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Llena de satisfacción poder comentar un nuevo disco de música española. Y en esta ocasión resulta además motivo de doble alegría, pues si por una parte contiene tres de las más atractivas obras de Oscar Esplá, se trata también de una nueva grabación de la gran Victoria de Los Ángeles. Aunque llevaba bastantes años sin pisar un estudio de grabación, desde hace un tiempo Victoria actúa esporádicamente en los escenarios, dando recitales de canción de concierto.

Oscar Esplá (Alicante, 1886-Madrid, 1976) ocupa junto a Falla y Turina un lugar preeminente en la música española anterior a la Guerra Civil. Su importante personalidad está acreditada por un extenso catálogo de obras musicales y un gran número de escritos sobre música. Injustamente, no ha recibido la atención que su obra merece. Por eso es preciso dar una calurosa bienvenida a este disco, que viene a rescatar del olvido la figura y la obra del compositor alicantino.

Esplá nunca quiso adoptar los nuevos criterios estéticos derivados del dodecafonismo de Schonberg, pero tampoco permaneció al margen de ellos, sino que mantuvo una postura decididamente contraria. Para él la melodía es un elemento intrínseco a todo discurso musical y, salvo algunas incursiones ocasionales en cierto atonalismo, su música permanece fiel a los principios de la armonía tonal.

Sus obras, y muy especialmente estas tres que aquí se recogen, son el legado de un compositor con conciencia mediterránea. Esplá no es un nacionalista en el sentido más estricto de la palabra. Su honda sensibilidad mediterránea es la que aflora de forma espontánea en unas obras que no suelen utilizar citas folklóricas textuales. Con un estilo personalísimo, al igual que lo hiciera Turina con lo andaluz, la música de Esplá se convierte en la voz de la región levantina, en el sonido de las tierras bañadas por el Mediterráneo, con toda su luz y sensibilidad.

Las Canciones Playeras (1929), con poemas de Alberti (del Alba del Alhelí), son una joya de la canción española, y supone todo un lujo escucharlas en la voz de Victoria de Los Ángeles. Y es que Victoria, aunque no con la misma agilidad de antaño, sigue siendo el paradigma de la ductilidad expresiva. Posee una sensibilidad única para la música española, que le permite ofrecer una impresión de delicada ligereza en unas canciones de enorme dificultad, pues no en vano es muy amplia la gama de matices que requieren la música de Esplá y los textos de Alberti.

La Sinfonía Aitana (1958) es la segunda obra sinfónica del compositor alicantino. Estrenada en 1964 por la Orquesta Nacional con Frühbeck de Burgos, toma su nombre de la sierra mas elevada de la región levantina y «su título -dice Esplá- responde a situaciones líricas vividas en aquellas sierras». Con un estilo muy personal, cercano al poema sinfónico, la obra discurre entre los acentos impresionistas y el colorido mediterráneo. La Pájara Pinta es una suite orquestal inspirada en algunas canciones populares que fue concebida, en una primera versión más reducida para piano, para acompañar una representación de marionetas.

Manuel Galduf, uno de nuestros mejores directores, logra una interpretación magnífica frente a la Orquesta de Valencia, agrupación que se encuentra en un momento de éxito creciente. Ojalá este valioso disco de Esplá, junto a otros que han sido publicados últimamente, abra las puertas a un mayor número de grabaciones de música española y contribuya a una mejor proyección internacional de nuestros compositores y de los grandes solistas y agrupaciones españoles.

Profesora de música y periodista