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En tan sólo once años de reinado (1786-1797), Federico Guillermo II de Prusia consiguió que su corte de Postdam alcanzara un brillo extraordinario en lo que se refiere a la música y las bellas artes. No es un hecho puramente casual, pues coincide con la época de mayor expansión política del reino prusiano. De su tío Federico el Grande heredó no sólo el reino sino una enorme pasión por la música, y del mismo modo quiso rodearse de los mejores músicos del momento. En lugar de tocar la flauta y el clave como lo hiciera su tío, Federico Guillermo II optó por la viola da gamba. Y así, en el largo período de sólida formación en muchas materias, pero principalmente de índole militar (que era lo que requerían los tiempos), el heredero al trono recibió las enseñanzas de Ludwig Christian Hesse, uno de los más renombrados «gambistas» alemanes de su tiempo.

Durante la Guerra de los Siete Años, fue enviado a Breslau (actual Wroclaw). Allí combatía el aburrimiento dejando la viola da gamba y familiarizándose con el «moderno» violonchelo de la mano del italiano Graziani, pues de allí procedía el nuevo instrumento.

Cuando pudo tener su propia corte en Postdam, reclutó un buen número de músicos con quienes hacer música de cámara. Su gran afición por los Cuartetos, que él mismo interpretaba al chelo, le hizo ser destinatario de importantes obras, como los Cuartetos Op. 5 que Haydn le dedicó recién llegado al trono. Los tres Cuartetos Prusianos de Mozart fueron escritos para él y, a juzgar por la dificultad de la parte del violonchelo, debía ser buen intérprete; o, al menos, su fama como tal, justificada o no, era conocida en toda Europa.

Además de atender sus obligaciones reales, consagraba diariamente dos horas a la música, y era tal su dedicación, que en sus viajes de campaña se hacía acompañar por dos violinistas y un violista, pues no podía renunciar a sus diarias sesiones cuartísticas.

Siendo todavía príncipe, Federico Guillermo contrató en 1773 a dos grandes chelistas franceses: los hermanos Jean-Pierre y Jean-Louis Duport. Su presencia en la corte de Postdam sería decisiva para acrecentar el mecenazgo de Federico Guillermo hacia el violonchelo y los compositores que escribieran para este instrumento. Con toda seguridad ellos fueron los grandes intérpretes, pero Federico Guillermo II, al fin y al cabo, era el rey y fue siempre el destinatario de las partituras.

Atraído por su intensa vida musical, Beethoven visitó la corte prusiana en varias ocasiones, y con tal motivo dedicó al rey dos Sonatas Op. 5 y tres series de Variaciones para violonchelo y piano. Boccherini, sin moverse de España, consiguió a través de J. P. Duport que se le nombrara compositor de la corte de Prusia y recibiera una importante asignación anual.

Grandes músicos como Beethoven, los dos Duport, Bernhard Romberg y Boccherini, que contribuyeron de forma muy importante a enriquecer el repertorio para violonchelo, deben en gran medida su aportación a la pasión de Federico Guillermo II de Prusia por este instrumento.

En este disco se recogen varias de estas obras: algunas muy poco conocidas, como la Sonata para dos chelos y piano de J. P. Duport, los Estudios para dos violonchelos de J. L. Duport, k Sonata n° 1 de Romberg o la Sonata en Mi bemol Mayor para dos violonchelos de Boccherini, junto a dos deliciosas series de Variaciones para chelo y piano de Beethoven.

 A la singularidad del programa hay que añadir el encanto de su sonoridad, pues en esta grabación se utiliza un fortepiano en lugar del piano actual y dos instrumentos de arco de 1700, lo que le confiere una mayor autenticidad al recrear ese momento histórico. Además, la apasionada interpretación del principal ejecutante, Anner Bylsma, nos demuestra que para recrear una partitura no sólo es necesario tocar técnicamente bien un instrumento, sino sentir de verdad la música y saber transmitirla.

Profesora de música y periodista