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Bajo los auspicios de la mediación suiza y con la presencia de la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, los ministros de relaciones exteriores de Armenia, Edvard Nalbandian, y Turquía, Ahmet Davutoglu, firmaron el pasado 10 de octubre una serie de protocolos en Zúrich para el establecimiento de relaciones diplomáticas, la reapertura de las fronteras y la formación de una comisión de expertos encargada de estudiar el denominado genocidio armenio.

A la reunión diplomática en Zúrich siguió el 14 de octubre otra cita, esta vez deportiva. En Bursa (Turquía) se disputó el partido de vuelta entre las selecciones de fútbol de Armenia y Turquía, partido de clasificación para el Mundial de Sudáfrica 2010. El encuentro, sin trascendencia deportiva ya que ambos equipos estaban eliminados de la clasificación, sí tuvo un fuerte contenido simbólico pues tanto éste como el partido de ida en la capital armenia, Ereván, el pasado año han servido para acercar a los dos países. Esta mejora de las relaciones gracias a la «diplomacia del fútbol» la escenificaron los presidentes de Turquía, Abdullah Gül, y Armenia, Serj Sarkisian, que asistieron juntos al encuentro.

Con el trasfondo de los crímenes perpetrados durante la Primera Guerra Mundial y tras décadas de animosidades y desencuentros la disposición de los dos gobiernos a retomar las relaciones diplomáticas es una muestra de madurez y de valor políticos.

UNA HISTORIA CONFLICTIVA

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En 1915 el Gobierno de los Jóvenes Turcos -revolucionarios en el poder desde 1908- ordenó el arresto y asesinato de la élite armenia a la que siguió (hasta 1917) la deportación y matanzas masivas del pueblo armenio en el Imperio Otomano. Se estima que casi la mitad de la población armenia de Turquía; más de un millón de personas, murió víctima del genocidio. Mientras en Armenia se habla de más de millón y medio de muertos, segúnTurquía, que rechaza el término de genocidio, fueron de 300.000 a 500.000. Las pérdidas en el legado cultural, espiritual y material han sido incalculables.

Con la desaparición de la URSS Turquía reconoció en 1991 la independencia de Armenia. La falta de relaciones diplomáticas se explica porque en Turquía no gusta que la Declaración de Independencia armenia se refiera a la región de Anatolia oriental (hoy parte integrante de Turquía) como Armenia occidental y, sobre todo, que en esa declaración se alud aal genocidio armenio que Turquía se empeña en negar.

La frontera común que separa una Armenia -mutilada territorialmente en todas direcciones- y Turquía deja el monte Ararat, símbolo nacional de Armenia, hoy en territorio turco. La montaña sagrada, donde según la tradición bíblica encalló el arca de Noé, puede divisarse desde Ereván.

En 1993 Turquía cerró su frontera con Armenia en apoyo a su aliado turcófono de Azerbaiyán, después de que Armenia tomara el control del enclave separatista del Alto Karabaj, habitado mayoritariamente por armenios.

LAS COMPLICACIONES PARA LA RATIFICACIÓN

Para entrar en vigor, los protocolos deben ser ratificados por los parlamentos nacionales en los próximos dos meses. En Turquía el proceso de ratificación ya ha empezado. Aunque los dos partidos en el poder, tanto en Turquía como en Armenia, son mayoritarios en sus legislativos respectivos, existe el riesgo de que las críticas de la oposición y los ultranacionalistas desestabilicen las opiniones públicas. Las actitudes a ambos lados de la frontera culpando a sus gobiernos de debilidad no dejan de ser similares.

El líder de la extrema derecha nacionalista turca acusa al gobierno de haber liquidado los intereses de Turquía y los de Azerbaiyán, que según el lema de los años noventa forma con Turquía «una nación, dos Estados». Azerbaiyán, cuya población es de mayoría musulmana es considerado en Turquía como un país hermano y se opone al curso normalizador con Armenia.

En Armenia, los nacionalistas claman ante la traición del acuerdo al considerar que Armenia no está segura de salir del bloqueo de Turquía impuesto hace dieciséis años con el cierre de las fronteras.

También desde fuera se producen críticas. Una gran parte de la diáspora armenia, que se estima en una población aproximada de ocho millones de personas, rechaza esta normalización. Ha publicado varios folletos en la prensa occidental con un título explícito: «Votch» (No, en armenio). La diáspora, que se considera heredera del genocidio, se queja de haber sido marginada y que la normalización de las relaciones turcoarmenias se lleva a cabo sin tener en cuenta la justicia histórica que les es debida. Ahora bien, la diáspora nunca ha sido una entidad monolítica. Desde un punto de vista histórico, ha existido una diáspora armenia desde la pérdida de la condición de estado en 1375, cuando el reino armeniode Cilicia cayó bajo control de los mamelucos, si bien el exilio creció exponencialmente después del genocidio armenio.

La presencia del cantante y filántropo francés de origen armenio Charles Aznavour en la ceremonia de la ciudad suiza fue interpretada como un mensaje para que la diáspora acepte el acuerdo con Turquía. Tras serle concedida la nacionalidad armenia el pasado año, Aznavour fue nombrado representante permanente en la oficina de la ONU en Ginebra y embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Armenia en la Confederación Suiza por decreto presidencial

.Hasta ahora ha sobrado intransigencia y ha faltado generosidad por ambas partes. El camino iniciado para superar estereotipos y lograr la reconciliación será, pues, largo. Como ocurre con frecuencia la iniciativa de los gobiernos no ha hecho más que seguir el valiente ejemplo de la sociedad civil. Desde su fundación en 1997 el Consejo de Negocios Turco-Armenio (TABDC, por sus siglas en inglés) ha estado trabajando para desarrollar relaciones entre Armenia y Turquía. Ya en 2001 se estableció la Comisión de Reconciliación Turco-Armenia (TARC) que rompió el tabú que existía sobre este tema en Turquía. Se consiguió generalizar una serie de contactos entre numerosas asociaciones civiles y políticas de ambos países.

Una mención especial corresponde a quien con su coraje contribuyó significativamente a este acercamiento: el periodista turco de origen armenio Hrant Dink. Desde 1996 y hasta que fue asesinado en Estambul en enero de2007, Dink fue columnista y redactor jefe del semanario Agos editado en armenio y turco, medio al que se considera como la voz de la comunidad armenia en Turquía. Su objetivo era establecer un puente de unión y comunicación entre los turcos y la comunidad armenia a la que consideraba aislada en el país. Y quería acercar a ambos estados, Turquía y Armenia, reconociendo los primeros las injusticias cometidas contra el pueblo armenio en el pasado. En 2005 Dink fue condenado por violar el controvertido y criticado artículo 301 del Código Penal turco que castiga con hasta tres años de cárcel a quien «insulte la identidad turca». Dink no sólo denunció el genocidio sino que también alentó a los armenios de la diáspora a terminar de centrar sus iras en el enfrentamiento con los turcos y a hacerlo en el bienestar de Armenia.

IMPLICACIONES GEOESTRATÉGICAS

La más inmediata puede ser un transitorio distanciamiento entre los tradicionales aliados Azerbaiyán y Turquía si continúa la ocupación armenia del Alto Karabaj.

Tras un referendo en diciembre de 1991, boicoteado por la población local azerbayana, en el que los armenios de Alto Karabaj aprobaron la creación de un Estado independiente, estalló la guerra entre el gobierno de Azerbaiyán y los independentistas de Alto Karabaj, quienes contaron con el respaldo de Armenia.

A pesar del alto el fuego vigente desde 1994 las tensiones y la indefinición caracterizan este enclave que junto a regiones azerbaiyanas vecinas (una zona que en su totalidad corresponde al 14% del territorio azerbaiyano) siguen bajo el control conjunto de Armenia y de las fuerzas armadas de Alto Karabaj.

La autoproclamada República del Alto Karabaj, de facto una república independiente, es de iure parte integrante de Azerbaiyán como reconoce la ONU.

Desde la guerra de Karabaj y la inferioridad militar de Azerbaiyán, la política de este país ha consistido en tratar de aislar a Armenia en la región. Esta estrategia le ha dado resultados ya que Armenia, con una extensión similar a la de Bélgica el más pequeño de los estados caucásicos, está rodeado por todos lados de «enemigos históricos» (turcos de Anatolia, turcos azeríes y georgianos).

La idea de Azerbaiyán era excluir a Armenia del «corredor estratégico» que asegura el abastecimiento y estabilidad energéticas y de los proyectos de infraestuctura para que estas desventajas económicas forzaran a Armenia a negociar. Ejemplos de este aislamiento son el oleoducto Baku-Tiflis-Ceyhan (BTC) que enlaza el mar Caspio con el Mediterráneo y el gasoducto Baku-Tiflis-Erzurum (BTE), ambos ya operativos, que dejan de lado a Armenia (que hubiera sido el camino más corto). Lo mismo ocurre con planes de infraestructura como el proyecto de ferrocarril Baku-Tiflis-Kars.

La economía armenia se ha resentido y su población se ha estancado en torno a los tres milllones y medio. Azerbaiyán por contra ha experimentado un crecimiento económico (por su riqueza energética) y demográfico.

Por normalizar las relaciones con un gobierno armenio que todavía no ha ordenado la retirada de sus tropas del ocupado Alto Karabaj, el presidente azerbaiyano sopesa la posibilidad de retirar el trato preferencial a Turquía, que paga por los hidrocarburos un 30% del precio de mercado. También baraja la opción de acercarse a Rusia e Irán, con lo que Turquía sería desplazada en los suministros de gas destinados a la Unión Europea. El gigante energético ruso Gazprom ya se ha asegurado una pequeña parte del gas azerbaiyano. Todo esto supondría igualmente un duro golpe para el proyecto europeo del gasoducto «Nabucco» para transportar gas desde el Caspio a Europa evitando a Rusia.

En Ankara se insiste en que las fronteras con Armenia no quedarán abiertas hasta que no se produzca una retirada de tropas del Alto Karabaj. Mientras tanto el gobierno turco continúa trabajando para convertirse en un cruce estratégico de los suministros de gas y crudo, incluso antes de que el conflicto en torno al Alto Karabaj haya terminado.

Armenia es uno de los países que engloba la Política Europea de Vecindad (PEV) consistente en establecer una relación privilegiada con sus vecinos. La relación de la Unión Europea con Turquía -cuyo objetivo estratégico es la adhesión a la UE rechazando el estatuto de miembro privilegiado- es más compleja. Ankara podría obtener el rango de miembro pleno de la UE dentro de unos diez o quince años si los progresos turcos -no debe olvidarse que en buena medida inspirados en su deseo de incorporarse a la UE- continúan.

Al tiempo que celebra la normalización de sus relaciones con Armenia y la apertura democrática para zanjar la cuestión kurda, el comisario responsable de la ampliación, Olli Rehn, reclama un nuevo impulso en el área legislativa que garantice completamente la libertad de expresión. En Bruselas preocupan las deficiencias en la lucha contra la corrupción y en la defensa de los derechos humanos. En especial, los derechos de la mujer, así como los derechos de las minorías y la libertad religiosa. A pesar de que Turquía se comprometió en 1923 a respetar la libertad de cultos y los derechos de las minorías religiosas, la legislación actual se aplica de una manera arbitraria. El vicario apostólico de Anatolia, el obispo Luigi Padovese, ha afirmado que las autoridades turcas deben respetar los derechos de la minoría cristiana para poder ingresar en la UE. Monseñor Padovese calificó de positivo el acuerdo sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la Armenia cristiana.

Es de esperar que el proceso de normalización iniciado pueda llevarse a cabo en su totalidad. Las partes deben hacer mutuas concesiones. Si Turquía acaba por reconocer el genocidio aumentará su credibilidad ante la UE y a nivel internacional. Si Armenia retira sus tropas del Alto Karabaj, rompiendo un status quo que no beneficia a nadie, logrará romper su aislamiento. La reconciliación influirá positivamente en la vida de los habitantes de toda la región.

Politólogo y jurista