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El arte de la literatura. Otra teoría de la literatura

EUNSA, Pamplona, 2010, 334 págs., 21 €.

9788431326487.jpgMe parece a mí que la palabra clave del título de este nuevo libro de Kurt Spang es otra. En efecto, tenemos innumerables tratados y manuales de teoría de la literatura, especialmente desde que la expresión en cuanto tal hizo fortuna allá por 1950 y hasta hoy, pero últimamente la cosa se ha liado tanto que pocos se atreven a poner en el título de un libro El arte, así, en seco. El libro de Jonathan Culler, Literary Theory, por ejemplo, afirma en 1997 que «la teoría […] no es un conjunto de métodos para el estudio literario, sino una serie no articulada de escritos sobre absolutamente cualquier tema […]: incluye obras de antropología, cinematografía, filosofía, filosofía de la ciencia, gender studies, historia del arte, historia social y de las ideas, lingüística, psicoanálisis, sociología y teoría política».

Kurt Spang, en cambio, se propone estudiar la literatura como una realidad cultural, dentro del apartado que se llama arte, en el sentido estético del término y no en el etimológico de técnica a la que nos referimos cuando hablamos, por ejemplo, de que un alfarero domina el arte de hacer botijos.

La literatura no es solamente un proceso de comunicación, pero la semiótica ha subrayado en el siglo pasado que se da en el proceso de comunicación y el tal proceso supone una línea continua en uno de cuyos extremos hay indudables obras de arte y, en el otro, obras indudablemente no artísticas. En medio, hay de todo. Obras artísticas que no han recibido esa calificación por impericia de los lectores y obras inartísticas que, en determinadas condiciones, han sido objeto de una hiperlectura estética. De aquí ese totum revolutum en que se mete sin discernimiento la literatura junto con la publicidad, el texto etnográfico o el experimento discursivo más peregrino. Como todo ello viene como anillo al dedo al relativismo imperante que deriva de la crisis del sujeto, resulta que una obra que trata de la literatura propiamente dicha, del «arte» de la literatura, sea verdaderamente «otra» en relación con lo que se estila.

Empezando con orden, por lo primero, que es por donde, según Aristóteles, se debe empezar, Spang estudia en la primera parte (pp. 9-68) la noción de cultura, deteniéndose en el análisis de los trascendentales: la unidad, la verdad, la bondad y la belleza para concluir con una premisa necesaria de todo estudio de la literatura en sentido estricto: «Sin volver a lo uno, lo verdadero, lo bueno y lo bello, la cultura y los que deberían poseerla y ponerla en práctica van perdiendo los estribos. La labor de los docentes es la de mentalizar a sus discípulos llamando la atención sobre el peligro que corren y la importancia y la urgencia del dominio y la difusión de unos criterios culturales sólidos» (p. 68).

O sea, que Spang proclama a los cuatro vientos lo que no deja de ser un enunciado irrefutable: si se prescinde de un fundamento metafísico del arte, de la literatura en singular, el arte no es susceptible de definición alguna. Por eso, encabezan la segunda parte (pp. 69-128) sendas citas de los filósofos Rafael Alvira y Ricardo Yepes, por eso también se ha referido previamente al filósofo Alejandro Llano.

Dentro de la literatura, representa un papel fundamental la ficción, que es objeto de atención en este apartado. Pero no cualquier ficción. «La auténtica ficcionalización es un modo de profundizar en el ser, en los hombres y las cosas y no una entelequia más que se añade a la opciones provisionales e intrascendentes de explicación del mundo; nos descubre la realidad tal como es. Si no consigue hacerlo de modo exhaustivo no es porque la ficcionalización falle como instrumento, sino porque la realidad es inabarcable e inescrutable. El arte también nos enseña a ser humildes» (p. 127).

La tercera, última y más extensa parte (pp. 129-323) se dedica a la definición de la literatura en sí misma considerada, sus componentes conceptuales (tema, fondo, mensaje), componentes formales (sustrato, modalidad y genericidad) y componentes funcionales (comunicación y ficcionalización).

La teoría de la literatura de Kurt Spang no elude la pregunta de cómo se fabrica la literatura. Es una pregunta de la retórica (que no una pregunta retórica). En efecto, desde los orígenes griegos sabemos que los procedimientos para confeccionar un discurso atractivo que enseña la retórica en orden a la eficacia son, al menos en parte, los mismos que acoge la poética para configurar el suyo en orden al goce estético. Ocurre, no obstante, que allí donde se descree de poder encontrar un fundamento al arte, una razón a la verdad y una distinción entre bien y mal, lo único que nos queda es la retórica en su género degradado de sofística. Y contra esto se alza la metafísica de Spang.

Pero hay un repaso sistemático de lo que podemos llamar retórica literaria en esta parte dedicada a exponer el tratado fundamental de literatura. La diferencia con otras aportaciones semejantes, insisto, estriba en que nunca se pierde de vista el carácter de arte que tiene la literatura, su irremisible necesidad de mostrarnos lo universal en lo individual.

En los últimos tiempos se había difundido como una mancha de aceite por el mundo académico de las humanidades la moda de los Cultural Studies que podía concretarse en clases (¿de literatura?) donde se proyectaba una película que cada alumno interpretaba en un sentido distinto, todos distintos y todos sin conexión con realidad objetiva alguna. Es expediente cómodo para la persona que imparte (?) la clase, pero carece de sentido.

La lectura del libro del eminente profesor Spang hace imposible algo por el estilo. Por eso, le debemos las más rendidas gracias.

Especialista en Análisis del Discurso, ha sido catedrático de Universidad y Profesor de Investigación del Instituto de la Lengua Española (Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid).