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VIENA, 9-IX-99. Si vis pacem, para bellum: esta frase de Vegetius que ha inspirado a tantos políticos y militares en el curso de la historia, muy bien podría haberla utilizado la OTAN al terminar el siglo XX cuando trataba de imponer una voluntad política al caos existente en lo que ha quedado de la antigua Yugoslavia.

El actual presidente yugoslavo Slobodan Milosevic desafió a la comunidad internacional cuando en 1989 liquidó la amplia autonomía de quegozaba la provincia de Kosovo. Durante nueve años los Estados europeos repitieron sin interrupción a los líderes albaneses (entonces, al «presidente»Ibrahim Rugova) que ellos apoyaban las aspiraciones autonómicas de Kosovo, pero que nunca aceptarían la independencia de la provincia. Ahora,después de diez años, la comunidad internacional (siguiendo la presión británica y americana) ha reconocido de hecho la separación de la provincia.El actual estatuto aprobado por el Consejo de Seguridad menciona una yotra vez que Kosovo continúa permaneciendo bajo la soberanía formal de la República Federal de Yugoslavia, pero el gobierno de Yugoslavia no está encondiciones de ejercer ninguna de sus funciones soberanas. A lo que más se asemeja Kosovo en el momento actual es a un protectorado internacional.

Y aquí empiezan los problemas. La Secretaría General y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no están en condiciones de protagonizar un protectorado. Mientras que las dos acciones militares de la OTAN (elbombardeo previo sin mandato de la ONU y la entrada en la provincia con el mandato del Consejo de Seguridad) fueron eficaces y consiguieronparar las atrocidades y pactar la retirada ordenada de las fuerzas serbias, la subsiguiente operación civil no ha sido capaz de llenar el vacío de poderque quedó en la provincia. Gobernar desde Nueva York una provincia de casi dos millones de habitantes con las heridas abiertas de una cruel guerra es una ilusión. Tanto más cuando cada decisión del Consejo de Seguridad tiene que ser aprobada por consenso. Cuando Austria-Hungría recibió en el Congreso de Berlín (1878) el mandato de crear un protectoradoen Bosnia-Herzegovina, la administración imperial se puso manos a la obra: mientras el ejército aseguraba militarmente el país, una pléyade de gendarmes, jueces, maestros, funcionarios públicos e ingenieros fue enviada a Bosnia con el fin de organizar una administración eficiente.

En Kosovo no ha sucedido nada de eso. El número de policías internacionales es insignificante y los soldados de la fuerza de paz KFOR no están entrenados para ejercer funciones de policía. La Administración de la ONU en Kosovo (UNMIK) dispone de un organigrama perfecto, sobre todo en la cúspide, pero carece de medios. Se dan situaciones tan grotescas como el hecho de que la UNMIK nombra jueces y fiscales, pero se olvida de decirles qué derecho tienen que aplicar. Los comandantes militares de los cinco contingentes de la OTAN aplican su respectivo derecho nacional. Los albaneses exigen que se aplique el derecho existente antes de la liquidación de la autonomía de Kosovo, pero la UNMIK decide aplicar el derecho existente en el momento en que empezó el bombardeo. Los nuevos jueces albaneses se niegan, porque existían leyes discriminatorias que prohiben a los albaneses la adquisición de bienes inmuebles. La UNMIK decide finalmente crear una comisión encargada de revisar la legislación (yugoslava) en vigor: una labor de titanes, entre otras cosas, por razones idiomáticas y conceptuales. Por ejemplo, ¿cómo puede llevarse a cabo la privatización de la extraña «propiedad social» yugoslava en Kosovo, que pertenecía a una cosa tan extraña para un jurista occidental como el «trabajo asociado» ?

Y mientras tanto, sucedió lo que todos los que conocían la zona habían pronosticado: un éxodo masivo serbio. De los 195.000 serbios que vivían en Kosovo en 1991, sólo deben quedar actualmente unos 20.000. Como de costumbre en los Balcanes, el éxodo fue flanqueado por las habituales amenazas, saqueos, incendios y asesinatos, esta vez en sentido inverso: las víctimas eran serbios y los autores, anónimos albaneses.

Los serbios de Kosovo pretenden ahora poner a salvo lo que pueden, e intentan imitar—en condiciones muy distintas— a sus connacionales de Bosnia.

En febrero de 1992 la Comisión de Arbitraje de la Comunidad Europea (presidida por el francés Robert Badinter y de la que formaba parte el asesinado juez español, Francisco Tomás y Valiente) había ya admitido que la República yugoslava de Bosnia-Herzegovina tenía legitimidad suficiente para proclamarse Estado independiente, siempre que fuera consultada la población con anterioridad. En aquellas fechas, el Presidente de Bosnia-Herzegovina, Alija Izetbegovic, había expresado sin embargo sus temores de que en su república sucediera lo mismo que había sucedido elaño anterior en Croacia: que se formaran diversos enclaves serbios de resistencia armada. «Ya ahora puedo decirles dónde y cuántos serán estos enclaves», dijo entonces Izetbegovic en una conversación con corresponsales extranjeros. Poco después sus temores se vieron confirmados y aquellos «cantones» fueron el germen de la actual República serbia de Bosnia.

En una de las últimas reuniones del llamado Consejo Consultivo multiétnico creado por la Administración Civil de la ONU en Kosovo, el presidente del «Movimiento de Resistencia Serbio» kosovar, Momcilo Trajkovic, presentó una propuesta consistente en crear algo semejante a lo que surgió a principios de 1992 en Bosnia. Con una diferencia importante: losenclaves serbios de Bosnia pudieron armarse y gozaron del apoyo del entonces todavía Ejército regular yugoslavo, mientras que en Kosovo noquedan fuerzas armadas regulares serbias. La propuesta de Trajkovic se basa fundamentalmente en la composición étnica de la provincia tal como era antes de la guerra, concretamente en abril de 1991, fecha delúltimo censo yugoslavo. De acuerdo con el sistema soviético, Kosovo estaba dividido entonces en 31 (24, ahora) distritos administrativos (lo que,para confusión de la mayor parte de los occidentales, en Yugoslavia se llamaban «comunas» o «municipios»), tres de los cuales eran de mayoría serbia: Leposavici, Dolni Potok y Strpce. Si bien en los tres distritos mencionados sólo vivían 29.000 de los 195.000 serbios kosovares, estos distritos podrían ser la base de una «cantonización» de Kosovo con el fin de proteger a los serbios que quedan y a los que se atrevan a regresar. Pero la mayoría de la población serbia vivía mezclada: en el distrito de Pristina(27.000), en Gnjilane (19.000), en Kamenica (8.000) y en otros ocho distritos (entre ellos Pee, Istok y Orahovac). Como en Bosnia, en Kosovo es geográficamente imposible una «escandinavización» de nuevas fronterasde partición. El término «escandinavización» procede del método empleado en 1905 para el trazado de las fronteras entre Noruega y Suecia.

Trajkovic exige que en un número impreciso de cantones (entre tres y cinco) sean instaladas autoridades locales, policía y tribunales serbios. Pero también pide que en las principales ciudades de la provincia se constituyan autoridades locales de composición étnica proporcional que sólo podrían adoptar decisiones por unanimidad.

Los albaneses presentes en el «Comité Consultivo» se opusieron vehementemente. Los cantones serbios —dijeron— serían el germen de una partición de Kosovo y recuerdan que la idea de una partición había sido ya ventilada antes de la intervención de la OTAN: los territorios ricos en minería hubieran pasado a los serbios y las regiones agrarias pobres hubieran quedado para los albaneses. Fue el nuevo Embajador americano en la ONU, Richard Holbrooke, quien tuvo que explicar personalmente a principios de septiembre a Trajkovic el peligro que su propuesta implicaba: los cantones quedarían de nuevo sometidos a la influencia de Milosevic, y los serbios locales serían de nuevo manipulados por Belgrado.

Pero el Administrador Civil de la ONU, Bernard Kouchner, complicó las cosas. Por una parte, declaró que el objetivo de la UNMIK era mantener un Kosovo íntegro multiétnico. Pero por otra, propuso que —de moment o— los serbios que todavía no han emigrado de Kosovo (30.000, según Belgrado) fueran llevados a determinadas zonas donde pudieran ser mejor protegidos por la fuerza de paz KFOR. No se conocen las razones de Kouchner, pero su plan, que implicaba un nuevo éxodo interior, fue rechazado tanto por los albaneses como por Belgrado.

Mientras tanto, los líderes del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) van mostrándose cada vez más seguros de sí mismos. Son ellos los que controlan de hecho todas las zonas rurales. Teóricamente, aceptan la desmilitarización, pero en la práctica dan a entender a la OTAN (y a los EE.UU.) que son ellos los que van a gobernar el país. Para desarmar al ELK, la OTAN y UNMIK han elaborado un proyecto híbrido de un seudo ejército albanés kosovar, que naturalmente tiene que ser aprobado por la ONU. Por una parte, se prevé la integración de una parte de los ex combatientes en una nueva policía autonómica supervisada por la policía internacional. Por otra, se pretende transformar al ELK en un cuerpo de emergencia disciplinado, uniformado y multiétnico (un 10 % serían serbios, lo cual es utópico) muy semejante a la Sécurité Civile francesa, que debería llamarse Kosovo Corps y dispondría de 3.000 hombres y una organizaciónde tipo militar. Lo de las armas no está muy claro: el proyecto prevé que haya sólo 200 personas armadas para garantizar la seguridad de los líderes y también se prevé que, en casos en los que el ambiente lo exija, KFOR puede autorizar a los miembros del Kosovo Corps a llevar armas.

Tres días antes del plazo para la desmilitarización definitiva del ELK,el Ejército de Liberación no había aceptado todavía el plan. Los interlocutores de la OTAN son Hashim Thaqi y el general (Jeku. Pero últimamente el protagonismo de Thaqi en el ELK está siendo puesto en tela de juicio por el «patrón» original del ELK en la emigración, Bardhyl Mahmuti, que ha fundado ya su propio partido político: «Con Thaqi actuamos conjuntamente en el pasado, pero habrá que ver si iremos conjuntamente en la futura organización política», había declarado Mahmutiel sábado a Koha Ditore. Y los que conocen a Qeku dudan mucho de que él —un brillante militar profesional— esté dispuesto a convertirse de la noche a la mañana en jefe de un servicio civil.

Corresponsal de la Vanguardia en los Balcanes