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«El World es el periódico del pueblo y ahora pide al pueblo dar un paso adelante y conseguir dinero. Los 250.000 dólares que costó hacer la estatua fueron pagados por las masas del pueblo francés —por los trabajadores, los comerciantes, las tenderas, los artesanos— por todos, sin distinción de clase ni condición. Respondámosle de la misma manera. No estemos esperando que los millonarios den su dinero. No es un regalo de los millonarios de América, sino un regalo de todo el pueblo de Francia a todo el pueblo de América ». Aunque los más perspicaces ya lo habrán imaginado, éste fue el texto que detonó la cuestación popular más importante, o por lo menos más simbólica, que se hizo en Estados Unidos a finales del siglo pasado. Desde entonces, y gracias a cada dólar aportado por neoyorquinos de toda clase y condición, hoy podemos seguir encontrando, a la entrada de la bahía de Nueva York, una imponente estatua más conocida como la Estatua de la Libertad.

El texto es un extracto del editorial que publicó el World para hacer frente a aquel regalo francés que nadie sabía para qué servía ni dónde colocarlo. Como los menhires de Obélix. Pulizter sí lo supo y lanzó a su periódico a liderar la campaña que acabaría otorgando a los Estados Unidos uno de sus iconos nacionales más conocidos universalmente. Pero también este editorial simbolizaba en aquel momento una nueva manera de hacer periodismo o, si se quiere, de hacer periódicos.

José Javier Sánchez Aranda, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, nos presenta en este libro un interesante trabajo de investigación sobre la figura de Joseph Pulizter y su aportación al periodismo universal. Sus comienzos, sus éxitos y sus fracasos. Desde sus innovaciones al frente de los diarios Sant Louis Post Dispatch y el World de Nueva York hasta sus peleas con otro gran «emperador» del periodismo, el no menos famoso William Randolph Hearst, o con las altas instituciones federales, como el presidente Theodore Roosevelt.

Y es que, a pesar de que ser uno de los más insignes periodistas de la historia, disponemos de muy pocos estudios sobre Pulitzer (es particularmente escasa la bibliografía en castellano). Su fama mundial no se corresponde con el desconocimiento que de él tiene el gran público. Este es el motivo principal que ha llevado a Sánchez Aranda a escribir una biografía (un género en alza en nuestro país, poco cultivado hasta ahora) del personaje. Redactada en tono divulgativo, Pulitzer. Luces y sombras en la vida de un periodista genial cuenta, como si de una película se tratara, la interesante y a veces contradictoria vida de Pulitzer, una vida en la que no faltan ángulos oscuros.

«Yo me dirijo a una nación, no a un comité selecto», dijo en una ocasión. Su aportación al periodismo consistió muchas veces en ser el primero que hizo algo de una manera distinta. Fue el primer periodista de masas. Inventó un estilo informativo que combinaba editoriales trabajados con informaciones ligeras que aportaban gran intensidad dramática a la manera de contar las noticias. Así fue como sus periódicos fueron los primeros en llegar a grandes grupos de gente.

Pero también fue Pulitzer el primero en dotar al periodismo de una figura profesional propia. Sus periodistas eran los mejor pagados de la ciudad y los mejor preparados. Uno de sus legados es, además de los prestigiosos premios periodísticos que llevan su nombre, la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, en Nueva York. «Deseo ayudar a atraer a esta profesión a jóvenes de carácter y habilidad, también ayudar a los que están comprometidos en la profesión para adquirir la más alta preparación moral e intelectual. Que el resto de profesiones y no el periodismo deban tener la ventaja de una especial preparación me parece contrario a la razón». Casi un siglo después de esta afirmación de Pulitzer, numerosos profesionales en ejercicio siguen pensando que el periodismo no es otra cosa que un oficio.

Periodista y crítico musical