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Considerado uno de los maestros de la literatura francesa del siglo XIX tras los éxitos de público y crítica logrados por Madame Bovary (1875), Salambó (1862) y La tentación de san Antonio (1874), Gustave Flaubert (1821-1880) se creía, rebasados los cincuenta años, prematuramente agotado, sin la capacidad creadora y el vigor de sus años jóvenes. Una serie de circunstancias adversas, externas e interiores, contribuían a fomentar un clima depresivo que, no obstante, hubiera debido vencer al comprobar la cálida acogida que la crítica dedicó a la primera edición de su obra Tres cuentos, considerada como una de las mejor elaboradas y perfectas de su producción narrativa. El libro fue propuesto como ejemplo y modelo del género del relato breve, alejado de sus extensas y ambiciosas novelas anteriores. Relata en sus Tres cuentos historias de temáticas diferentes cuyo protagonismo corre a cargo de personajes también de naturaleza diversa, que aparecen situados en tiempos muy distantes, desde el siglo XIX a la Edad Media y la predicación de san Juan Bautista.

«Tres cuentos», de Gustave Flaubert. Alianza. Traducción de Mauro Armiño

La acción del primero de los cuentos, «Un corazón sencillo», transcurre en los años contemporáneos del propio Flaubert (segunda mitad del siglo XIX) y muestra ciertos rasgos de realismo social, tratados de forma emotiva en la persona de una sirvienta de la Francia provinciana. El autor le atribuye el nombre de Felicité, en clara alusión sarcástica a su desgraciada vida personal. La chica presta servicio en el hogar de los Aubain, familia burguesa de la Normandía rural, de limitados recursos económicos, que dispone de una criada como forma externa de mantener su posición social. Nadie se ocupa de Felicidad, salvo para exigirle el cumplimiento de sus deberes, como un mero instrumento funcional carente de la dimensión afectiva, pese a la reciedumbre moral y los nobles sentimientos en los que la joven se muestra superior a la frialdad de sus pretenciosos «señores». Los detalles realistas de ambiente y lugar que caracterizan el relato no le serían difíciles de imaginar a Flaubert, nacido en la localidad de Ruan, situada en la Alta Normandía.

En la segunda historia narrada, «La leyenda de San Julián el hospitalario», se aborda un tema completamente distinto, situado, además, de modo indeterminado en una mítica Edad Media, en los dominios de un señor feudal de cierto rango. Tras una larga espera, al matrimonio les nace un hijo que, según los augurios, habrá de alcanzar la santidad. Educado el niño en las artes de la caza, se convierte con los años en un ser cruel que goza con hacer sufrir a los animales, y acaba por abandonar el hogar paterno para vivir una vida de aventura que le aleja de las predicciones de santidad. Se trata de una leyenda medieval recreada, que mezcla fantasía y realidad y en la que, pese a la vertiente malvada del protagonista, queda siempre a salvo la posibilidad de redención, gracias al afecto y fidelidad de sus seres queridos que siempre han acompañado las andanzas del personaje central.

El tercer relato se inspira en el pasaje del Nuevo Testamento en el que se narra el dramático episodio del martirio de san Juan Bautista ordenado por Herodes en el transcurso de una fiesta con motivo de su cumpleaños. La danza de Salomé y las intrigas de su madre, Herodías, el ambiente corrupto y degradado de la corte, en la que figuran autoridades romanas e israelitas, despiertan la imaginación de Flaubert y le permiten trazar los perfiles de un drama de gran fuerza expresiva, que el autor resuelve de modo magistral desde el punto de vista literario, sin olvidar su trasfondo moral y religioso.

Abogado y Periodista