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Las percepciones más vigentes del proceso de globalización comparten, entre otros, los siguientes elementos de descripción del proceso: progresiva integración mundial de las economías y, en general, las sociedades, intensificación y ampliación de despliegues empresariales y financiero-especulativos en búsqueda del máximo beneficio definidos sobre horizontes estratégicos y operativos mundiales, progresiva liberalización y desregulación de la actividad y el tráfico, progresiva evanescencia de las potestades nacionales, progresivo desdibujamiento de los perfiles culturales nacionales acompañado de progresiva formación de una nueva cultura global. La gran mayoría de esas percepciones incluyen en sus caracterizaciones del proceso de globalización, además de los elementos que acabamos de consignar y de otros, enunciados teóricos explícitos o implícitos y juicios valorativos. A efectos de ilustración de lo que más adelante diremos en relación con algunas de las dinámicas «de fondo» constitutivas del proceso de globalización, retendremos una caracterización del mismo particularmente extendida que, en síntesis, puede formularse como sigue. El proceso de globalización es un proceso consistente en la progresiva integración de las economías, y, en general, de las sociedades (nacionales) del mundo inducido, muy principalmente, por los siguientes factores: intensificación y ampliación de despliegues empresariales y financieros en búsqueda del máximo beneficio definidos sobre horizontes estratégicos y operativos mundiales, progresiva des-nacionalización de los ámbitos político institucionales nacionales, liberalización y desregulación crecientes de toda actividad, lo que va permitiendo, junto con el surgimiento y amplia difusión de enormes progresos en las tecnologías de tratamiento y difusión de la información, la paulatina constitución de una nueva cultura y una nueva sociedad globales, cuya organización institucional puede y debe, a partir de ahora, ir siendo definida. El proceso de globalización es esencialmente fruto espontáneo del natural progreso de la libertad y de la técnica, manifestado en el (cada vez más) libre juego de los mercados, conducente a más eficientes asignaciones de los recursos humanos y naturales del mundo —ya, progresivamente, liberados de restricciones arbitrarias emanadas de sórdidos intereses o de concepciones superadas— y, por lo tanto, a mayor producción de riqueza y bienestar. El proceso, sin embargo, no puede considerarse como plenamente constituido en tanto subsistan zonas del mundo no incorporadas al mismo. Sólo entonces podrán quedar activadas todas las potencialidades de generación de riqueza y bienestar que el proceso de globalización lleva en su seno. Pero, entonces, y como condición de posibilidad para el armonioso desenvolvimiento del mismo, deberán quedar definidas y establecidas las formas de gobernabilidad globales. Esta caracterización del proceso de globalización pertenece, como se ve, a la clase de percepciones con «valoración positiva» del mismo. Ahora bien, en contra de lo que a primera vista pueda parecer, la mayor parte —¡pero no todas!— de las percepciones con «valoración negativa» del proceso de globalización, y seguramente las más difundidas de entre estas, se fundamentan objetivamente en concepciones acerca de la persona y la existencia humanas no muy distintas de las que sustentan objetivamente los juicios positivos propios de caracterizaciones como, por ejemplo, la expuesta más arriba.

La realidad actual denominada proceso de globalización, producto de la interacción —a lo largo de mucho tiempo— de varias dinámicas de muy diversa índole, envergadura y origen, es extremadamente compleja y rica en elementos por así expresarlo contradictorios. Esa hipercomplejidad y esa densidad de contradicciones hace que no resulte fácil en absoluto ni hacerse una idea clara y razonablemente completa del asunto ni, por lo tanto, establecer una representación analítica sistemática del mismo. Las visiones parciales en exceso y las caracterizaciones demasiado superficiales y simplistas del proceso de globalización son, así, muy comunes, y esta es, sin duda—dejando de lado diferencias valorativas de carácter ético—, una de las razones que explican la diversidad de percepciones del proceso que circulan por doquier. Pero, claro está, el proceso de globalización puede ser razonablemente aprehendido y sometido a análisis sistemático. Para ello se requiere, partiendo y en el seno de una teoría suficientemente amplia, identificar dinámicas constitutivas del proceso. Vamos aquí a aducir un par de dinámicas interactuantes que, tomadas conjuntamente, forman una de las fibras constitutivas fundamentales —y, en cierto sentido, la más importante de todas ellas— del proceso de globalización. Las presentaremos en estado ideal puro —analíticamente—, señalando después algunas de las características de su concreción práctico-histórica. Estas dos dinámicas son: un tipo especial de proceso de disolución de comunidades populares y un proceso de monetización creciente de los contenidos de la acción personal. Debe tenerse presente que ambas dinámicas son, muy especialmente en relación con el estudio del proceso de globalización, mutuamente interdependientes.

La esencia general del tipo especial de proceso de disolución de comunidades populares al que aquí nos referimos consiste en la paulatina extinción de la eficacia, primero, y de la mera presencia, después, de los sistemas de creencias, valores y representaciones características de la identidad histórica de una comunidad popular, en la formación de la acción personal de un número elevado y creciente de personas de esa comunidad, con la consecutiva paulatina disolución de las redes de socialidad fundamentales de esa comunidad. Las personas, familias y grupos de personas que formaban parte —o cuyos inmediatos antepasados formaban parte— de una comunidad popular van quedando, por así decirlo, desvinculados entre sí en términos de las progresivamente disueltas redes de socialidad «antiguas»; van quedando disponibles para su inserción en otras redes de socialidad, incluidas redes de socialidad completamente distintas de las anteriores. Porque lo característico de este tipo de proceso de disolución endógena es que lo que va quedando disuelto no son, necesariamente, fragmentos más o menos importantes de redes de socialidad, elementos más o menos notables del sistema social, de la vida cultural, etc., sino la esencia constitutiva misma, el núcleo dinámico de esa comunidad. El núcleo de la acción personal y, por lo tanto, del proceso de producción social, está constituido por dinámicas personales éticas y cognitivas y dinámicas sociales de «transporte de información» en torno a sistemas de creencias, valores y representaciones. La progresiva desnucleación de las personas de la comunidad, y por lo tanto de la comunidad popular como ente orgánico, hace posible una transformación radical de esas poblaciones mediante la substitución de los antiguos núcleos por otros nuevos. El caso de Europa es, sin duda, el más notable de cuantos se dan en el proceso de globalización, entre otras razones por lo que las comunidades populares europeas han significado y significan en la historia universal. La reciente —pero enteramente inteligible—, rápida y radical transmutación de las definiciones públicas, en múltiples y significativas comunidades populares europeas, de «persona», «sexo», «matrimonio», «familia», etc., es, sin duda, el signo más característico de esa des-nucleación. Ahora bien, ¿qué nuevos núcleos de acción personal y producción social van substituyendo a los que han venido —aunque no, claro está, de modo uniforme ni a lo largo del tiempo ni a través de sus distintas comunidades populares— substanciando a Europa? La exposición de la segunda de las dinámicas fundamentales que nos hemos propuesto aducir aquí da respuesta a buena parte de esa pregunta.

La dinámica de monetización creciente de los contenidos de la acción personal consiste, en síntesis, en esto: intentar una contracción de los conjuntos de medios y fines de la acción personal en conjuntos crecientemente formados por medios y fines de acción con —expresándolo brevemente— valor monetario. Esto es, esa dinámica intenta eliminar de la acción personal —y, por lo tanto, de la producción social de la realidad— todo medio y todo fin no susceptible de valoración monetaria. Intervienen en esta dinámica, entre otros, los siguientes elementos: las dinámicas personales ética y cognitiva —responsables, por así decirlo, de la constitución secuencial de haces sucesivos de planes de acción (acomodaciones proyectivas de medios afines) —, la dinámica social de «transporte de información» y la dinámica de generación de opciones de acción. Esta última es la previsora de opciones entre diversas posibilidades de acomodación de medios a fines de acción para las personas, bajo forma de campos de opción secuencialmente generados. La dinámica de generación de opciones de acción provee —secuencialmente—, por una parte, sucesivos conjuntos de «bienes de consumo« entre los que las personas pueden elegir a cambio de dinero y, por otra, sucesivos conjuntos de posibilidades de obtener dinero, que es el medio general de acción, de entre las cuales las personas pueden elegir a cambio de, principalmente, trabajo monetariamente evaluado. Obsérvese que esos dos campos de opción —«bienes de consumo» y conjuntos de posibilidades de obtener dinero— están, en cada instante de la secuencia temporal, orgánicamente ligados entre sí; son característicos, en cada instante de la secuencia temporal, no sólo la índole de ambos campos de opción, sino también la del campo de modos de optar en ambos «simultáneamente». Ahora bien, lo que constituye la esencia de la dinámica de creciente monetización de los contenidos de la acción personal es, sin duda, la composición de los medios y fines de acción —todos, crecientemente, ahora, «bienes económicos» (en el sentido vulgar de la expresión)— secuencialmente provistos. Por una parte están los bienes que realmente pueden ser producidos por dinero y susceptibles, de suyo, de aflorar en los mercados —bienes, por así expresarlo, «catalácticos»—; estos pueden ir siendo generados en variedad y cuantía cualesquiera. Por otra parte está un tipo singularísimo de bienes: bienes que, por una parte, pueden realmente ser producidos por dinero y, por otra, revisten algunas de las características de bienes cuyo valor no admite representación monetaria. Estos bienes «sucedáneos» no son, obviamente, substitutivos reales de los bienes a los que, merced a la posesión de algunas de sus características, pretenden substituir: es decir, estrictamente, no surten los mismos efectos que los correspondientes bienes genuinos. Pero bajo ciertas condiciones en las dinámicas personales ética y cognitiva y en la dinámica social de «transporte de información» los bienes sucedáneos pueden ser percibidos por un gran número de personas durante un lapso considerable de tiempo como bienes genuinos. Pues bien, en lo que esencialmente consiste la dinámica de monetización creciente de los contenidos de la acción personal es en el intento de, mediante la generación de campos de opciones de acción constituidos a partir de «bienes económicos», lo que implica un continuo incremento en la generación de bienes «sucedáneos», ir eliminando de la acción personal y del tráfico social todo medio y todo fin no susceptible de expresión monetaria.

La dinámica de generación de opciones de acción provee, obsérvese, sistemas de creencias, valores y representaciones a partir y en el seno de los cuales las diferentes opciones de acción provistas adquieren sentido para las personas. La acción personal se reduce al acto de opción, a lo largo de la secuencia temporal, de entre lo que como opciones de acción se va generando. En ese acto de opción se agota el sentido subjetivo de la acción personal. La acción personal va quedando gobernada por la dinámica de generación de opciones de acción y los ámbitos y redes de socialidad que la acción social interdependiente de las personas van constituyendo son los que permiten la progresión del proceso. Es esencial percatarse de que la progresión de la dinámica de monetización creciente de la acción, gobernada por la dinámica de generación de opciones de acción, sólo es posible para ciertos tipos de dinámicas personales ética y cognitiva y sociales de «transporte de información». Y sólo es posible temporalmente, entre otras causas porque los bienes «sucedáneos» no son substitutivos de los genuinos necesarios para la vida humana. Pero en el seno de sus lapsos temporales de vigencia y progreso la dinámica de monetización creciente de la acción humana surte, inexorablemente, sus efectos, que pueden ser «bastante» duraderos. En este contexto de acción la capacidad de gasto de una persona, cuya definición en términos de «bienes económicos» varía secuencialmente según vayan variando las composiciones de los sucesivos campos de opción de «bienes económicos» generados, se convierte, necesariamente, en el indicador intersubjetivo de su capacidad de acción en general. La «renta per capita» de un agregado cualquiera de personas, cuya definición en términos de «bienes económicos» varía según varían, secuencialmente, las composiciones de los sucesivos campos de opción de «bienes económicos» generados, se convierte, necesariamente, en el indicador intersubjetivo de la capacidad de acción en general de ese agregado. La des-nucleación progresiva de una comunidad popular se alcanza aquí mediante la incorporación progresiva de un número suficiente de personas de esa comunidad a un régimen de producción de acción personal dominado por el proceso de monetización creciente de la acción: los sistemas de creencias, valores y representaciones definitorios de esa comunidad son substituidos por los que, sucesivamente, van sustentando las secuencias de opciones de acción generadas. El sistema social —lo que incluye, obsérvese, las «instituciones» político-jurisdiccionales— producido por los sucesores de los miembros de las comunidades populares des-nucleadas o en estado de desnucleación avanzado bajo la dinámica de generación de campos de opción de acción como dinámica de gobierno del proceso, va siendo, secuencialmente, orgánicamente relativo a cada secuencia de creencias, valores y representaciones generadas por la dinámica de gobierno. Resultando así posible —¡temporalmente!— constituir unidades político-jurisdiccionales substantivamente arbitrarias y aberrantes.

El actual proceso de globalización no es un régimen universal producto de la «evolución social de la humanidad» cuyo grado de progreso en las diferentes zonas del mundo es heterogéneo por causa de «diferentes grados de evolución». Se trata de un proceso incoado polarmente y, en la medida en la que el par de procesos disolución de comunidades populares— monetización creciente de la acción constituye fibra dominante del mismo, anómalo y rigurosamente regresivo. Pero singularmente potente porque incide directa y fuertemente en el núcleo de los procesos de formación de la acción personal. «Globalización», como proceso gobernado por esa fibra dominante, no es un mero producto espontáneo del progreso de la libertad y de la técnica. Es más bien un proceso de ablación sistemática de dimensiones fundamentales de la persona. La disolución de comunidades populares en las redes orgánicas generadas por el proceso de monetización creciente de la acción humana no es ni progreso hacia la realización práctica de la unidad del género humano ni consecuencia natural de la supuesta emergencia de un mercado mundial expresivo de la verdadera intersubjetividad humana. Es más bien una colosal hipersimplificación unilateral de las redes de socialidad humanas hacia lo que pueda ser abarcado por la mercantilización universal de la existencia humana. Los mercados son meros implicados de ciertas dimensiones del despliegue de la acción humana, no tienen entidad subsistente propia; sus propiedades vienen dadas por las características de la acción humana. Así es que los mercados no se «autoregulan» para cualquier tipo de dinámicas personales ética y cognitiva y cualquier tipo de dinámica social de «transporte de información». Para unos tipos sí y para otros no. Y, precisamente para los tipos propios del proceso de monetización creciente de la acción humana, no. Ciertamente el par de dinámicas proceso de disolución de comunidades populares— monetización creciente de la acción humana ni opera en estado puro ni opera con la misma fuerza en todas partes. En el seno mismo del proceso de globalización y al margen del mismo operan múltiples procesos de muy diversa índole, muchos de los cuales son objetivamente incompatibles con el progreso de ese par de dinámicas dominante de «globalización». Pero esto, que es cierto, puede no bastar para detener o modificar la progresión de «globalización» gobernada por su par de procesos dominante. Reconducir radicalmente el proceso de globalización antes de que sus efectos sean devastadores es necesario y posible. Pero para ello conviene mucho adquirir una idea clara de la naturaleza del asunto.

Catedrático de Teoría Económica y Econometría, Universidad Autónoma de Madrid