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Se ofrecen en este libro 10.829 latinismos y frases latinas ordenadas alfabéticamente,  con la pretensión de que sea «una herramienta para que profesores, escritores, periodistas y público en general puedan comprender y leer correctamente las numerosas frases latinas que abundan aún en la lengua culta». Ofrece, además, varios índices útiles para manejar se en tan ingente caudal de citas: temático, onomástico y de lugares y de autores y obras citadas. Y otros tres índices más especializados: el de citas bíblicas, el que el autor llama «de mote o divisa» y el de las profecías de San Malaquías.

La primera impresión, después de leer el interesante prólogo de Antonio Fontán, es la de encontrarse con una obra sólida, con el trabajo entusiasta de muchos años y con un número de ci­ tas difícil de superar. Se puede concluir que en este libro está todo, que difícil­ mente puede uno recordar una frase de Horacio, Juvenal, Ovidio o  Virgilio que no se encuentre en este volumen.

La segunda impresión es que, con algunas matizaciones, consigue el objetivo que el autor se propone en la introducción: sin estar dirigido a los especialistas en lenguas clásicas, es un instrumento que facilita la lectura correcta de las frases latinas  que aún abundan en la lengua culta y puede, evidentemente, contribuir al amor a las lenguas clásicas y a fomentar la con­ ciencia de la necesidad de su estudio.

Las matizaciones, a las que antes me refería, se refieren algunas al autor del libro; otras, no lo sé con certeza, podrían ser responsabilidad  del autor o de los editores. En primer lugar, no estoy de acuerdo con la pronunciación que el autor sugiere, y mucho menos con algunas incoherencias: por ejemplo,  aunque  por  lo general  utiliza  la -i- consonántica, en ocasiones utiliza la -j- sin ningún criterio, llegando a escribir en el número 101 el nombre de Júpiter con -I- en la segunda palabra y con -J- en la quinta. Lo mismo ocurre con la pretensión de acentuar, con las reglas de nuestra lengua, palabras que nunca tuvieron acento: se acentúan como esdrújulas muchas palabras y se dejan sin acentuar otras, y se consideran diptongos grupos vocálicos que no lo son en latín, o se llega a acentuar palabras llanas, como en 430 y siguientes.

En algunos casos hay incorrecciones, como en la 308 ó 821, o en la 397 y 8163, y alguna otra, en la que se escribe -v- de perfecto en vez de -b- del futuro. También encontramos algunas citas incorrectas, como en 893, 898, 1197 y algunas otras. Los dioses paganos siempre se han escrito con minúscula, aunque estén en singular o se refieran a una divinidad abstracta.

De cualquier modo, pese a estas discrepancias y a estos pequeños erro­ res, estamos ante un libro interesante, valioso y útil,  que refleja la inmensa erudición del autor y el trabajo entusiasta y minucioso de muchos años.

Catedrático de Latín de Bachillerato