en 1521, Dostoievski casi sufre un ataque epiléptico. La imagen del cadáver con la boca abierta, la tez amarillenta y el estómago hundido, le hace exclamar: «Este cuadro puede destruir la fe de cualquiera». En Ginebra empieza a preparar El idiota y en 1868 nace su primera hija, Sonia, que muere a los tres meses. Devastado, el matrimonio abandona Ginebra y viaja por Milán, Florencia, Bolonia y Venecia. En 1869, nace su segunda hija, Liubov. Ese mismo año, El Mensajero Ruso termina la publicación por entregas de El idiota. Protagonizada por el príncipe Mishkin, muestra las consecuencias de seguir fielmente el ideario del Evangelio. Frank afirma que la de conducta Mishkin, exenta de cualquier forma de malicia, egoísmo o vanidad, resulta tan escandalosa para sus contemporáneos como la de Cristo a ojos de los fariseos.

El mayor mérito de «Los demonios» reside en que muestra que los crímenes cometidos por razones ideológicas son particularmente repulsivos, pues no obedecen a un arrebato, sino a un cálculo frío y racional

El 8 de julio de 1871, Dostoievski y su familia regresan a Rusia tras cuatro años de ausencia. A los ocho días de su llegada, nace Fiódor y, de inmediato, aparecen los acreedores, exigiendo el pago de las deudas. El escritor puede darles algo de dinero gracias a la publicación por entregas de Los demonios, un ajuste de cuentas con su pasado como conspirador. Basada en un hecho real, narra el intento del joven y seductor Stavrogin de subvertir la moral, mostrando que el bien y el mal solo son prejuicios. Para lograrlo, viola y asesina a una niña de once años, pero no puede soportar los remordimientos y acaba suicidándose. Entre sus crímenes, hay que incluir los malos tratos infligidos a su mujer enferma, que encarna las virtudes del pueblo ruso. Joseph Frank señala que el mayor mérito de esta obra reside en que muestra que los crímenes cometidos por razones ideológicas son particularmente repulsivos, pues no obedecen a un arrebato, sino a un cálculo frío y racional.

En 1872, Dostoievski asume la dirección del seminario El ciudadano y publica la versión completa de Los demonios en una pequeña editorial creada con sus propios recursos. La novela consigue un éxito arrollador. Reedita varias de sus obras anteriores y comienza a publicar la revista Diario de un escritor, donde es el único redactor y en la que escribe relatos cortos, artículos políticos y crítica literaria. En sus páginas, elogia a Alejandro II, que en 1881 abolirá la servidumbre, y vuelve a atribuir a Rusia la misión de salvar a Europa de su decadencia. Nace su cuarto hijo, Alekséi, que morirá prematuramente, y se establece en San Petersburgo.

«Los hermanos Karamazov»: novela sobre el libre albedrío

Entre 1879 y 1880, El Mensajero Ruso publica Los hermanos Karamázov. Concebida como una obra en dos tomos, solo aparecerá el primero, pues Dostoievski muere a los pocos meses. La novela es elogiada incluso por los críticos que habían cuestionado su talento. Según Frank, el tema central de la obra no es el parricidio, sino el libre albedrío. En el libro quinto, que contiene la fábula del Gran Inquisidor, donde Jesús es acusado de conceder a la hombre una libertad que pone en peligro el milagro, el misterio y la autoridad. Dostoievski no se pronuncia en contra de la libertad, advierte Frank, pero sabe que es un arma de doble filo. A algunos los conduce a la humildad y al completo dominio de sí mismos, y a otros al orgullo satánico y el crimen. El Gran Inquisidor simboliza la Iglesia Católica, aborrecida por Dostoievski, que la acusaba de perseguir el poder y descuidar el Evangelio.

En sus últimos años, el escritor deposita todas sus esperanzas en Dios y en el zar. Cuando participa en la inauguración del monumento a Puskhin en Moscú, habla de la misión civilizadora de Rusia en Asia central, expresando tesis imperialistas. El 9 de febrero de 1881 una hemorragia pulmonar acaba con su vida. Su entierro en el cementerio de Tijvin, situado en el interior del monasterio Alexander Nevski de San Petersburgo, fue un acto multitudinario. Para muchos, el escritor se había convertido en un profeta y un líder espiritual. En su sepulcro se inscribió un versículo de San Juan: «En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere produce mucho fruto».

Un canto a la fraternidad y la esperanza

Dostoyevski. Joseph Frank. Rialp. Madrid, 2022. 1079 págs. Traducción: David Cerdá

Dostoievski. El escritor en su tiempo es una biografía de extraordinario rigor histórico y literario. No se limita a enunciar hechos y obras, sino que busca la conexión entre la vida, el contexto histórico y la escritura, analizando la evolución estética y espiritual del escritor. Joseph Frank no incurre en la hagiografía. Muestra a Dostoievski tal como es, pero no se complace en lo truculento y escandaloso. Cuestiona algunas interpretaciones sin incurrir en desvaríos hermenéuticos. Su minucioso trabajo elude el mito y el escarnio, componiendo un retrato equilibrado y preciso.

A pesar de su tradicionalismo, Dostoievski no fue un reaccionario, pues nunca perdió la sensibilidad social y su amor a la libertad. Sus novelas son un canto a la fraternidad y la esperanza. Algunos las leen por sus dotes introspectivas y sus innovaciones técnicas, pero su sentido último es la salvación del hombre por medio de la fe y la solidaridad con sus semejantes. El príncipe Mishkin fracasó, pero Dostoievski, imbuido en la misma locura, nos dejó una obra que puede ser un faro para los que no se resignan a convivir con la desesperanza y el fatalismo.

Periodista y escritor.