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La fragmentación de los saberes, consecuencia de la superespecialización que demanda la estructura de la investigación científica—también en el campo de las Humanidades— es una realidad tan patente como insatisfactoria en el mundo actual. La mutua ignorancia entre unos saberes y otros se nos aparece como un peligro real. Sin embargo, la producción primaria de conocimiento en las ciencias experimentales está cada vez más en manos de los responsables de grandes grupos, que han de allegar recursos económicos y humanos en gran escala, no sólo para liderar el avance sino para marcar las pautas con arreglo a las cuales se desarrolla.

La creatividad científica se materializa hoy con más facilidad, al menos así se hace creer, en el seno de esas grandes estructuras (megaciencia) y se enmarca en aquellos ambientes que priorizan esa producción primaria de nuevo conocimiento, en buena medida como instrumento para el progreso —un progreso cuyo énfasis principal está en el tiesarrolio tecnológico como instrumento económico y de poder—. Ello tiene mucho que ver con las políticas científicas que inspiran la asignación de recursos para la investigación o ia organización de las instituciones académicas.

En estas condiciones no podemos decir que se prodigue mucho la reflexión, desde el mundo propiamente científico, sobre el significado de los nuevos desarrollos, tanto en la Ciencia como en la Tecnología, sobre su inserción en los sistemas culturales, sus alcances actuales y posibilidades futuras, ni siquiera sobre cómo orientarlos en la dirección que mejor sirvan al futuro del hombre y la vida en este planeta. Sucede incluso que esas reflexiones pasan a ser también objeto de una «parcela especializada», a la que sirven determinados cultivadores de las ciencias sociales, filosofía, etc.

¿Qué queda entonces, en la era del avance científico, de los ideales de Tales de Mileto, el fundador de las ciencias físicas, o de los sueños sobre la unidad del conocimiento que surgen de la Ilustración y que están en la raíz del conocimiento científico moderno?

E. O. Wilson, en su libro Consilence.The Unity of Knowledge, establece que «la empresa más grande de la mente ha sido siempre, y continuará siéndolos el logro de una integración entre ciencias y humanidades». Por ello se dedica en este libro a difundir la fascinación que puede suponer llegar a una síntesis, convergencia o consenso en los que apoyar la posibilidad de construir esa tarea a través de todas las ramas del conocimiento. Se trata de lograr esa intersección entre las disciplinas científicas que van desde las más esenciales de entre las ciencias de la naturaleza hasta las ciencias sociales y la ética.

El autor, que se formó originalmente como naturalista, es catedrático de la Universidad de Harvard, y ha escrito una serie de obras de reflexión que van desde la Sociobiología a la Biodiversidad. En Consilence incorpora un análisis basado en su conocimiento completo y actual de la situación de las más variadas disciplinas científicas junto con una erudición verdaderamente enciclopédica, que le permite transitar con seguridad por los territorios de la historia del pensamiento científico y sus avatares.

A través de una docena de sugerentes capítulos, todos ellos inspirados por ese afán de construir una interpretación adecuada al momento actual —con base en el rigor científico más estricto, pero con la pretensión de trascender su significación— aborda las más diversas cuestiones, desde el significado de la Ilustración hasta las teorías acerca de la mente y su estructura, o desde la evolución que va de los genes a la cultura, las bases para interpretación del arte, etc.

A pesar de las dificultades para establecer ese sustrato de pensamiento científico racional aplicable a todas las disciplinas, a pesar de que la aludida superespecialización con su conjunto de sistemas de ideas y de lenguajes de difícil comprensión mutua, el esfuerzo de Wilson y su capacidad para introducir al lector en la fascinación que representa el nuevo conocimiento, a la luz de lo que ha sido el desarrollo de la Ciencia, realmente subyuga. Una virtud fundamental de esta aproximación de Wilson en Consilence es sin duda la capacidad de presentar de una forma sintética y accesible, que no simplificadora, la complejidad de los fenómenos en estudio y las vías por las que se puede seguir avanzando en la integración a través del adelanto que posibilita el trabajo científico actual. Todo un ejemplo para algunos seudopensadores, de los que resulta evidente que desconocen la base científica fundamental de las cuestiones que abordan, sobre todo por ser polémicas o estar de moda.

Wilson se atreve en este libro tanto a interpretar perspectivas futuras, pero sin abandonar el rigor científico. El lector puede sentir todo el libro como una provocación intelectual y un gran estímulo para entender que las posibilidades actuales de profundizar en cualquier aspecto no agotan, sino que abren, cualquier avance a una interpretación realmente creativa.

Los científicos estamos hoy convencidos de que en la interdisciplinaridad, en las interfases científicas, es donde hoy se registran los progresos más significativos, y de el diálogo multidisciplinar se impone como pauta para los nuevos caminos. En Consilence, Wilson nos muestra las mejores razones para entender esas propuestas, al tiempo que revela cómo la belleza de los fenómenos naturales está precisamente en la sencillez y claridad con que se nos pueden manifestar cuando el esfuerzo humano por esclarecerlos logra formular teorías e hipótesis acertadas.

El libro acaba con un extenso capítulo sobre la interpretación científica de cuestiones de futuro fundamentales, desde la evolución humana al cambio global y su posible origen antropogénico.

En definitiva, es éste un libro que estimula la valoración profunda del panorama científico actual y un acicate para una reflexión sobre el hombre y la vida en la tierra que tenga en cuenta los alcances del conocimiento científico actual. Por su falta de dogmatismo resulta de enorme utilidad para científicos y humanistas, así como para quienes atribuyen un valor absoluto a la Ciencia y para quienes la entendemos como un instrumento más al servicio del hombre, en sus mejores empeños.

Catedrático de Microbiología. Director general de la Fundación de la Universidad Complutense