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Los libros siempre han sido un pilar de los contenidos de Nueva Revista. Antiguos, nuevos, olvidados, rescatados, siempre ha habido en nuestras páginas espacio para la buena literatura, poesía y teatro, los grandes ensayos, los libros de actualidad, etc. No en vano, a lo largo de la historia de la publicación, la cifra de los libros que se han comentado, estudiado y diseccionado, alcanza ya un volumen considerable. Al margen de seguir contando con aquellos comentarios o artículos que versen sobre libros o se nutran de ellos, en este número de Nueva Revista volvemos a dedicarles una sección propia. En ella trataremos de elaborar una selección de novedades editoriales a la que los lectores puedan acudir en busca de referencias comentadas oportunamente.

A través de la literatura y de otro tipo de escritos o publicaciones, muchos autores han sabido atraer al público porque tenían algo que decir y una manera interesante de contarlo. A pesar del auge actual de los nuevos soportes y maneras de conocer las grandes y pequeñas cuestiones que nos atañen —veloces y fugaces en la mayoría de los casos—, el papel siempre invitará a la lectura reposada, un oasis en el tiempo desde el que poder observar lo que somos y lo que nos rodea.

ALGO MÁS QUE LA HISTORIA DE DOS DIARIOS

El Alcázar y Nuevo Diario

No resulta fácil escribir buenas y completas historias de medios de comunicación. En bastantes ocasiones la falta de fuentes primarias de tipo documental, unida a la opacidad de esos mismos medios, hace que dichas historias se queden solamente en la superficie. Son valiosos y necesarios los estudios basados fundamentalmente en los contenidos de esos medios, y ahí están las hemerotecas para los investigadores que desean conocer cómo eran y qué decían los periódicos. Pero esa es sólo la punta del iceberg. Detrás de cada número de un periódico, y también de forma paralela, existen una serie de elementos cuyo conocimiento es de crucial importancia para comprender mejor el «producto» que luego los lectores, las audiencias, consumen.

Desentrañar esas realidades es lo que ha realizado con paciencia y esmero Jordi Rodríguez Virgili en su libro sobre la historia de los dos diarios que durante el franquismo editó PESA (Prensa y Ediciones, S.A.): El Alcázar y Nuevo Diario. Fueron dos voces que, sobre todo con la apertura de los años sesenta, llegaron a resultar incómodas para el establishment político de la época. De ahí que su final, no precisamente feliz para sus emprendedores, fuera su silenciamiento por los gobiernos de la época: El Alcázar, cuya cabecera editaba en régimen de arrendamiento, fue devuelto a sus arrendatarios, pertenecientes a los sectores más inmovilistas del franquismo, en septiembre de 1968, mientras que el matutino Nuevo Diario, que había sido fundado apenas un año antes, sucumbió por altas presiones políticas y fue vendido a un grupo afín al gobierno a finales de 1970.

El acceso a los papeles personales de quienes fueran directores de ambos diarios, José Luis Cebrián y Juan Pablo de Villanueva, proporcionan al libro un aire fresco que confiere a la lectura cierto carácter de suspense y melodrama. Desde un punto de vista periodístico, se asiste a la laboriosa gestación de dos diarios que aspiraban a convertirse, cada uno con su estilo propio y diferenciado, en referentes de la opinión pública. La resurrección de El Alcázar como diario popular, dinámico y muy visual, le llevó a alcanzar los 140.000 ejemplares de difusión en 1968. Por su parte, un Nuevo Diario más comprometido en lo político pretendió ser «el periódico de la nueva generación», como rezaba su eslogan promocional. Pero ambos se toparon con un ambiente político enrarecido y con la férrea oposición de la prensa del Movimiento y sindical. Si El Alcázar nació bajo el asedio de la fortaleza toledana del mismo nombre, su arrebatamiento a PESA constituyó un auténtico expolio que, pese al fallo posterior del Tribunal Supremo contra la acción gubernamental, no tuvo marcha atrás.

El libro alcanza su climax en varios momentos. Primero, cuando expone los pasos del crecimiento fulgurante del nuevo El Alcázar en los años sesenta al compás del propio desarrollo económico y social español, del que sus campañas de promoción y su fórmula periodística venían a ser un reflejo. Después, cuando tropieza con las incomprensiones que va encontrando por la politización a la que se ve sometido como fruto tanto de la propaganda falangista y sindical como de la beligerancia política del ministro Fraga. Finalmente, también en la narración de los episodios que acaban con la vida independiente de El Alcázar en 1968 y de Nuevo Diario en 1970. El cierre posterior de otro diario mítico, el Madrid de Rafael Calvo Serer y Antonio Fontán, en noviembre de 1971, vendría a concluir esta persecución de voces disidentes e incómodas entre la prensa madrileña.

No rehúye el autor enfrentarse a cuestiones delicadas como la tantas veces manida adscripción de esos dos diarios a una supuesta «prensa del Opus Dei», las controversias surgidas especialmente por la rivalidad declarada del vespertino sindical Pueblo y las disensiones habidas entre la empresa y los redactores a propósito de las presiones ministeriales en los momentos críticos de 1968 y 1970. Con un uso abundante de fuentes documentales privadas y públicas, de testimonios personales por parte de protagonistas de los acontecimientos y de un amplio rastreo bibliográfico y hemerográfico, el libro analiza todos los niveles necesarios para
comprender este trozo de historia que va más allá de ser la historia de dos periódicos novedosos y rompedores que tuvieron un final no precisamente afortunado.

Por la fuerza de sus contenidos y su completo planteamiento, este libro está llamado a constituirse en obra de referencia ineludible para conocer la historia de El Alcázar desde su fundación en 1936 hasta 1970, la gestación y el desarrollo de PESA y de quienes estuvieron detrás de ella; y los entresijos del ambicioso proyecto de Nuevo Diario. El lector se sumergirá en las luchas internas de las diversas familias políticas del franquismo que tuvieron el control de El Alcázar en los años cuarenta y cincuenta: unos episodios hasta ahora prácticamente desconocidos y que desbordan el ámbito periodístico. Y por supuesto podrá ir desgranando las claves políticas del acoso y derribo a que fueron sometidos tanto El Alcázar como Nuevo Diario.

CARLOS BARRERA

ZWEIG O EL ENTUSIASMO A LAS PUERTAS DEL INFIERNO

Tiempo y mundo

A veces, en los momentos de mayor zozobra, la Historia se compadece de la humanidad. Surgen entonces, como un regalo inesperado, espíritus brillantes que aportan un poco de luz entre las tinieblas. No solucionan el problema, no evitan guerras. Pero su lucidez nos consuela: ninguna época es baldía.

Stefan Zweig nació a finales del siglo XIX en el seno de un imperio, el austro-húngaro, al que vio desmoronarse, junto a toda una forma de vida, durante su madurez, ya en el siglo XX. Su actitud ante esta circunstancia se refleja en Tiempo y Mundo de forma privilegiada. Frente a sus narraciones o a sus célebres biografías, aquí se reúnen conferencias y pequeños ensayos sobre temas diversos con un punto en común: Zweig en toda su esencia.

La primera parte del libro recoge retazos de la vida de prohombres de la cultura. La admiración es el nexo que une el recuerdo del hombre de letras y de acción (Byron), las ceremonias fúnebres (Hofmannsthal y Freud), la lucha titánica de la conciencia (Tolstoi) o la ternura de las cartas de una madre desesperada (Nietzsche). Admiración de la que resulta, como lógica consecuencia, el rigor. Zweig critica a quienes ponen en boca de personajes históricos sus propios parlamentos. Él se limita a poner en contexto: así, el «alzar la voz» de la madre de Nietzsche sobre su hijo es, en realidad como ésta llama, «con delicado eufemismo, al salvaje bramido
del loco».

La segunda parte, Tierras y paisajes, va mucho más allá de la simple crónica de viajes. Zweig busca algo más, aunque es conciente de sus límites. Así, lanza una carga de profundidad contra el periodiso que impone su engreída superficialidad cuando recuerda a «esos reporteros norteamericanos que al cabo de dos semanas de un viaje turístico «Cook» se permiten escribir un libro sobre Europa».

Por último, Tiempo y mundo se deja llevar por la más pura especulación teórica. Su clarividencia es patente, sobre todo cuando su disertación gira sobre la historia e intuye la globalización o la Unión Europea. La clave aquí, de nuevo, es una erudición acrisolada por una humildad que le empuja, por ejemplo, en un pasaje memorable, a releer los libros de historia de su niñez para encontrar en ellos el germen del fatal nacionalismo belicista.

Humildad, conocimiento, agudeza, talento narrativo… Muchas virtudes adornan el pensamiento de Zweig. Pero el que más destaca en este presente nuestro, cínico y descreído, es la capacidad de dar un nuevo brillo a aquello que mira con ojos deslumbrados. El entusiasmo. En su sentido más pleno, «en theus», en Zeus, poseído por un dios. Zweig se sabe mero transmisor de algo que le supera. Y se pliega a ello con alegría.

Pero era un mal momento para espíritus sensibles. Los últimos compases de la Vieja Europa resuenan en Zweig como el canto del cisne: «Jamás se ejecutó ni se cantó mejor en nuestra Ópera que en aquellos días en que nadie sabía si al día siguiente la empresa habría de cerrar», recuerda de su Viena natal. Por eso hoy nos fascina su claridad entre las tinieblas. Como cuando describe, en Brujas, «las hileras de blancos cisnes, maravillosos y graves pájaros, en cuyo mutismo y muerte se oculta también un prodigio. El efecto que produce en este luminoso y grave paso por las aguas muertas y oscuras es indescriptible: no hay poeta capaz de inventar una antítesis tan deslumbradora y, sin embargo, armónica».

ÁNGEL PEÑA

CUATRO CUESTIONES FUNDAMENTALES

Dios y las cosmologías modernas

Doce estudios, realizados por importantes físicos, matemáticos y teólogos, coordinados por Francisco José Soler Gil, autor de diversos trabajos sobre los aspectos ontológicos de la física moderna, conforman este libro que aborda las relaciones entre la ciencia, concretamente aquí la cosmología, y la teología. Aunque los autores persiguen objetivos diferentes pueden extraerse una serie de conclusiones que resultan comunes. De ellas resaltamos dos. El intento naturalista de ofrecer un modelo del universo que contenga una explicación meramente física de su propia existencia no funciona, ni puede seguramente funcionar. En segundo lugar, la racionalidad del cosmos y la propia existencia del universo requiere una explicación, por el hecho de ser el universo un objeto físico ordinario.

Más de un lector se preguntará qué relación puede haber entre la física y la teología e, incluso, si hay alguna relación. Esta interacción entre ciencia y teología supone el realismo por ambas partes. Por realismo teológico se entiende la posición del teólogo que considera el contenido de su discurso no como algo meramente subjetivo, ni como un conjunto de símbolos para expresar un sentimiento religioso, sino que cree que su discurso se refiere a una realidad objetiva que existe con independencia de nosotros, de nuestros sentimientos y de nuestros sistemas culturales. Por realismo científico se entiende la posición que defiende que nuestras teorías científicas describen entidades que existen igualmente con independencia de nosotros y de nuestras capacidades mentales. El realismo en teología y en ciencia constituye una condición inexcusable para que llegue a darse una interacción entre ambas disciplinas.

El libro pretende dar respuesta a cuatro preguntas fundamentales. Éstas son: el planteamiento de las relaciones entre la ciencia, en este caso la cosmología, y la teología; hasta qué punto los modelos cosmológicos actuales pueden proporcionar una descripción adecuada de la creación a partir de la nada; el análisis de si la hipótesis del multiverso, o de los múltiples mundos, puede constituir una alternativa a la hipótesis teísta en cosmología, y, finalmente, qué indicios de la existencia y la acción de Dios pueden derivarse de los modelos cosmológicos actuales.

Un análisis detenido de estas cuatros cuestiones, a la luz de la cosmología moderna, con su apoyo en la física, conducen al resultado de que se puede hablar justificadamente de la «evidencia natural de Dios». Esta evidencia basada en indicios, modelos y datos cuestionables derivados de la física, resulta imprescindible, en el mundo de hoy, en el que no resulta posible elaborar una filosofía que, se muestre ajena al diálogo con las ciencias naturales, por muchas inseguridades que dichas ciencias puedan transmitir al pensamiento. Toda teoría científica, siguiendo a Popper, representa una aproximación a la realidad. Y nada más. En este sentido, toda teoría científica es histórica porque representa una etapa del conocimiento humano. La observación de nuevos hechos dará lugar a una nueva teoría y la antigua quedará arrinconada, o al menos, superada. Por ejemplo, en este momento, se busca una teoría cuántica de la gravedad que pudiera describir el comienzo del universo y saber lo que pasa en el centro de los agujeros negros, donde la materia se comprime en una región de curvatura extraordinariamente elevada.

Hechas estas consideraciones, los argumentos expuestos a lo largo del libro contribuyen a mostrar que en la difícil cuestión del origen y existencia del universo, el planteamiento teísta constituye la «tradición humana mejor y más difícil de rebatir».

ALBERTO M. ARRUTI

UNA HOMBRE DE SU TIEMPO

Rabí Jesús de Nazareth

Cuando alguna figura histórica atrae nuestra atención, no nos conformamos con conocer su personalidad, su obra o su influencia posterior. En cierta medida, porque todo ello queda incompleto si no somos capaces de comprender su contexto histórico. Francisco Varo, de una manera espontánea y divulgativa, realiza en esta obra un ejercicio de aproximación histórica a la figura de Jesucristo a través del contexto judío en el que transcurrió su vida.

Varo evita debatir sobre el valor histórico de los evangelios y, sí en cambio, realiza el ejercicio a la inversa, de manera que adereza una certera retrospectiva con escuetas alusiones que permiten entender mejor el Nuevo Testamento y a Jesús como un hombre de su tiempo. Además, la aguda descripción de los aspectos históricos, sociológicos y religiosos de aquella época nos permite descubrir algunos detalles curiosos: desde que las vidas de Jesús y de Alejandro Magno apenas estuvieron separadas por trescientos años hasta que en aquellos tiempos los promotores de construcciones ya ejercían, teniendo como adalid al rey Herodes, pasando por la magnitud del templo de Jerusalén, equiparable a diez veces la extensión del Vaticano.

A.L.

Nunca me abandones

Una de las temáticas que campa a sus anchas por la literatura y el cine contemporáneos es la de predecir el futuro. Quién no ha visto un largometraje en el que al inicio de la emisión se plasma una fecha que obliga al espectador a hacer los cálculos pertinentes para imaginarse en ella. Puede ocurrir también que algunos filmes o libros adelanten unos avances espectaculares fechados en unos años que luego hemos traspasado y concluimos decepcionados que sigue sin haber naves espaciales de uso doméstico.

En la novela de Ishiguro nada es así. Principalmente porque la bitácora de su libro nos sitúa en Inglaterra a finales de la década de 1990. Nunca me abandones no es una novela para archivar en la carpeta de «futuristas». El autor deja a un lado la tecnología para centrarse en el ser humano a través de la relación de amistad entre tres jóvenes que viven en un internado. Los protagonistas (Katy, Ruth y Tommy) revelan con su cotidianidad al lector, anestesiado por los apriorismos propios de cualquier historia que se desarrolle en un internado, el verdadero drama en el que viven. Queda patente una vez más, como en Los restos del día, la predilección del autor por los marcos anglosajones y los ambientes nebulosos.

Todavía quedan escritores que actúan de vigías del porvenir. También es cierto que cada vez hay más pistas para predecir una sociedad posthumana. Muchos escritores predicen pero pocos alertan. Ishiguro es uno de estos últimos. El contexto temporal en el que se desarrolla la novela, el pasado y no el futuro, nos avisa de que ya hemos cruzado la barrera de lo inhumano. Otro de los mensajes que conlleva la advertencia del autor es que esos progresos injustificados llegan sin llamar la atención, de manera disimulada. Es el caso de los tres amigos cuya relación se enmarca en la más absoluta normalidad incluso cuando descubren finalmente para qué están allí. Una conciencia mutilada pero en ebullición y la búsqueda de un amor que les redima les hará pugnar por descubrir el porqué, pero la ausencia de referencias les obligará a tirar la toalla y seguir siendo protagonistas artificiales de una vida diseñada por alguien ajeno.

Á. L.

La Yihad española

El radicalismo islámico moviliza actualmente sus fuerzas en todo el mundo para difundir cualquier tipo de incidentes, noticias y declaraciones, más o menos retóricas o admonitorias, dirigidas contra el imperialismo occidental abanderado por los Estados Unidos. Bajo el impulso doctrinal e ideológico representado por Al Qaeda (La Base), se difunden las consignas desarrolladas a través de los grupos activistas de la emigración musulmana asentada en el interior de las democracias occidentales. La sensación de peligro se incrementa a partir de los ataques lanzados sobre territorio norteamericano en septiembre de 2001 y se recrudece, unos años más tarde, con los dramáticos atentados del 11 de marzo de 2004, en Madrid, y del 7 de julio de 2005 en el metro de Londres.

Parece llegado el momento, pues, de tomar en serio las advertencias que, hasta ahora, o bien por ignorancia o por exceso de confianza, se habían considerado como pura palabrería sin sentido. En su último libro, dedicado a la Yihad aplicada en su vertiente ibérica, el diplomático y portavoz de Exteriores del Partido Popular en el Congreso, Gustavo de Arístegui, recoge una parte de su experiencia en el ejercicio profesional desempeñado en estrecho contacto con la cultura, la mentalidad y las costumbres de los musulmanes. Se trata de un conocimiento obtenido de forma directa a través de largas conversaciones amistosas con musulmanes corrientes, autoridades religiosas y representantes de los grupos intelectuales más significados. De esas relaciones, el autor extrae algunas consecuencias que nos expone en su libro y que le llevan a distinguir entre un Islam tolerante y dispuesto al diálogo con las sociedades democráticas, frente a otro, defensor del islamismo radical dispuesto a desencadenar la Yihad, la «Guerra Santa», con el fin de «poner de rodillas» la soberbia occidental.

Esa distinción entre un islam pacifista opuesto al islamismo violento ya había sido expuesta, con mayor amplitud, por el mismo Arístegui en su anterior libro: El islamismo contra el islam (Ediciones B, Barcelona, 2004; 382 págs.). No obstante, en esta ocasión y al definir las líneas estratégicas de la Yihad proyectada sobre la Península Ibérica, el autor aclara un aspecto decisivo para calibrar el problema en toda su magnitud: las diferencias apuntadas entre musulmanes moderados y extremistas desaparecen, unidos los dos sectores ante el objetivo, para ellos irrenunciable y sagrado, de lograr la reconquista del territorio de al-Andalus, que incluye a España y Portugal, regiones que fueron tan dolorosa como injustamente perdidas para la causa del islam. Ante la mirada de escepticismo o incredulidad que ese propósito puede suscitar en la opinión pública europea en general o española y portuguesa en particular, Arístegui ofrece sólidos argumentos que nos ponen en guardia sobre la gravedad de esas amenazas. Las diferencias se acortan. Moderados y radicales coinciden plenamente en la vuelta de al-Andalus al redil de Mahoma. Así lo enseñan a los niños en las escuelas y a los adultos en las universidades y centros de enseñanza superior. Así lo expresó en varias de sus más conocidas declaraciones programáticas el gran maestro y guía del extremismo islámi co Bin Laden, recordando a los fieles su deber de reconquistar al-Andalus. Así, España fue declarada objetivo preferente del islamismo años antes de su respaldo a la política norteamericana respecto al conflicto de Irak (2003). De ahí la falacia, utilizada por grupos de la oposición española, de atribuir la responsabilidad en en los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid a la implicación militar española en una guerra en cuyas operaciones armadas no tomó parte alguna.

Como los hechos posteriores han demostrado, la masacre de Atocha se organizó con anterioridad al conflicto iraquí y responde, muy probablemente, a la antigua estrategia islámica de establecerse nuevamente en los territorios de al-Andalus. Para alcanzar esos propósitos se utilizarán los métodos adecuados, que van desde el terrorismo a las campañas de prensa, pasando por la compra de terrenos en lugares estratégicos de la Península y los asentamientos de población emigrante. Se disponen también a sacar provecho de las ventajas que ofrece la sociedad española al respetar los derechos de las minorías y permitir libremente la construcción de mezquitas, escuelas religiosas y actos de propaganda a través de los medios de comunicación. Una de las tácticas, ya utilizada, será la solicitud de ocupar edificios y monumentos históricos de la dominación musulmana, tales como la Mezquita de Córdoba o la Alhambra de Granada. No pretende el autor lanzar un mensaje alarmista sobre el futuro inmediato de España, pero sí advertir a los ciudadanos de un riesgo cada vez más próximo, sobre el cual existen datos evidentes. Partidario del diálogo para una convivencia en paz, el trabajo de Arístegui propone, sin embargo, una actitud firme y decidida frente a cualquier amenaza contra los fundamentos morales que sustentan el concepto cristiano de la dignidad del ser humano que es la base de nuestras democracias liberales.

RAFAEL GÓMEZ LÓPEZ-EGEA

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De manera inevitable, cuando se habla en la actualidad de confidenciales se piensa en primer lugar en la multitud de soportes en formato digital que saturan la red con sus informaciones. Pero hablar de los verdaderos confidenciales supone hablar de periodismo a la antigua usanza y, por tanto, hacer referencia obligada al papel. José Apezarena descubre un mundo apasionante que se remonta mucho más allá del nacimiento de la red de redes. Curiosamente, y al contrario de lo que uno pueda pensar al comienzo de su lectura, en esta selva del periodismo artesanal han habitado muchos de los grandes periodistas contemporáneos, algunos más familiarizados si cabe con las linotipias que con el ordenador y todos los periféricos que lo acompañan. Apezarena hace un recorrido por la historia de los más grandes y pequeños confidenciales y de su evolución. La información siempre ha sido un valor fundamental para la toma de decisiones y, por esa razón, la Administración y los diferentes sectores empresariales han vivido y viven todavía pendientes de la llegada del mensajero informativo. Apezarena destaca la exclusividad como el elemento diferenciador que caracteriza y describe tales soportes. Apunta también que los dos enemigos fundamentales que ha tenido esta pequeña industria han sido, por un lado, los intentos de los poderes públicos por acabar con ella, un claro ejemplo lo fecha en 1983 cuando, tras la llegada de los socialistas al poder, el gobierno dio instrucciones para suprimir todas las suscripciones a los boletines que tenía contratadas la Administración. Y por otro, el nacimiento de la fotocopiadora, que redujo de manera considerable el volumen de suscripciones. Entre los boletines que han alcanzado mayor predicamento señala títulos como Confidencial, Central Press, Euroletter, Of the record, Análisis político y Crónica, pero destaca sobre todos Resumen Económico, de Europa Press, que en su día llegó a ser bautizado como El Chivato. De todos ellos se nutre el trabajo de Apezarena que, en definitiva, es no sólo el resultado de una ardua labor de recopilación y síntesis de información, sino más bien una lección de periodismo susurrada al oído de las nuevas generaciones de informadores a veces más pendientes de los soportes que de los contenidos.

A.L.