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El Pontificado es la institución en que se encarna el Primado del Obispo de Roma en la Iglesia católica. Pero es también uno de los más importantes actores de la historia de la humanidad durante estos dos milenios de la era cristiana. La personalidad de Juan Pablo II y su decisiva influencia en trascendentales acontecimientos de nuestros días lo han puesto especialmente de relieve. Uno de los hechos más notables de esa singular institución es la continuidad de su presencia en el mundo a lo largo de veinte siglos y de los 275 titulares que se han sucedido al frente de ella.

El Pontificado de Roma, como todas las realidades sociales, tiene una naturaleza y una historia. La primera es objeto de esa disciplina teológica, tan actual después del Concilio Vaticano II, que se conoce por Eclesiología. A ella le compete examinar en qué consiste ese Primado, cuál es su origen y razón de ser, su misión en la Iglesia y su relación con los diversos elementos o estructuras eclesiásticas y con los cristianos individuales. La historia del Pontificado es la de su funcionamiento, su presencia y su acción en el complejo universo de las realidades culturales, políticas y sociales en que se ha desarrollado su existencia. Esa es la empresa que ha coronado con éxito el profesor Orlandis en este libro.

El autor, bien conocido entre juristas e historiadores europeos por su vasta obra de investigación y sus numerosas publicaciones, ha acertado a exponer con rigor y buena pluma, desde una perspectiva original, y en solo 300 páginas de fácil lectura, un asunto capital de dos milenios de cristianismo. No se trata, dice ya en el prólogo, de una historia de la Iglesia, ni de una historia de los Papas, sino de la Institución pontifical, contemplada en el marco de los contextos externos e internos que la han envuelto en el curso de los siglos.

Así, se describe la institución del papado en sus momentos brillantes y en sus épocas oscuras, en sus avances y en sus retrocesos, siempre desde las dos perspectivas, la de la Iglesia por dentro y la del mundo exterior, cultural, religioso y político en que los Papas y el cristianismo han tenido que moverse. Los primeros siglos son, sucesivamente, los de la incompatibilidad entre la religión cristiana y el mundo romano que, incapaz de integrarla, primero la persigue, luego la tolera y finalmente acaba por admitirla y hasta cierto punto entregarse a ella en una primera versión de Iglesia establecida. Después, con las invasiones germánicas y la disolución del Imperio de Occidente, se viven las consecuencias de la división de una Europa en la que se apagan las luces de la cultura, a la vez que aparecen nuevas entidades políticas sobre las que se reconstruiría el occidente cristiano por obra, principalmente, de la Iglesia, que organiza reinos y consagra emperadores.

Entretanto, van tomando más y más cuerpo las diferencias entre Roma y Bizancio, que no solo son de lengua y de mentalidad, sino de estructuras sociqpolíticas y de estilos de expansión misionera por territorios y pueblos paganos, hasta acabar en el Cisma de Oriente consumado a mediados del siglo XI. En la otra mitad del continente, al estilo del Papa Gregorio (siglos VIVLL) y al giro occidental del pontificado que se consuma en la era carolingia, siguen los tiempos oscuros, los problemas de las investiduras y de «las dos espadas», el cisma de Occidente y la cuestión del conciliarismo, con la que en el libro de Orlandis se termina la Edad Media y se rebasa ya la primera mitad de sus páginas.

Un poco más sumario resulta el tratamiento de la reforma del siglo XVI y su enfrentamiento con la Iglesia histórica y pontifical, si bien se señala que desde las brillanteces culturales de la Roma del Renacimiento y la politización del papado, no se advirtieron las señales precursoras de la tormenta que se avecinaba (el lector de Orlandis obtiene la impresión de que el autor también piensa que Carlos V se daba mucha más cuenta de ello que los papas Médicis).

Particularmente sugerente es la importancia que Orlandis atribuye a las derivaciones del Tratado de Westfalia, que consagra la división político-religiosa de Europa de la forma que llegó en la práctica casi hasta la Segunda Guerra Mundial. Los capítulos finales del libro (cuatro de veinte) exponen de una manera nítida e inteligible las cuestiones del galicanismo y jansenismo (ancien régime todavía), la Revolución Francesa y el fracaso de la Restauración de Viena, el liberalismo y el relativo oscurecimiento del papado desde Pío vi a Pío IX, así como la paulatina recuperación de su prestigio e influencia pública en los cien años que transcurren entre León XIII y Juan Pablo II.

La vocación del Pontificado, viene a concluir el autor, es cumplir el «noble designio de la unidad cristiana», es decir, la realización de un destino ecuménico. Ese designio de unidad sería el ministerio papal por excelencia, según palabras de Gregorio Magno que ha hecho suyas Juan Pablo II. Pero eso —añado yo, tratando de seguir la metodología de Orlandis de ver el Potificado por dentro de la Iglesia y por fuera de ella- sería su profunda vocación eclesiástica o religiosa. La externa es una función de magisterio que en los tiempos que corren está llevado a cabo, con muy notable audiencia, Juan Pablo II, la persona de mayor prestigio moral y la voz más escuchada de los dos útimos decenios.

Fundador de Nueva Revista