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profesion_docente.jpgDe manera reiterada y cíclica surge desde la opinión pública la necesidad de abordar una reforma «en y para» el ejercicio de la profesión docente. Las diversas evaluaciones de nuestro alumnado, por organismos públicos y privados —y de manera muy especial el informe pisaque tiene gran incidencia en la opinión pública—, vuelven a plantear la necesidad de acometer urgentemente reformas educativas en dos planos: las leyes educativas y la profesión docente.

El debate sobre la preparación del profesorado origina controversias muy diversas y levanta susceptibilidades. Es una polémica enconada en el tiempo, que parece cuestionar la dedicación de nuestros docentes en las aulas. Su buen hacer y su autoridad académica se convierten en el objetivo de los medios de comunicación, y —con frecuencia— la discusión evita que se pueda afrontar de manera «fría» una exposición seria sobre el tema y sus posibles soluciones para situar al profesorado de nuestro país en el nivel de otros de la OCDE.

Por otro lado, son pocos los estudios que tratan los numerosos factores que afectan a los docentes de manera rigurosa y científica, con un estilo sencillo y cercano como el que nos muestra este libro. Solo autores como Francisco López Rupérez, que por su prolongada carrera en diversos puestos de la administración educativa, el conocimiento que posee de los organismos internacionales de educación, la investigación que se deriva de ellas y el contacto con las aulas, está en disposición de aportar una visión objetiva y pormenorizada de la problemática. De ahí que este libro demuestre —en su conjunto— cómo es posible afrontar los nuevos retos de la profesión docente desde una perspectiva positiva.

Partiendo del análisis del marco europeo educativo y su contexto, el autor examina de manera empírica la educación española, donde existe una disfunción entre los datos emergentes del propio sistema y las correcciones sociales sobre él. «Cuando se consideran los datos en su conjunto, parece como si una «mano invisible» estuviera operando sobre nuestro sistema educativo y corrigiendo, al menos en parte, sus desequilibrios en materia de resultados». Sin embargo, no se trata de que los problemas se terminen solucionando solos a través del tiempo por una inercia de equilibrios, sino de aplicar las políticas necesarias de acuerdo a las evidencias.

Desde esta perspectiva, es imprescindible integrar en los sistemas educativos la evaluación de sus políticas para mejorar los procesos —y más concretamente— las políticas que inciden sobre el ejercicio docente y el profesorado, con la consciencia de que «una acción exitosa sobre los docentes termina afectando a todos los alumnos».

El autor se acerca a la educación desde tres perspectivas: humanista, económica y social, apostando por un enfoque integrado, donde el desarrollo intelectual y humano son la base para una sostenibilidad económica y un servicio a la sociedad. Defiende la necesidad de preservar «en las nuevas generaciones los fundamentos vinculados a nuestras raíces culturales que le doten de un soporte personal sólido, en los planos intelectual y moral, desde el que abordar la gestión de los cambios», pero este horizonte no es posible sin una formación sólida del profesor.

A su vez, el análisis empírico sobre las políticas educativas plantea un cuadro de prioridades, donde las referidas al docente son prioritarias por encima de cualquier reforma en el sistema legal o en las metodologías.

De ahí que la investigación proponga las necesarias competencias del profesor agrupadas en torno a tres bloques: trabajar con los otros; trabajar con la información, el conocimiento y las tecnologías; y trabajar con y en la sociedad.

La OCDE presentó un estudio en torno a estas competencias para destacar las principales carencias del sistema, entre las que se encuentran: la necesidad de conseguir un atractivo para la profesión del docente; el acierto en el reclutamiento, la selección y empleo; y por último, cómo retener en la enseñanza a los docentes de calidad, así como el riesgo de producirse —a largo plazo— un declive considerable de la profesión docente. Aspectos todos ellos subrayados por los informes McKinsey, que desde 2007, estudian las cualidades que el docente debe tener antes de ejercer su profesión y así como por los organismos: UE, la UNESCO, OEI y el Banco Mundial.

Pero, independientemente de las investigaciones realizadas, realmente, ¿cuál es el concepto de profesión docente? ¿Por qué en España es tan débil esta noción? El autor dedica un amplio capítulo —de indudable interés— a comparar las diferencias existentes entre la docencia y el resto de las profesiones «robustas». En este análisis pormenorizado, destaca el comportamiento vocacional del docente y se deduce la necesidad de un cambio en el modelo de acceso a la profesión docente. Se propone el mireducativo como una solución frente a la debilidad y fragilidad del concepto de profesión docente, siguiendo —de manera paralela— los sistemas de selección y acceso del mirsanitario.

Termina el libro con un elenco de medidas a tener en cuenta para mejorar las condiciones de los profesores que ya están en ejercicio, así como una llamada urgente para optimar las políticas educativas.

Decía Daniel Pennac en su clásico Mal de escuela: «Basta un profesor —¡uno solo!— para salvarnos de nosotros mismos y hacernos olvidar todos los demás». Bastará con que los responsables educativos y pedagogos reflexionen sobre las propuestas de este libro para cambiar el horizonte educativo de las próximas décadas.

Elena Martínez Carro

Profesora de Lengua y Literatura. Vicedecana de la Facultad de Educación. UNIR