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Cuando se pasa la última página de Morality Tales y se cierra el libro, queda la impresión de haber asistido a un largo viaje intelectual. Es éste un libro de declarada vocación multidisciplinar, donde se dan cita la ciencia política y el periodismo, pero también las relaciones públicas, la comunicación y la sociología. En todos esos ámbitos, el escándalo político en democracia tiene consecuencias de gran relevancia que marcan de manera indeleble a todos los actores del sistema político.

María José Canel, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, y Karen Sanders, profesora de la Universidad de Sheffield, han realizado un enorme esfuerzo de compilación e interpretación para hacer posible un análisis comparado del papel de los medios de comunicación en los escándalos políticos y casos de corrupción que tuvieron lugar durante la década de los noventa en España y el Reino Unido. Para ello, han analizado más de 3.700 artículos periodísticos y han entrevistado personalmente a un total de cuarenta políticos y periodistas que estuvieron involucrados directamente en la evolución de los distintos casos.

nep_img1.jpgPor sus páginas desfilan casos como el que involucró al gobernador del Banco de España, Mariano Rubio; al director de la Guardia Civil, Luis Roldán; la aparición de papeles del CESID relacionados con la fundación de los GAL; y las nuevas revelaciones sobre el asesinato de los etarras Lasa y Zabala. En el caso británico, el libro aborda el caso Cash for Questions (pago de dinero a diputados para hacer preguntas parlamentarias), Arms to Iraq (implicación del Gobierno conservador en la exportación ilegal de armas a Irak) y varios escándalos sexuales que implicaron a ministros de un gobierno conservador.

Todos ellos afectaron a la percepción que tuvo la opinión publica de aquellos gobiernos, hasta identificar los últimos años de gestión de Felipe González y John Major como dos etapas protagonizadas por la corrupción y la crisis institucional. Buena parte de las imágenes y las palabras que utilizamos para explicar ahora ese periodo vienen de la cobertura que la prensa hizo de aquellos sucesos. La percepción que tenemos de ellos es como el final de cualquier fábula clásica; son cuentos de moraleja donde extraemos conclusiones sobre la ética y los valores de nuestro sistema político. Este libro trata de esas fábulas políticas, de esa capacidad narrativa que tienen los medios, de las maneras de afrontarla que tienen los gobiernos y de la naturaleza específica del escándalo político.

Su contenido se divide en tres partes. La primera está dedicada a la revisión bibliográfica de los conceptos, como corrupción, escándalo, sleaze -término anglosajón que podríamos traducir como «turbio» o «sórdido» y que utilizó la prensa inglesa para referirse a los casos de corrupción-, y al análisis del contexto histórico y político de los dos países. En la segunda se aborda el estudio comparado del periodismo de investigación de los dos países, de la organización y estrategias de comunicación utilizadas por ambos gobiernos, y de los elementos que conformarán la historia periodística que tendrá como objeto el escándalo político. La tercera y última parte consiste en una reflexión final sobre el poder de los medios.

En Lejos de África, Isak Dinesen observa con sorpresa cómo los nativos se emocionan al escucharla leer sus relatos sobre las vidas de aquellas gentes. De repente, se sienten conmovidos ante la capacidad de quien ha sabido atrapar unos momentos de sus vidas y convertirlos en palabras, que ahora escuchan como si los protagonistas no tuvieran nada que ver con ellos mismos. Al principio se asustan pero, poco a poco, día tras día, llenan la casa de la escritora para que les vuelva a leer otro relato de sus vidas.

La vida está hecha de historias. A través de ellas aprendemos, argumentamos, comunicamos, nos informamos, nos divertimos o nos emocionamos. En definitiva, no podemos vivir sin ellas. Por eso, el poder de construir historias es el gran poder que tienen los medios de comunicación. Igual que Isak Dinesen y sus nativos. Como bien recoge el libro, ese poder, en el caso de los escándalos políticos, resulta fundamental para que lo que empieza siendo una simple información se convierta en una auténtica narración, con sus protagonistas, su trama y su desenlace.

En estas narraciones resulta fundamental el enfoque que eligen los medios, que en el ámbito de la comunicación política se conoce también como frame. Las autoras, dentro de este campo académico, aportan en su libro una nueva definición de este concepto: «manifest content that can evoke absent content and, in making use of resonant cultural codes, implies judgements of something to make sense of the social world». Es precisamente este enfoque el que contribuye a universalizar una información concreta, de manera que puede ser compartida entre varios medios de comunicación y mantenerse en el tiempo.

De la investigación sobre el enfoque elegido por los medios se extrae que mientras la prensa británica diferenciaba a los protagonistas de su narraciones entre villanos (los políticos) y víctimas (los medios y el público), la prensa española tendía hacia una polarización de marcado carácter político, al establecer un nosotros (los críticos de los socialistas y sus malas acciones) y un ellos (los socialistas y sus malas acciones). En cuanto a las informaciones en sí, las noticias británicas estaban escritas en un estilo más directo y sencillo, con numerosos juicios de tipo moral, mientras que las españolas estaban redactadas desde una óptica legalista y con un léxico marcadamente judicial y técnico, que contribuían a su difícil comprensión.

Hay que tener en cuenta que esta capacidad para crear narraciones y dotarlas de un enfoque determinado está empezando a dejar de ser algo exclusivo de los medios de comunicación. En su deseo por controlar la agenda de todos los días, los políticos están elaborando y presentando sus propias narraciones. Esto es lo que en el libro se ha estudiado como las estrategias de respuesta que pusieron en marcha las oficinas de comunicación de los primeros ministros.

Toda esta parte tiene un indudable interés, puesto que el estudio revela cuestiones que, de ordinario, quedan ocultas al público en el momento en que se producen. Así, descubrimos a un Rubalcaba, que en su calidad de portavoz del Gobierno, admite abiertamente que «perdimos el control de las noticias de 1993 a 1996». Aunque en 1994, el presidente González hizo un esfuerzo por estar más presente en los medios y en el Parlamento, los continuos casos de corrupción hicieron que se replanteara la estrategia.

El objetivo consistió en aislar a Felipe González de todas aquellas personas que tuvieran que ver con aquellos casos y de evitar que tuviera que pronunciarse en público sobre ellos. Aquella estrategia sirvió para que en las encuestas su imagen apenas se viera mermada por los casos de corrupción y que pudiera afrontar las elecciones de 1996 sin el convencimiento de que ya las tenía perdidas. El caso de John Major fue el contrario: consiguió transmitir una imagen de honestidad y bonhomía, pero no pudo evitar que se le viera, de forma paralela, como un gobernante débil e indeciso. Aquello defenestró sus expectativas electorales y registró los peores resultados de su partido en unas elecciones.

En esta pérdida del monopolio en la creación de historias por parte de los medios de comunicación tradicionales es donde está el punto y seguido a este excelente libro de María José Canel y Karen Sanders. Las nuevas tecnologías y la información que recibimos a través de Internet han modificado por completo el panorama de la comunicación. La construcción de narraciones cada vez proviene de más sitios y a más velocidad, casi en tiempo real: diarios digitales, blogs, ONG, mensajes SMS, etc. Es ahí donde el futuro de la investigación en comunicación política tiene un gran trecho por recorrer.

Periodista y crítico musical