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Vaya por delante una advertencia: no es posible leer sin frustración Finnegan’s Wake en castellano. Si no me equivoco, solo existe una traducción completa de la obra que es casi inencontrable, aunque puede leerse una selección en los clásicos universales de Cátedra. A mi juicio, todo intento de traducción, aunque en sí mismo merece el elogio, está condenado a la traición del original. No es posible tener en cuenta todo lo que Joyce quiso transmitir en cada línea y en cada palabra sin desertar el sentido y la forma original, tan relevante en esta obra. Es decir, una nueva versión de Finnegan’s Wake, en cualquier lengua, exige tener en mente otro Finnegan’s y, por tanto, ser otro Joyce. ¿Quién se atreve a ello? Porque a decir verdad tampoco es fácil leerla en inglés, teniendo en cuenta que es un texto experimental, abstruso, desordenado y difícil. Es posible que en las ediciones al uso ocupen más espacio las notas a pie de página que el cuerpo principal. Cosas que tiene la innovación.

Joyce llevó hasta el extremo en este caso las posibilidades del lenguaje y tal vez por ello ya merezca un lugar de honor en el panorama de la literatura universal

Porque por lo que se refiere a la experimentalidad, muy pocas obras pueden asimilarse a esta de James Joyce, en la que no solo hay asociaciones personales o intrincados párrafos, sino que las propias palabras están mezcladas en sus lexemas. Joyce llevó hasta el extremo en este caso las posibilidades del lenguaje y tal vez por ello ya merezca un lugar de honor en el panorama de la literatura universal. Fíjense si no en la novedad que representa la continuidad entre el principio y el final, por ejemplo.

Incluir Finnegan’s en el canon de una biblioteca clásica no significa que sea una lectura para todos ni que cualquiera sea capaz de digerirla. Pero ya es hora de hacer comprender que también la cultura es lo difícil, por más que se intente simplificar su digestión con manuales sobre lo que conviene saber. La experiencia de leer y de acercarse, al menos en las traducciones disponibles, a algunas líneas de Finnegan’s es algo que no conviene perderse: arduo y difícil, pero bello e irremplazable.

Se trata, pues, de un texto denso, de una oscuridad creciente. Como una mezcolanza de sueños, historias, tradiciones, todas presentadas en una aglomeración rítmica. Joyce señaló que Finnegan’s le supuso tanto trabajo (más de quince años) y lo hizo tan complejo que ocuparía durante siglos a los expertos. Sin duda lo consiguió. «Un camino solitario al final, amado, junto al…» termina y comienza siempre de nuevo.

Profesor de Filosofía del Derecho. (Universidad Complutense de Madrid).