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Dostoievski (1821-1881) gusta colocar a los personajes de sus novelas delante de situaciones extremas, ante las que reaccionan con el cálculo de la inteligencia y el impulso y fulgor de los sentimientos; al tiempo, el carácter extraordinario de las acciones protagonizadas saca al subconsciente de su letargo y entra en conflicto con la parte racional, impulsándoles a transitar por caminos existenciales no frecuentados. En este contexto sitúa a Raskolnikov en Crimen y castigo (1865), un joven estudiante que, agobiado por las deudas e imposibilitado para mantener a su familia, planea con frialdad y detalle el asesinato de la prestamista Alena Ivanovna para robarla.

Crimen y castigo. Feodor Dostoievski. Cátedra. 704 págs.
Crimen y castigo. Feodor Dostoievski. Cátedra. 704 págs.

Todo se desarrolla según las previsiones, pero la aparición de Isabel, hermana de la usurera, a la que asesina, y las llamadas infructuosas de un cliente mientras él está en el interior de la casa, le excitan y trastornan, obligándole a huir, presuroso y sin el botín. Aquí termina la primera parte.

En las cinco restantes, el lector asiste a la búsqueda de lugares seguros por parte de Raskolnikov, a la investigación policial, a los interrogatorios, con los ingredientes de una novela de acción.

Una de las virtudes de Dostoievski, es despojar de todo maniqueísmo al protagonista y concebir una personalidad poliédrica

Sin embargo, esta se convierte en marginal, porque lo que atrapa es la apertura de la conciencia del protagonista, en su lucidez y desvarío, en el reconocimiento del mal y la justificación del asesinato, en la febrilidad y el sosiego, en la desfachatez y los remordimientos, en la sagacidad y la torpeza, en el dolor y el amor, en la insensibilidad y la ternura: sentimientos contradictorios que conviven de modo tormentoso en el estudiante.

Dostoievski permite conocerle, sin mediación del narrador, y sobre él proyecta algunas de las ideas que le atormentaban: la remisión de la culpa, la purificación por medio del dolor y el amor, la existencia del mal en un mundo creado por Dios, la coexistencia del temor y la felicidad, etcétera.

Raskolnikov suscita a un tiempo compasión y repulsa: esta es una de las virtudes de Dostoievski, despojar de todo maniqueísmo al protagonista y concebir una personalidad poliédrica que, según muestre una u otra cara, cambia la percepción del lector y de los restantes personajes.

Estos, a su vez, se dibujan con trazos firmes y no se empequeñecen ante la consistencia de Raskolnikov; su presencia permite diálogos espontáneos, verosímiles y coherentes, al tiempo que concentrados en la expresión y con fuerza dramática, aprovechados   tensión narrativa merced a estos diálogos, a las aperturas de la conciencia del protagonista y al narrador que, además de conducir la acción, propone un interesante juego entre el ser y el actuar de Raskolnikov y, en menor medida, de otros personajes.

TODA UNA PINTURA DE ÉPOCA

Lo psicológico y las reflexiones intelectuales no deben opacar las formidables descripciones de un San Petersburgo humilde y reconocible a día de hoy, en contraposición al distinguido de otros escritores: sus calles, los interiores de las casas o las formas de vestir son toda una pintura de época.

Profesor de Dramaturgia y Ciencias Teatrales, crítico de teatro y dramaturgo.