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El estreno de Romeo y julieta en el Théátre Lyrique  de París en 1867 fue  el  primer  gran  éxito de Gounod. Venía precedido por el renombre conseguido tras  el  estreno de Fausto en 1859. Si con Fausto hubo muchas reticencias al principio por parte de la crítica y el público, y solo paulatinamente y después de varias representaciones alcanzó un gran reconocimiento, Romeo y Julieta triunfó de forma inmediata.

El tema era plenamente romántico y se ajustaba muy bien a los gustos del público parisino, pero además el libreto seguía con mucha fidelidad el drama original -esto no ocurría en Fausto, y fue uno de los motivos de su costosa aceptación-. Gounod contó de nuevo en lo literario con Jules Barbier y Michel Carré, que trabajaron directamente con el original de Shakespeare en inglés, del que sacaron literalmente muchas frases y expresiones para preservar el texto del autor inglés.

Gounod simpatizaba  enormemente con el drama, y de hecho no era un proyecto del todo nuevo, ya que años antes, en su juvenil estancia en Roma, había puesto música a alguna escena de esta obra, sobre un libreto en italiano que pasó entonces por sus manos. La influencia de Berlioz era notable, pues éste había compuesto bastantes años antes una sinfonía titulada Romeo y Julieta, además de La Condenación de Fausto. Fue en 1865 cuando emprendió en serio la composición de la obra. Quiso buscar de nuevo la inspiración en tierras italianas, pero se quedó en el camino. Al sur de Francia y a la orilla del mar, alquiló una casa para retirarse a componer. Vivía apasionadamente la creación de los personajes, preocupado por conseguir una música arrebatadora que reflejara la pasión amorosa de los protagonistas. Muchos de los detalles de este proceso se reflejan en las cartas enviadas desde allí a su mujer.

Su experiencia como músico  de escena facilitó la tarea. Las intervenciones constantes del coro -requisito imprescindible en las óperas que se presentaban en París- contribuyen a dar agilidad a la partitura, y la orquesta en todo momento realza la acción, hilando con soltura las distintas escenas. Las amplias dimensiones de la obra son las habituales de las óperas románticas, esto es, cinco actos, además de la escena de ballet que exigía la ópera parisina.

Charles Gounod ha sido  calificado como el «compositor del amor», entre otras razones por su Romeo y Julieta: los cuatro duetos de amor que jalonan la partitura son verdaderas joyas desde el punto de vista de la ex­ presión romántica del amor. Las escenas de corte religioso también tienen bastante relevancia, y el personaje de Frere Laurent protagoniza escenas bellamente elaboradas. La  ópera  ofrece en su conjunto una partitura muy coherente y fluida, con música de gran lirismo.

Esta nueva producción discográfica, grabada en 1995, está encabezada por dos jóvenes figuras del belcanto, el tenor Roberto Alagna y la soprano Ángela Gheorghiu, que ya han protagonizado juntos varias grabaciones operísticas y recitales, y encarnan a los amantes de Verona. J unto a estas magníficas voces, destaca la del barí­ tono José Van Dam en el papel del P. Lorenzano y la agilidad de Simon Keenlyside en el de Mercutio. El Co­ ro de Toulouse asegura una perfecta dicción francesa y Michel Plasson, al frente de todo el conjunto, consigue una interpretación de sensibilidad.

Los tres CDs que componen la grabación poseen, además, un programa informático adicional ( enhanced Cd), por lo que pueden ser leídos también por ordenador (CD-Rom). Ofrecen por este procedimiento in­ formación sobre la obra, biografías de los artistas, ilustraciones y fotos, de interés complementario.

Profesora de música y periodista